Venezuela contra Chile: una fiesta que salió mejor de lo que se esperaba
El 3-0 en Maturín fue la consagración para jugadores como Yeferson Steldo, del que siempre se ha esperado que lidere al equipo desde la creatividad. Pero también fue una hermosa comunión con la fanaticada vinotinto, que respondió al llamado. ¿El resultado? Venezuela amanece en puestos de clasificación directa
“Esta es otra Venezuela. Esta es otra Vinotinto”, dijo Cristian Makoun en zona mixta una vez que culminó el partido contra Brasil en Cuiabá. El 1-1 en territorio brasileño fue el cañón para disparar las ilusiones de todos los venezolanos en cuanto a ese objetivo que ha sido esquivo históricamente: clasificar por primera vez a un mundial de fútbol.
Sí. Por el juego mostrado en la Arena Pantanal, más que por el mismísimo resultado, los argumentos para que el aficionado se sienta esperanzado son válidos. Sin embargo, aún quedaba un tema pendiente: la capacidad de mantener el desempeño, de extender el buen juego, de ser sostenido y acompañado por resultados.
El juego contra Chile tenía un condicionante: si no se ganaba, el 1-1 ante Brasil sería poco productivo. Y es que con las matemáticas más sencillas en el nuevo sistema de clasificación, aprovechar la localía y rasguñar algo como visitante nos basta para que en 2026 se esté en el campeonato mundial. Y los antecedentes, tanto lejanos como inmediatos, revelan que Venezuela resbala en el partido bisagra. ¿Era el choque contra Chile un partido bisagra cuando apenas se han jugado cuatro fechas? Sí, lo era. Porque si bien los números aún están lejos de la clasificación, una mala actuación después de un resultado tan positivo como el de Brasil, regaría por el piso todo lo ganado: confianza en el grupo e ilusión de la gente.
“Si la Vinotinto gana, todos ganamos”. Es una frase tan trillada como real. Patrocinantes, prensa, afición se beneficia desde cada una de sus perspectivas de los triunfos y el buen andar del combinado nacional. Por eso y aún tan temprano en el calendario, ganarle a Chile en Maturín era necesario.
¿Era el choque contra Chile un partido bisagra cuando apenas se han jugado cuatro fechas? Sí, lo era. Porque si bien los números aún están lejos de la clasificación, una mala actuación después de un resultado tan positivo como el de Brasil, regaría por el piso todo lo ganado: confianza en el grupo e ilusión de la gente.
Y le cuento a aquel que no estuvo en el Monumental cómo se palpitan aquí las cosas: el día del partido es la final del Mundial en Maturín. El gobernador decretó el día de partido como no laborable para que todos se fueran temprano al estadio porque el juego comenzaba a las 5:00 pm y los mortales deben caminar un trayecto larguísimo hasta el gran escenario. Por lo tanto, se debe asistir temprano y al menos debes tomarte toda la tarde para apoyar al combinado nacional.
Con el apoyo de todos
Estadio lleno y aún faltaba una hora para el juego. El registro oficial de casi 51 mil espectadores se queda corto con lo que uno pudo ver dentro del Monumental: mucha gente de pie, por lo que había al menos 55 mil almas cumpliendo todos su rol: gritar, alentar, meter, apoyar. Maturín ha jugado su rol a la perfección y el grupo de jugadores lo agradece. De verdad estar en el infierno del Monumental es una experiencia casi indescriptible.
Ya, hablando del juego. El 3-0 ante Chile fue una noche inolvidable, pero no fue el encuentro en que Venezuela demostró su mejor fútbol. Los primeros 20 minutos fueron de asedio chileno, en el que un Alexis Sánchez con plenitud de libertades hizo muchísimo daño a la zaga criolla. Sin embargo, los australes no fueron precisos para capitalizar sus aproximaciones y el panorama fue cambiando. El pelotazo reiterado a un Salomón Rondón aislado en ataque obligaba al de River Plate a cumplir otros papeles, como el de gestar fútbol ofensivo que otros intérpretes no estaban generando, léase Sosa, Bello y Soteldo.
Y aquí entra en juego un recurso clave: la capacidad de enderezar el rumbo, de entender los errores y corregirlos. Batista le dio más libertades a Soteldo y el fútbol de arriba comenzó a fluir. En eliminatorias mundialistas los errores se pagan muy caro y Chile se equivocó. “Brujo” Martínez, que había tenido problemas en la entrega en los compromisos de eliminatoria en los que estuvo, recuperó un balón rifado y le dio una pelota de oro a Soteldo para que el de Santos abriera la lata.
Venezuela se iba al descanso con el 1-0. Se capitalizó una ocasión y así había mayor tranquilidad para controlar el juego. Estar concentrados luego del descanso era la tarea pendiente tras encajar los dos goles que tiene en el debe en similares circunstancias contra Colombia y Brasil. El equipo logró controlar la amenaza de Chile y una vez Marcelino Núñez cometió la estupidez de hacerse expulsar, la Vinotinto explotó.
Liquidar al rival
Si el rival está debilitado, debes pasarle por encima y eso fue lo que hizo Venezuela. Con superioridad numérica anuló completamente a Chile y lo manejó a su antojo. Otro aspecto pocas veces visto, ese de aprovechar las ventajas y explicar las desventajas del contrario. El gol de los 68 toques fueron la muestra del dominio total de Batista sobre Berizzo, el técnico chileno, en rueda de prensa, se atrevió a decir que el once contra once, Chile era más y hoy todos los diarios chilenos amanecieron poniendo su continuidad en tela de juicio.
La fiesta fue completa y la alegría, consumada. Venezuela tenía que ganar el partido de quiebre, el partido bisagra, el chiquito, el bonito. Y lo hizo. Con algunas dificultades que fue capaz de corregir en el devenir del duelo y asombrando a todos con un 3-0 de escándalo que ha hecho que Sudamérica entera vea a la Vinotinto metida en zona alta de tabla, esa que asegura clasificación.
Dos apuntes individuales: Soteldo necesitaba un partido como este para graduarse de Vinotinto. Fue el partido perfecto para demostrar que es el distinto, el que es capaz de capitalizar él solo, con una genialidad, un resultado favorable. Sus jugadas están dándole la vuelta al mundo. El otro, Salomón Rondón. Otro partido del percherón criollo que asumió el peso completo de tirar del carro cuando se le necesitó. En solo días dejó de ser cuestionado a adorado, en River y en su país. Déjese de vainas que no tenemos otro como él.
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