Y no me interesa. No me interesa porque el pasado domingo quedé impresionado, como hace mucho tiempo no me sentía viendo jugar a un equipo del fútbol venezolano. Desde los tiempos del Táchira de Carlitos Maldonado y compañía, del Minervén de Stalin o del Zamora de Chuy Vera, no veía yo a un club de acá jugar primores y con tanta alegría como éste Estudiantes de Mérida de Martín Brignani.
Eso no se ve todos los días. Con el permiso y respeto que merece el Aragua, rival de Cuartos de Final de la liguilla de Estudiantes de Mérida, la mejor descripción del juego en comparativo que mostró el académico el domingo en Maracay es como los tiempos cuando venían equipos extranjeros al país a jugar Copa Libertadores y se mostraban infinitamente superiores. Así vi al rojiblanco.
El mérito del trabajo de Brignani tiene mayor valor si revisamos el plantel, que salvo la presencia de un fuera de serie como “Pulga” Gómez, el resto es un equipo de destacados obreros que sirven con su desempeño a una idea colectiva que parece comenzar a funcionar con la precisión de un reloj suizo. Y por hacer semejante comparación tempranera, prefiero identificar de inmediato qué le falta, cuál es la carencia en el juego de Estudiantes para que pueda ser catalogado como perfecto.
La falta de definición. No hay otro aspecto en el que se equivoque el Académico. Es inusitado ver cómo genera y genera ocasiones en el arco rival y muy poco las concreta. Sus delanteros (Luz Rodríguez, Andris Herrera, Wilson Mena, Luis Castillo) son muy parecidos en sus características pero tienen la mira volteada. Nadie critica el sacrificio de todos los atacantes, la movilidad endiablada que desconcierta a las defensas. El mordiente y la intensidad en la presión de todos ellos, pero indiscutiblemente hay una falta de gol que de haber sido distinto el destino, hoy tuviera a Estudiantes en la siguiente fase de Sudamericana y pisoteando cómodamente a los contendientes en el FutVe.
¿Lo bueno? Todo. El fútbol total en su concepto empírico se deja ver en Mérida y allá donde van los rojiblancos. Es un equipo con una capacidad de sacrificio de todos en el terreno realmente impresionante. Todos, absolutamente todos agregan otra faceta a su posición literal en la cancha. Correr para cubrir, correr para presionar, apretar para recuperar, arrancar para contragolpear. Estudiantes llegó luego de 21 partidos en el año a su mejor estado de forma, físicamente hablando, lo que da un reconocimiento especial al trabajo de su preparador físico, Douglas Pirela. Se vacían en cada partido y el rendimiento siempre tiene la misma regularidad.
Ver cambios de banda de un costado a otro y al pie del receptor es algo difícil de ver en nuestro fútbol y en Estudiantes es el pan nuestro de cada día. Precisión en el pase es una de las máximas y se convierte en un equipo muy corto que avanza en conjunto al tener la pelota. Poquitos espacios pero suficientes para entregarla al pie y armar triángulos que se desdoblan mientras van avanzando. La yunta de los “enanos” (Chiki Meza y Pulga Gómez) ha terminado por explotar y sus maniobras combinadas hacen estragos en la zona media de recuperación contrarias.
En el arco tiene un seguro de vida. Alejandro Araque, uno de los porteros con menos goles encajados, ha madurado tanto que a sus escasos 23 años demuestra estar listo para ser exportado, con temple y control impropios a su edad. De ahí se arma un equipo que con retazos de otros equipos (Linárez, Manriquez) conformó un sistema defensivo sólido que ha hecho olvidar pronto a Muriel y Villanueva. De ahí para adelante, Estudiantes de Mérida es una exquisitez: Meza vive su mejor momento desde que explotara en aquel Zamora de Vera y ahora demuestra un total compromiso en el juego que no se iguala a sus anteriores etapas. Hoy es un todo terreno capaz de cortar, salir desde el fondo, de generar juego y de pisar con peligro el área rival. Tiene una libertad de movimientos muy particular que le permite juntarse siempre con su compadre Pulga Gómez para destrozar defensas rivales.
La posesión es fundamental aquí. Desde ahí y junto con la precisión en el pase corto, Estudiantes avanza en enjambre hacia el terreno rival para acercarse al arco. Es difícil que algún jugador pierda la pelota por descuido. Se nota el trabajo y ensayo muy medido y equilibrado en cada una de sus facetas. En resumidas cuentas, funciona en todos sus aspectos.
Enfocado en el Torneo Apertura tras caer con las botas puestas ante Argentinos Juniors en Sudamericana, también impresiona que todo el plantel, incluidos los más jóvenes, han respondido a la exigencia de suplir las constantes bajas que se producen a medida que avanza la campaña. El compromiso es de todos y todos creen en lo que su técnico quiere que jueguen.
Ojalá ésta sea la oportunidad de ver a Estudiantes levantar de nuevo un título. Lo merece porque juega bien y su gente apoya con fidelidad, a pesar de las vicisitudes que se viven en la Ciudad de los Caballeros. Confiar en gente de la casa ha sido esencial para que, una seria directiva, sea capaz de poner hoy a vibrar a todo Mérida con su amado Estudiantes.