«¡Que se cancele la orden!», afirmó Trump en un mensaje por la red Twitter. «Boeing está construyendo un nuevo 747 Air Force One para futuros presidentes, pero los costos están fuera de control, más de 4.000 millones de dólares«, afirmó.
De inmediato, las afirmaciones se extendieron como pólvora entre los medios de comunicación y la atención creció cuando el mismo Trump bajó al vestíbulo de la torre que lleva su nombre en Manhattan para hablar con los periodistas que hacen guardia.
«Creo que es ridículo», afirmó Trump refiriéndose al elevado coste del programa para fabricar el nuevo modelo del Air Force One.
«Queremos que Boeing haga un montón de dinero, pero no tanto», agregó el presidente electo, que no suele aparecer ante los periodistas que están a diario en la Torre Trump siguiendo sus reuniones para la formación del gobierno.
Los portavoces de Trump no han dado detalles sobre cómo llega a esa cifra el presidente electo, aunque dieron a entender que incluye la fabricación de dos unidades del avión presidencial y el gasto necesario para el programa de investigación y desarrollo.
Pero, en principio, las cifras dadas por el presidente electo no coinciden con las de Boeing.
En un comunicado tras estallar esta polémica, la firma aeronáutica, con sede en Chicago, indicó que actualmente está en vigor un contrato por 170 millones de dólares vinculado con el desarrollo del nuevo avión presidencial.
Esa suma será utilizada para «ayudar a determinar las capacidades de esta compleja aeronave militar que se adaptan a los requerimientos únicos del presidente de Estados Unidos».
«Esperamos trabajar con la Fuerza Aérea en fases posteriores del programa que nos permitan entregar los mejores aviones presidenciales con el mejor valor para el contribuyente estadounidense», agrega el comunicado de Boeing.
La Casa Blanca dispone actualmente de dos unidades del Air Force One, modelo 747-200, que tienen más dos décadas de servicio. La idea es que sean reemplazados por dos Boeing 747-8, el nuevo modelo, con más autonomía de vuelo y un tamaño ligeramente mayor.
Medios locales apuntan que estas dos unidades tienen un costo de unos 1.650 millones de dólares, por lo que se desconoce cómo ha podido llegar Trump a esa cifra de 4.000 millones que dio a conocer el martes.
Según los números del Departamento de Defensa, se ha planificado reservar cerca de 2.800 millones de dólares para el desarrollo del programa del nuevo avión presidencial, con partidas que serán entregadas hasta el año fiscal de 2021.
Jason Miller, uno de los portavoces del equipo de transición presidencial, no ofreció detalles al respecto cuando fue consultado por los periodistas en el contacto telefónico diario, pero insistió que el objetivo es «reducir los gastos del Gobierno».
«El mensaje es claro: vamos a intentar reducir la carga de los contribuyentes», agregó el portavoz.
Pero Miller no precisó si había contactos del equipo de transición presidencial o de Trump mismo sobre este tema con Boeing o con el contratista, la Fuerza Aérea, y si la idea es eliminar por completo la fabricación de los nuevos modelos.
Tampoco se ha informado si, en caso de que se cancele la orden, las penalidades que puedan existir si se rompe el contrato.
La polémica que inició Trump con su tuit ha conseguido opacar, provisionalmente, la que se arrastra desde los últimos días después de que se conociera que había tenido un contacto telefónico con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen.
Esa llamada, dada a conocer el viernes, generó una ola de críticas porque se rompía una tradición de limitar los contactos con el Gobierno de Taipei para, entre otras razones, no generar hostilidades con Pekín, el único gobierno chino que reconoce EE.UU.
Los analistas políticos estadounidenses suelen recordar que Trump es amigo de desatar una nueva polémica para acallar o derivar la atención de otra anterior, y así lo ha hecho en varias ocasiones durante la última campaña electoral.
De momento, el anuncio de Trump estaba castigando a Boeing en Wall Street, ya que sus títulos estaban perdiendo un 0,7% a media sesión.
Trump suele utilizar en sus desplazamientos un avión propio, modelo 757-200 con enormes letras de su nombre en el fuselaje. Lo compró en 2010 al cofundador de Microsoft Paul Allen, por unos 50 millones de dólares, y destinó 10 millones más para renovarlo.