Economía

ANÁLISIS | La caída de Dilma provocará tormentas en Venezuela

El giro político en Brasil, con la salida del Partido de los Trabajadores (PT) del poder, tendrá una importante repercusión económica e institucional en Venezuela, cuyos gobiernos chavistas habían mantenido estrechas relaciones -aceitadas con miles de millones de dólares- con los de Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.

Publicidad
FOTOGRAFÍA: ARIANA CUBILLOS | AP

La salida –hasta ahora temporal- de Rousseff y del PT del Ejecutivo supone para el gobierno de Venezuela la pérdida de un importante aliado internacional, pero también de un socio fiador comercial y de negocios, en momentos en que la economía de este país petrolero está en ruinas y el presidente Nicolás Maduro necesita oxígeno para satisfacer las crecientes demandas de una población hambrienta y al borde de un estallido social.

“Si empezamos por las implicaciones para Venezuela, son difíciles, duras, porque pierde un aliado muy importante que ayudaba a apagar fuegos, a abrir espacios”, señala el internacionalista Félix Arellano, un experto en temas de integración regional. “Este gobierno interino está en la acera de enfrente conceptual y políticamente hablando”.

Brasil ha sido este aliado de Venezuela en foros regionales y hemisféricos, como la OEA, Celac, Mercosur, Unasur, donde “la situación es mucho más difícil”, señala.

Ahora Venezuela se apresta a asumir la presidencia temporal de Mercosur, “va a presidir algo que no entiende, que no maneja”, señala Arellano al observar que todos los demás miembros quieren volver a las bases fundacionales del bloque comercial y buscan negociaciones con Europa y el bloque del Pacífico.

“Venezuela ha satanizado el libre comercio y rechaza la alianza del Pacífico. Habrá un cortocircuito serio, porque en Mercosur se están hablando temas que no maneja o desprecia, como el libre comercio, la apertura de mercados”, agrega.

Gracias a la intermediación directa del líder histórico del PT, Lula da Silva y de su amistad con el difunto ex presidente Hugo Chávez, empresas brasileñas llevan a cabo en Venezuela imponentes obras de ingeniería civil –entregadas sin licitaciones- financiadas con la ayuda de instituciones oficiales como el Banco de Desarrollo Económico y Social de Brasil (Bndes).

En Brasil – donde al contrario de Venezuela existe separación de poderes- varios de esos proyectos están siendo investigados por el Tribunal Supremo, la Contraloría y comisiones del Legislativo, como parte de las ramificaciones de serios casos de corrupción que alcanzan a varias instituciones del Estado, empresas privadas y a políticos del gobierno y de la oposición.

Las cada vez más costosas obras en Venezuela siguieron en lenta marcha con el apoyo de Dilma Rousseff, que cumplía la mitad de su segundo mandato, pese a que las finanzas públicas manejadas por Maduro están quebradas y su gobierno acumula deudas con proveedores internacionales de bienes y servicios.

Una de las incógnitas es qué pasará con el financiamiento de esas obras, pues las constructoras como Odebretch se beneficiaron del hecho de que Bndes se saltó varios protocolos y plazos para los créditos, como es el caso del Metro de Los Teques.

A ambos lados de la frontera, portavoces oficiales han destacado la profundidad de estas relaciones. Pero con el nuevo escenario político es evidente que la profundidad de estos arreglos será alterada por los nuevos rumbos políticos en la principal economía latinoamericana.

«Antes del Comandante Hugo Chávez y Lula Da Silva prácticamente eran nulas las relaciones, Venezuela solo miraba hacia el norte, pero todo esto cambió. La política exterior bolivariana de paz abrió los caminos para potenciar desde el más alto nivel una relación fructífera en lo político, económico, comercial, cultural y social», indicó el Embajador venezolano en Brasil, Alberto Castellar Padilla en abril pasado, durante la reunión de la Comisión Agraria de parlamentarios perteneciente del PT.

En otro evento reciente en el Centro Universitario de Brasilia, sobre las Zonas económicas Complementarias, Castellar destacó que esa estrategia regional aumentó exponencialmente las relaciones económicas, políticas y sociales entre ambas naciones.

Después de 2003 hubo un intercambio comercial que llegó a los $5.000 millones, en contraste con los indicadores históricos de la balanza anterior al año de 1999.

