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Bolivia 3-1 Venezuela: un partido mal gestionado

¿Dónde y cuándo se perdió el partido? En la gestión del mismo. José Peseiro retardó las variantes y cuando las hizo, ya Bolivia estaba listo para manejar el resultado a favor

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Venezuela
EFE

Era utópico pensar que Venezuela sería muy superior a Bolivia y podría triunfar en La Paz. Los condicionantes de siempre (la altura) tenían ahora un grado dificultad mayor: ausencia de futbolistas esenciales y una preparación escasa para encarar un partido por los puntos para el Mundial, siete meses después de haberse encontrado. El compromiso de los futbolistas disponibles y esa renta positiva que dejó la exhibición ante Chile en noviembre pasado, eran el único crédito disponible.

José Peseiro planificó algo inteligente: ante la ausencia de tiempo para poder preparar las condiciones físicas del grupo para la altura, lo mejor era subir horas antes a La Paz para que los efectos de los más de 3.500 metros sobre el nivel del mar fueran los mínimos. Hacer otra cosa era un despropósito. Considero además, que los once elementos seleccionados correspondían a la idea del seleccionador, estuvieron bien elegidos, que nos sorprendió a todos presentando un esquema 4-3-3 con protagonistas que no suelen ser habituales en sus puestos: Villanueva como lateral izquierdo y Alexander González como wing derecho. Una propuesta atrevida que contaba con la más notable variante: Joel Graterol fue al arco. Su primer choque titular con la selección en juego por los puntos.

Venezuela entró desorientada. Las implicaciones de la altura no solo te nublan la normal respiración sino te arruga la mente y la capacidad de reacción. Así se veían los dirigidos por Peseiro, pero lo más notable fue que a Bolivia también parecía hacerle mella física el mismo elemento. Se podía aprovechar esa inesperada situación.

Venezuela pudo despertar desde la pelota parada al madrugador gol del que siempre nos vacuna, Marcelo Martins. Rómulo Otero estaba para ser el que aprovechara alguna que se tuviera en una falta cerca del área rival y le alcanzó un rebote de Lampe para que Chancellor empatara. Desde ahí, la Vinotinto mejoró mucho: Otero y Rincón hacían los relevos necesarios a un muy expuesto Mikel Villanueva y el orden terminó contagiando de ganas a los muchachos.

Algo sí se notaba: Rosales, Alexander González, Otero y Aristeguieta estaban fundidos. Al descanso, eran hombres que debían ser relevados porque la exigencia extrema del primer tiempo aniquiló sus capacidades. Mientras César Farías refrescaba a los suyos con el inicio del segundo tiempo, Peseiro decidió seguir con los mismos y lo pagó caro. Carísimo. Ahí fue donde se perdió el partido: en la gestión del mismo. Retardó las variantes y cuando las hizo, ya Bolivia estaba listo para manejar el resultado a favor.

Ahora bien, más allá de lo tardío de los cambios, es inexcusable que a tres torres (cuatro si sumamos a Aristeguieta en el 2-1 trabajando en un tiro de esquina rival) le gane un boliviano por arriba. Hasta por dos veces Bolivia marcó de cabeza entre los defensores de más talla del continente. ¿No advirtió Peseiro que Farías es un maestro en el planteamiento con pelota parada?  Muchas facilidades que no excusa la siempre mentada altura.

Perder en La Paz se puede contabilizar, pero viendo el pasado reciente de los bolivianos (Ecuador y Brasil sacaron puntos en la altura) nos baja de la nube y nos ubica en la realidad competitiva de Venezuela. Seguir aspirando será muy cuesta arriba porque las demás selecciones son mejores, así de sencillo, y si se gestionan los partidos como hoy, la esperanza está como lo indica la puerta del infierno de Dante: abandonada.

No tiene la culpa Peseiro de no conocer los efectos de la altura, lo que sí se notó es que los libros y la ciencia no son la mejor asesoría para salir con vida de La Paz: hay que vivirlo y hoy se dio cuenta. No es nada fácil.

Ante Uruguay ya no hay margen de error. Y la esperanza está muy limitada.

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