A finales de noviembre, las reservas de China sumaban 3,43 billones de dólares, su nivel más bajo desde febrero de 2013 y en baja de 87.200 millones de dólares respecto al mes anterior, indicó la Administración de Estado encargada del mercado de cambios (SAFE).
En total, estas reservas han caído en 404.000 millones de dólares desde principios de año, aunque sigan siendo las mayores del mundo.
En parte, ello se debe a las fluctuaciones en el mercado de cambios, que redujeron en unos 30.000 millones de dólares el valor de los haberes chinos en otras divisas –euros, yenes–, según estima Julian Evans-Pritchard, analista de Capital Economics.
Pero también obedece a las políticas de Pekín para sostener a su divisa.
Pekín sorprendió a los mercados mundiales en agosto al devaluar súbitamente el yuan frente al dólar en un 5%, explicando que había modificado su sistema de cálculo de la tasa de referencia de su divisa.
La decisión generó desconfianza y presiones negativas sobre el yuan (también llamado renmibi), lo que obligó al banco central chino (PBOC) a intervenir activamente para sostener y estabilizar su moneda, comprando yuanes con dólares u otras divisas procedentes de sus reservas.
Esta estabilidad era considerada crucial a la espera de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) diera luz verde a la inclusión del yuan en la canasta de divisas de la institución, algo que hizo a fines de noviembre, dándole así el estatuto de moneda de reserva.
– Evitar salida de capitales –
Para evitar fugas incontroladas de capitales, Pekín impone fuertes restricciones a los movimientos de fondos hacia el exterior, y controla su propia divisa: el yuan solamente puede fluctuar ante el dólar en un margen del 2% en torno a una tasa-base oficial.
Pese a esas restricciones, los flujos de capitales siguen saliendo de China por diversos canales, alentados por la degradación de la coyuntura económica y por la anticipación general de una depreciación gradual del yuan.
Estas salidas de capitales están también alimentadas por la creciente divergencia de las políticas monetarias de China –donde el PBOC multiplica las flexibilizaciones monetarias para estimular la economía– y Estados Unidos, donde la Reserva Federal prevé subir próximamente sus tasas, haciendo más atractivas las inversiones en dólares.
Pero ahora que el FMI aceptó integrar el yuan en su canasta de reservas, algunos operadores pensaban que China podría dejar que su divisa se debilitara, reduciendo así sus intervenciones.
Pero el analista Julian Evans-Pritchard no cree en esta posibilidad: «Aunque un yuan depreciado estimula la competitividad de los exportadores chinos, el PBOC teme que una depreciación demasiado fuerte lastre los esfuerzos de Pekín por extender el uso del renminbi en el mundo y para reequilibrar su economía», asegura.
Tampoco hay que olvidar, en este contexto, que las autoridades chinas han prometido «una libre convertibilidad» del yuan antes de 2020.
En fin, las reservas de oro de China se estimaban a fines de noviembre en 59.520 millones de dólares, contra 63.260 millones un mes antes, según la SAFE, debido a la caída de las cotizaciones del metal amarillo.