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Táchira en la Copa Libertadores: sin la hazaña final

Con la eliminación de Táchira en la Copa Libertadores, en un escenario que parecía favorable, se suma otra decepción para los fanáticos venezolanos. En esta columna, Carlos Domingues intenta ordenar algunas ideas y dar luces sobre una situación que parece repetirse como un bucle en la historia futbolística del país

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EFE

Quería sentarme a escribir con la cabeza fría, pero no puedo. Esta columna saldría el jueves o el viernes pero no puedo esperar tanto. No puedo porque la almohada te da excusas y creo que hoy, en Asunción, no las hay. No quiero que la frescura de la cabeza me impida decir lo que mi corazón (y la razón, sí) hoy siente.

Cuando Táchira le ganó a Olimpia, Inter y Always Ready en Pueblo Nuevo, la alegría que nos embargó fue grande, porque cada triunfo tenía matices especiales. Hoy, esos matices especiales (goleada, actitud, reacción, buen juego), son simplemente hazañas, logros esporádicos que nos permiten vivir con una ilusión. Es como esa novia que se porta mal y la perdonas una y otra vez, pero siempre sigue portándose mal.

La diferencia con el resto del continente es ABISMAL. En todos los sentidos, tanto que hasta el arbitraje se inclina para hundir el dedo en la llaga y convertirse en ese alumno que le hace bullyng al más tranquilito de la clase, al que es incapaz de hacerle daño a nadie. Porque lo de Diego Haro fue bochornoso, más allá de que los paraguayos parecían no necesitar de la ayuda arbitral para hacer su tarea.

El 6-2 de Olimpia es una bofetada enorme al fútbol venezolano, no solo a Táchira. Lo peor es que las mejillas están hinchadas de tantas cachetadas. Seguimos caminando en un camino escabroso mientras el resto tropieza, pero se levanta. Lo que más duele es que se genere ilusión y luego venga la puñalada. Así el dolor es mucho más intenso.

Hay que decirlo: Táchira fue capaz de competir contra dos gigantes continentales en su grupo, no se puede olvidar. Sin rodaje, porque el campeonato comenzó tarde, sin embargo había que buscar la manera de competir y se hizo. Pero en el momento que no se puede fallar, y teniendo una ventaja de cuatro goles, lo que pasó no tiene explicación lógica.

Coincidimos en que el planteamiento de Juan Domingo Tolisano no fue el apropiado porque puso en cancha el mismo once que recitamos en cada presentación aurinegra en Libertadores, pero el papel que debían cumplir los protagonistas de siempre en el terreno, tenía que ser otro. Si vas a resguardarte, ¿para qué entonces poner el mismo material ofensivo?

Nos estamos acostumbrando tanto a este tipo de sinsabores que pareciera que no hay solución para ello. Hablamos como causales de estructura, de capacidades, de infraestructura, de mentalidad, cosa que vengo leyendo y escuchando desde que en los ochentas comencé a ir al estadio. ¿Será que no vamos a servir nunca para esto?

El aficionado tiene razón en todo el planteamiento que pueda hacer, en los argumentos que presente para criticar. ¿Cómo puedes analizar una catástrofe como la de Asunción? ¿Cómo puedes venderle otra cosa que no sea desilusión? ¿Cómo puedes rebatir a aquel que advierte la hecatombe?

Me queda una duda, sí: no vi a Táchira ni a La Guaira salir a buscar sus partidos en condición de visitante. Si resguardándote pierdes, ¿por qué no intentar lo contrario, al menos? Olimpia tenía la necesidad de hacer una diferencia de cuatro. En teoría, para un rival, más que la diferencia de goles, la ventaja está en lo mental, en ser superior al contrario desde la actitud. Táchira no fue capaz de asumir esa ventaja y generalmente ningún club venezolano lo asume.

¿Somos responsables en magnificar los triunfos? Sí. ¿Tenemos la culpa? Tal vez. ¡Es que son tan efímeras que como amantes del fútbol, tanto como analistas de esto, también nos contagiamos de esas emociones y no somos capaces de bajarlas de la altura hasta que nos damos matracazos como el funesto 6-2 de la noche paraguaya!

¿Tocará ser mezquino? Nadie merece ilusionarse tanto y luego estrellarse en el suelo en una vertiginosa caída al vacío. Tenemos una realidad y hay que aceptarla. Ojalá se puedan tomar las medidas para transformar el panorama, pero solo la sostenibilidad de los resultados hará que la incredulidad y la desilusión cesen.

Deseo que el aficionado no se desilusione, que el directivo no pierda las ganas de invertir. Hay que construir, sí, pero no se puede ocultar esa realidad que necesita ser erradicada.

Gracias, Táchira, por permitirnos una ilusión en un escenario tan hermoso como la Copa Libertadores. Otra vez.

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