Opinión

Selección femenina de Venezuela: a todos nos caería bien un poco de mesura

La directora técnica de la Vinotinto, tuvo una reacción propia de quien quiere ponerle el pecho a un mal resultado. Pero el discurso también plantea una exageración. Los venezolanos no son solo lo que están en Twitter. Hay más cariño y amor por este equipo que odio

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Selección
EFE

«Que me ataquen a mí, pero no toquen a mis jugadoras, sobre todo los venezolanos». «Los venezolanos cuando ganamos van para arriba, pero cuando perdemos y estas jugadoras necesitan que los venezolanos le ayuden, hablan mal de ellas». Dos declaraciones de la directora técnica de Venezuela tras la derrota 1-0 ante Argentina que dejó a la Vinotinto sin opciones de avanzar en la Copa América y buscar un cupo directo al Mundial de 2023.

Se entiende el discurso en caliente de Pamela Conti. Pero si aguzamos el oído, y cambiamos jugadorAs por jugadorEs, este bien podría haber sido el discurso de César Farías o Richard Páez en procesos eliminatorios pasados. Es decir, que los fanáticos se sientan defraudados y que lancen opiniones sobre rendimientos individuales, con razón o sin ella, parte de la idiosincracia futbolística.

El fútbol es fútbol porque todo el mundo se siente con derecho a opinar. Es lo que le hace grande y popular. Al final de cuentas, de la mayoría de disciplinas, el principio del balompié es básico: la pelota tiene que traspasar el arco para que haya gol. Punto. Y como es básico, se hace fácil emitir juicios.

En el deporte, son más las derrotas que los triunfos. Vencer está destinado a selectos grupos. Eso lo saben los técnicos, que viven con una maleta abierta y otra cerrada. El éxito de hoy ya no importa mañana. Que lo diga Rafael Dudamel que recién salió del Deportivo Cali después de llevarlos a gloria en una remontada de película en Colombia. Terminó sustituido en el banquillo por un jugador sin experiencia.

La pregunta es: ¿quién «toca» a las jugadoras? ¿A quién se refiere Conti? ¿A ese universo de opiniones que salen del estómago y que se publican en Twitter? ¿Hay algo más?Con una penetración de poco más de 50%de internet, lo que ubica al país en el puesto 11 de la región, los ciudadanos que opinan de deportes en la red social son un micro, micro, microcosmos. De tal manera que hablar de «venezolanos» como dice Conti, es una exageración.

La selección femenina ha despertado una empatía mayor que la masculina. De allí el terrible mote de «la selección que sí gana». Es imposible saber a ciencia cierta cuántas personas están interesadas en el devenir del equipo, pero sí es indudable que ahora mucha gente sabe quién es Deyna Castellanos u Oriana Altuve. El hecho de que marcas como Diablitos y Polar hayan cerrado negociaciones con esta selección y que las jugadoras protagonicen las propuestas publicitarias, impulsa aún más la conexión con el pueblo. Sin embargo, exigirle al público general que diga de memoria dónde juegan y que se interesen más por el día a día de ellas, no solo es una quimera, es una pérdida de tiempo.

Con una liga de fútbol masculina de asistencia muy pobre, el venezolano tiene otros intereses y preocupaciones. De hecho, le propongo un ejercicio. Salga a la calle y pregúntele a la gente si sabe dónde juegan Salomón Rondón o Tomás Rincón, probablemente los dos jugadores más mediáticos y estables en el fútbol internacional. Muy pocos responderán acertivamente.

Un error que cometemos los periodistas es pretender que los fanáticos sepan lo que nosotros, por profesión, conocemos. A nosotros se nos paga por hacer un seguimiento o tener cierta idea global de determinadas cosas. El seguidor de una disciplina es simplemente eso, un seguidor. Su vida compone un montón de variables que no tienen por qué estar ligadas al fútbol, beísbol o cualquier otra actividad deportiva.

Es egolatría decirle a un fanático «No saben de lo que hablan» solo porque no siguen el fútbol femenino o a determinada jugadora. De joven pequé de ello. Como columnista, lo he hecho. Otra cosa es que el balompié femenino necesite más y mejor proyección. Que tiene la ardua tarea de romper estereotipos, que hay un machismo inherente a la disciplina. Todo eso es completamente cierto. No obstante, el deporte es deporte porque necesita del público. Y ese público siempre va a estar en la otra acera que habita el comunicador social.

Si el problema es que la derrota ante Argentina se personalizó en la mala puntería de Deyna Castellanos o en la desatención defensiva de la zaga, es algo completamente normal. Forma parte del día a día de cualquier jugadora o selección, le pasó a Juan Arango, a Ricardo David Páez, a Oswaldo Vizcarrondo y al propio Rincón. Y el odio ha recaído también en los técnicos, un gran ejemplo es lo sucedido con el ciclo negativo de Noel Sanvicente. Hay que aprender a vivir con ello.

No se justifica, claro está, las groserías, los juicios fuera de lo estrictamente deportivo, pero para que la selección femenina crezca, quienes hacen vida en ella deben aprender a vivir con la crítica, incluso la desproporcionada. Los periodistas que la apoyan, como activistas, deberían serenarse y comprender su rol de mediadores, algo que podríamos extender a cualquier otra actividad en la que participan atletas venezolanos. No es nuestra labor tomar la bandera que sí deben alzar los directivos. No se es más o menos venezolano por criticar algo, incluso cuando esas críticas traspasan lo moralmente aceptable.

La selección femenina es un equipo que compite por encima de sus posibilidades. Juega ante selecciones mejor organizadas, con ligas más establecidas y con premios acordes a la realidad de países con economías más robustas. Que Venezuela haya peleado hasta el último minuto ante Argentina es una demostración de amor propio. Y estoy seguro que la mayoría de venezolanos están orgullosos de esta selección. No obstante, está claro que la mayoría de venezolanos no está en Twitter.

Debemos bajarle a la histeria que se produce en la victoria y en la derrota en cualquier selección. Madurar, que al final del día, esto no es más que un deporte.

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