El gobierno hace gárgaras con “pueblo”, “patria” y “revolución” para sembrar en el imaginario popular la idea de que son los protectores de los pobres. Se afinca en los Clap, el abultamiento de las nóminas públicas y los ineficientes subsidios para evitar que el país explote, correr el RR para 2017 y así atornillarse en el poder.
La MUD ordeña mediáticamente las ineficiencias del gobierno, sin delinear una alternativa que sea percibida como algo nuevo, diferente y superior. Es el mismo modelo rentista de este y los anteriores gobiernos: crítica al modelo chavista populista y clientelar, pero es incapaz de concretar una propuesta viable y creíble que trascienda el perverso “quítate tú para ponerme yo”.
Pero para la cultura rentista y clientelar siempre será preferible un gobierno que siga repartiendo la renta a cambio de lealtades políticas, a otro que -a nombre de superar la cultura rentista- proponga aumentar los impuestos y reducir los subsidios que se han financiado con el ingreso fiscal de origen petrolero.
La ciudadanía consciente está asqueada del falso conflicto entre la MUD y el PSUV. Empieza a darse cuenta que tras esa diatriba e intemperancia subyace una puesta en escena en la que Gobierno y Oposición simulan querer exterminarse, pero a escondidas pactan la conflictividad simulada y se reparten las mieles del poder, como siempre ha ocurrido en todo régimen bipartidista.
Y la comparsa mediática contribuye a este espectáculo que entretiene y adormece a la mayoría políticamente oprimida, económicamente explotada y socialmente excluida.
– Aquí no cambió nada-
Tanto el capitalismo rentístico como el neo-rentismo socialista terminaron siendo dos expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista, sustentado en la exportación intensiva de petróleo crudo, sin ningún grado de transformación industrial. Estas dos caras de la misma moneda funcionaron a la perfección mientras la renta petrolera creció de forma sostenida y resultó más que suficiente para financiar el proceso de acumulación y la inversión social.
En ambos casos, el reparto de la renta no se limitó a objetivos de desarrollo económico y social, sino que derivó en un instrumento de dominación para mantener el apoyo político que necesita el gobierno de turno para aferrarse al poder. Así, la inversión social y productiva de la renta se desnaturaliza y termina siendo un premio a las lealtades políticas. La dominación se logra a través de un sistema de premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos, comprar la simpatía de los indecisos y castigar o disuadir a los adversarios.
Por todo esto, el ciclo socio-político denominado chavismo o revolución bolivariana se quedará en la historia como una manifestación más del modelo extractivista-rentista que prevalece en Venezuela desde que apareció el petróleo en la vida nacional. Chávez desplegó un discurso populista para despertar la conciencia social de las clases populares y excluidas como copropietarios de las riquezas de la Nación: “para acabar con la pobreza hay que darle el poder a los pobres”, “ahora Pdvsa es de todos”, “yo también tengo mi gota de petróleo”, fueron algunas de las consignas que más contribuyeron a sembrar esta idea de empoderamiento en el imaginario colectivo.
El llamado a utilizar la renta en función del desarrollo económico y social no tuvo éxito porque el propio Chávez exacerbó al extremo las patologías y perversiones del modelo extractivista-rentista.
Sus logros sociales terminaron mediatizados y pulverizados por una práctica política que hizo cada vez más dependiente del comportamiento errático de la renta petrolera los avances en la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social. Lejos de blindar al país a través de fondos para el ahorro e inversión del excedente petrolero, impuso la creación de fondos para gastar toda la renta, sin ahorrar nada para encarar los duros tiempos de escasez que le siguen al colapso de los precios del petróleo.
– El nuevo sujeto político –
Al igual que el capitalismo rentístico, el neo-rentismo socialista se sustentó en el extraordinario poder político, económico y social que le otorgó el control de la renta petrolera. Este modelo confunde el Estado con la sociedad y a la Patria con el Gobierno. Asume que desde el entramado del Estado burocrático se representa el interés social, a pesar de las enormes contradicciones que la sociedad tiene no solo con el mercado, sino también con el Estado.
Hoy como ayer los gobernantes de turno criminalizan la crítica leal y comprometida con el interés nacional y la desvirtúan como conspiración y traición a la patria. En medio de esta tensión, crece una ciudadanía cada vez más consciente, que no ve las cosas en blanco y negro, y no cae en esa manipulación. Se trata de un creciente sector que no se considera chavista, pero tampoco de oposición. Es una marcha silenciosa que critica la violencia de las guarimbas como instrumento político, pero también se opone a la violencia que pretende criminalizar y silenciar, no solo a los opositores, sino también al pensamiento crítico que cuestionó las creencias limitantes que desgastaron su Revolución:
Creer que estatizar es socializar
Confundir mercado con capitalismo
Pensar que al distribuir la renta se está erradicando la pobreza
Afirmar que por definición los pobres son chavistas y los ricos opositores.
Las medidas económicas son antipopulares
Generan un alto costo político
Pueden originar una crisis de gobernabilidad
Todo esto ha dado origen a la conformación de un nuevo actor sociopolítico que crece a expensas del chavismo y la oposición descontentas. No son tan ingenuos como para creer que el simple cambio de gobierno que se derive del RR automáticamente va a erradicar los problemas de escasez, acaparamiento y especulación que azotan a la población.
Saben que es mucho lo que hay que reconstruir y que no será tarea fácil ni rápida. La reconstrucción nacional requerirá mucho esfuerzo, diálogo y capacidad para lograr grandes acuerdos, más allá de las cúpulas del gobierno y la oposición.
En todo caso, el cansancio de la ciudadanía con las cúpulas políticas que pactan a sus espaldas se comienza a expresar en la emergencia de un nuevo actor político que levanta nuevas banderas de lucha:
Conjurar la amenaza de una confrontación violenta entre los fanáticos de ambos lados que se obstinan en una gran batalla final.
Referendo Revocatorio como derecho constitucional y no como una concesión a las cúpulas políticas de la Oposición.
Trascender el bipartidismo del PSUV-MUD que negocia a puerta cerrada los derechos constitucionales de toda la ciudadanía.
Reforma Constitucional para acortar el período presidencial a 4 años con una sola reelección.
Articular los movimientos ciudadanos en un nuevo sujeto socio-político para la reconstrucción económica, social, política y moral de la Nación