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Vinotinto Femenina: no hay nada que perdonar

Con el dolor presente por la impotencia, por no poder ver a Venezuela en el Mundial, las reacciones en las redes sociales siguen, mientras algunas jugadoras ofrecen disculpas por lo sucedido. Es una situación surrealista porque quienes deberíamos disculparnos somos los que opinamos en caliente

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Vinotinto
AFP

Se ha dicho mil veces: lo puedes hacer todo bien y perder y lo puedes hacer todo mal y ganar. El fútbol es, en parte, un éxito como producto de exportación porque vende la ilusión de que el eterno caído algún día prevalecerá. Y sí, hay triunfos inexplicables, como el de Grecia en la Eurocopa 2004; actuaciones heroicas como la de Costa Rica que se fue sin perder en los 90 minutos en el Mundial de 2014 o el Once Caldas de la Copa Libertadores de 2004, que aparcó al linajudo Boca Júniors. Sin embargo, son excepciones que confirman la regla: 11 contra 11, regularmente se impone el de mayor experiencia y/o pedigrí.

Vivía Venezuela una relación extraña en esta Copa América Colombia 2022. A pesar de encallar en un grupo demasiado complicado, que incluía a las mundialistas Brasil y Argentina, se creía que con el talento y lo heredado por procesos anteriores, se podía conseguir la clasificación al Mundial de 2023. O, en el peor de los casos, un puesto para el repechaje. Se sumaba al presente de algunas jugadoras, una preparación acorde a la profesionalidad de la mayoría de jugadoras. Pero esta vez, a más b no fue igual a c.

¿Qué falló para que ese favoritismo o esa sensación de que Venezuela podía ser más que sus rivales (obviando a Brasil) no se cumpliera? Las razones pueden ser muchas y diversas. Los espectadores, los que no estamos en el día a día de la selección en Colombia, podemos especular. Lo obvio fue la falta de contundencia en el último cuarto de cancha, una gran dependencia de Deyna Castellanos y ciertos despistes en defensa. Hay otras que tienen mucho peso y regularmente no se nombran. Al respecto y para no hacer la lectura pesada, recomendaré el libro que se puede descargar: «Ganar con la cabeza«, un acercamiento muy sencillo a los aspectos mentales que influyen en el resultado, dede el estrés hasta el control emocional.

Por eso nunca el triunfo es la conclusión del que mejor juega. Es de quien sabe reponerse y manejar las emociones en los momentos clave. Tenemos un ejemplo reciente: la Champions League del Real Madrid. El equipo español fue superado en juego por casi todos su rivales, pero terminó imponiéndose gracias a una reacción del talento individual de sus figuras, en especial de Karim Benzema. En la otra esquina podemos recordar el colapso de Ronaldo en la final de Brasil ante Francia, en 1998. Una convulsión que afectó al equipo y que se saldó con una goleada del equipo europeo (3-0).

En esta Copa América hemos visto cómo Argentina también ha conseguido elevarse desde la confianza de referentes individuales, específicamente de Yamila Rodríguez (4 goles y dos asistencias hasta antes de enfrentar a Colombia). A pesar de que no cuajó la Copa que todos esperaban, la propia Deyna Castellanos mostró que tiene esa resiliencia para seguir adelante. Fue ella la que le dio respiración extra a la Vinotinto ante Chile, aunque luego falló su disparo desde los 12 pasos.

Es excesivamente complejo comprender algunos resultados en el fútbol y la sociedad venezolana o al menos los que se interesaron por la Copa, y conocían más o menos de la calidad del equipo que dirige Pamela Conti, siguen rascándose la cabeza en un deseo insatisfecho de una respuesta absoluta. La realidad es que no existe. Para quienes rigen el análisis por el resultado es mucho más fácil responderlo: sin goles no hay victorias. También es cierto.

El despecho por la eliminación ha disparado una serie de repuestas que invitan a hacer aclaratorias puntuales. No es cierto que con una liga se pueda llegar más lejos en una competencia internacional. Es el deber ser. No obstante, consolidar un torneo femenino puede tardar décadas. Colombia, mientras disputa un cupo a la final, ha desarrollado una generación dorada y ahora es potencia detrás de Brasil, sin embargo no tiene liga femenina para este semestre. Y desde 2016, sacar cada temporada adelante ha sido una labor titánica.

Tampoco es cierto que si la gente apoya, la selección mejorará. De nuevo, es el ideal. Pero no. Puedes tener una liga muy pobre en asistencia, como la venezolana, y un equipo en los cuartos de final de la Copa Sudamericana (Táchira), imponiéndose a un histórico brasileño (Santos). Lo dicho párrafos arriba: lo puedes hacer mal y aún así, seguir adelante.

Al punto que voy es que no se puede esperar un momento ideal para que se consiga el éxito. Básicamente porque es probable que ese momento, en el que converjan todas las variables, no llegue y las jugadoras tengan que competir en la misma circunstancias que actualmente lo hacen los hombres: con una liga débil, con poco apoyo de la empresa privada (sobre todo por las circunstancias económicas de Venezuela) y sin una respuesta del gran público.

Como consecuencia de lo anterior, lo único seguro que se puede prever en el futuro inmediato es que la base de este equipo se mantendrá por un buen tiempo. Y en esa actual situación de desventaja de los factores externos (dinero, público, liga), se reconoce el espíritu competitivo de la selección. Hasta el último segundo lo intentó ante Argentina y Chile. Queda fuera por cosas propias del fútbol. Y eso merece el respeto de todos, de los que no seguimos a este equipo a diario ni a sus jugadoras, y de los expertos en la materia.

En ese sentido, es sorprendente que algunas protagonistas hayan pedido perdón. Es algo que se viene repitiendo en todas las ramas y especialidades cada vez que un atleta falla. Es la consecuencia natural de las redes sociales. El deportista, víctima también de un ecosistema en el que las marcas hacen vida, se ve en la necesidad de empatizar con la decepción y la rabia de las reacciones en directo. Un tuit negativo a veces parece tener más efecto que las miles de personas que van a un estadio a apoyar.

Otra cosa es que las jugadoras, como cualquier atleta, deban estar abiertas a la crítica, como he señalado otras veces. Deben responder a los medios en la derrota y en el medio de la tristeza. Todo esto forma parte de la estructura a la que pertenecen desde pequeñas. O, al menos, a la que esperan pertenecer. Un gran poder exige una gran responsabilidad dice el lugar común del cine de héroes; es común porque es cierto.

En la derrota es cuando más se conoce al ser humano. «El éxito deforma, engaña», decía Marcelo Bielsa. Lo mejor es que pasen los días para que, con calma y cordura, se saquen las conclusiones respectivas. La dirigencia debe escuchar a Conti y pedirle explicaciones. Eso sí. Pero perdón, perdón si vamos al caso deberíamos solicitarlo quienes tentados por tener un celular en la mano y las redes sociales abiertas, nos dejamos llevar y opinamos alegremente.

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