«Esto significó que Venezuela se convirtiese en el segundo socio comercial de Brasil en la región suramericana, después de Argentina, y el noveno a nivel mundial. Eso es parte de los grandes logros de la doctrina integracionista que hoy día se mantiene bajo el liderazgo de la presidenta Dilma Rousseff y el presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro», significó el embajador, según los servicios de prensa del ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela.

La pregunta ahora es que será de esta relación, pues mientras más alto se sube más fuerte puede ser la caída.

Brasil fue determinante para que en 2012 Venezuela finalmente fuera aceptada en el Mercosur, aprovechando que Paraguay, su principal opositor político, había sido suspendido por un “golpe legislativo” similar al aplicado ahora contra Dilma Rousseff.

Desde que se inició la era Lula, en 2002, hasta la semana pasada, los gobiernos del PT y del Psuv, habían fomentado varias decenas de acuerdos y compromisos bilaterales en busca de la integración económica, y comercial.

La mayoría de estos compromisos quedaron sobre el papel, como adorno de discursos nacionalistas y regionalistas. Algunos fueron simplemente ideas alucinadas, o estúpidas, como el llamado Gran Gasoducto del Sur, firmado el 8 de enero de 2007 en Río de Janeiro entre Lula y Chávez con el supuesto de unir los yacimientos gasíferos de Güiria, en el este de Venezuela con la ciudad de Recife, en el estado de Pernambuco, a unos 3.700 kilómetros en línea recta.

La tubería de sueños habría de llegar al menos hasta Buenos Aires, según sus promotores, que gastaron cientos de miles de dólares en los estudios.

Pero otros acuerdos perseguían los también fracasados propósitos de ayudar a diversificar la economía de Venezuela y reducir su dependencia externa. El propio Lula dijo en varias oportunidades que ni a Brasil le convenía esa dependencia extrema de Venezuela a las importaciones porque era simplemente insustentable, de modo que le recomendó a Chávez hacer algo para que este país también produjera sus propios bienes.

Uno de estos proyectos fracasados, bendecido a nivel de acuerdos de Estado fue la creación de un centro de producción de soya en el estado Monagas y sur de Anzoátegui. También hay acuerdos vigentes para desarrollar un centro binacional en la fronteriza Santa Elena de Uairén, para impulsar la economía comunal, para mejorar las favelas (barriadas) de Caracas, en materia siderúrgica, ambiental, seguridad alimentaria, producción de semillas, ganadería, turismo, tecnología, hidrología, defensa, petróleo y energía y comercio, según el inventario publicado por el ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil (http://www.itamaraty.gov.br/pt-BR/cooperacao)

Resulta evidente de que si la mitad de estos acuerdos hubieran concluido en buenos términos en los 12 años pasados, hubieran podido atenuar la salvaje crisis económica que padece Venezuela hoy.

Buena parte de estos acuerdos diplomáticos tuvieron una contraparte en el mundo de los negocios, con contratos asignados a empresas brasileñas, especialmente las cuatro grandes constructoras que también ayudan a financiar los partidos políticos y los candidatos brasileños, desde Lula y Dilma hasta cualquier aspirante a alcalde en algunas zonas de influencia.

Odebretch, Queiroz Galvao, Camargo Correia, Andrade Gutierrez, y Petrobras mantienen una cartera de inversiones superior a los $5.000 millones en Venezuela.

Según fuentes privadas y procesos de investigación en Brasil, el propio Lula era uno de sus agentes de lobby que abogaba más activamente por el pago de las cuentas pendientes de los gobiernos de Chávez y Maduro con estas empresas (ellas también están en los banquillos de los acusados en los procesos anti corrupción que lleva a cabo Brasil).

Proyectos como los del Metro de Caracas, Guarenas y Los Teques, el segundo puente sobre el Lago de Maracaibo, el desarrollo agrícola de la Planicie de Maracaibo, el saneamiento del río Tuy y la construcción de un nuevo acueducto para Caracas, entre otros grandes proyectos atraviesan la falta de fondos y ahora pierden el apoyo político del lado brasileño.

Por el lado comercial, ya desde los últimos meses se verifica un derrumbe de las importaciones de bienes básicos desde Brasil, pues muchas empresas privadas esperan cobrar primero las facturas pendientes. Ahora, la intermediación del alto gobierno de Brasil también deberá adaptarse a una nueva realidad.

Pero, como se sabe, “negocios son negocios” y queda el beneficio de la duda. Después de todo las empresas proveedoras de Venezuela mantienen estrechos vínculos con la clase política de su país, no importa si se trata de partidos y políticos de izquierda, centro o derecha.

Publicidad
Publicidad