Venezuela

El apagón. Ya nada volvió a ser igual

Si bien hubo otros apagones posteriores, fue el primero, por prolongado y a fin de cuentas sorpresivo para la población, el que tuvo un peso social y emocional mayor

Apagón
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Hace un año Venezuela vivió lo que sería el primero de varios apagones que afectaron a todo el país. El 7 de marzo de 2019 quedó en la memoria colectiva como el día del apagón. Si bien hubo otros apagones posteriores, fue el primero, por prolongado y a fin de cuentas sorpresivo para la población, el que tuvo un peso social y emocional mayor.

La crisis eléctrica se venía anunciando desde hacía tiempo. Eso es cierto. Pero en medio de una crisis humanitaria, que tiene a la mayoría de la población en condiciones precarias de por sí, ¿qué tipo de previsiones podían tener los venezolanos para hacerle frente el anunciado colapso del servicio eléctrico?

Tener baterías, equipos electrónicos cargados, linternas, agua potable almacenada, comida enlatada, entre otras recomendaciones, era sencillamente un listado propio de una película de Hollywood, no un asunto real y accesible para los venezolanos. No había manera de que la mayoría de la población en Venezuela, viviendo y accediendo diariamente a lo que se va a comer ese día, tuviera capacidad para prepararse para un apagón nacional prolongado.

El apagón nacional de 2019, y sus sucesivas réplicas en las semanas siguientes, efectivamente había sido pronosticado por diversos expertos eléctricos. Iba a suceder, y sucedió. Ya el país había tenido la experiencia de cómo se fue apagando el estado Zulia. Los zulianos padecieron, antes de marzo del año pasado, de una crisis eléctrica severa, que se ha prolongado en el tiempo hasta convertirse en una suerte de enfermedad crónica.

Todo cambió

Después del 7 de marzo de 2019, en la vida cotidiana de las grandes mayorías, ya nada volvió a ser igual. Una vez develada por completo la gravedad del colapso eléctrico nacional, ya el régimen no tuvo ningún reparo en aplicar un prolongado esquema de racionamiento que tiene varias particularidades.

Desde hace un año, en Venezuela, salvo Caracas, la electricidad falta de forma cotidiana en los hogares. Apagones de 2, 4 6 y hasta 12 horas son usuales en el país. El régimen hace un esfuerzo por evitar que los cortes de electricidad lleguen a Caracas, pero cada cierto tiempo no lo logra. En el resto del país estar sin luz es algo común.

El esquema de racionamiento, en medio de la desinformación y la fragmentación noticiosa que vivimos, no tiene ni hora ni fecha en el calendario. La luz se puede ir en cualquier momento y por más que se hagan predicciones en cada hogar, en realidad no sabemos cuándo va a regresar. Ya el régimen no da explicaciones de por qué no hay luz.

La falta de electricidad constante con la que se vive fuera de Caracas ha puesto al desnudo la crisis generalizada de los demás servicios públicos. Para la gran mayoría, quedarse sin luz es también quedarse sin agua potable; quedarse sin luz es igualmente quedarse sin Internet en hogares y oficinas, y en muchísimos casos también sin datos o señal de telefonía móvil.

Plantas y generación eléctrica

En muchos sectores residenciales y de oficinas, con poder adquisitivo, se han instalado plantas para la generación eléctrica. Más allá de la contaminación sónica y ambiental que se genera, dado que todas estas plantas son instaladas de forma desordenada, pensando solo en la generación eléctrica y sin medir cabalmente su impacto, está el tema del combustible que necesitan estos equipos para operar.

Colocar una planta eléctrica en estados como Zulia, Táchira, Mérida o Lara, entre otros tantos, representa otro dolor de cabeza. Cómo acceder a la gasolina cuando ya hay una escasez de combustible y surtir a un vehículo puede representar entre de 2-4 horas a 2 días, según sea el lugar en que se viva.

Ha transcurrido un año desde el apagón y el poder no ha implementado un plan serio y ordenado para tratar de revertir el colapso eléctrico. No parece estar entre las prioridades oficiales garantizar que este servicio funcione cabalmente para los venezolanos.

Una ciudadanía a la expectativa de cuándo se va la luz y qué impacto le genera esta falla en su vida cotidiana, una ciudadanía abocada a resolver los problemas cotidianos, es sin duda más beneficiosa para un sistema cuyo objetivo es el control de la población.

Un año después, la vida de millones de venezolanos ya no es igual.

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