Unas de las primeras revisiones de la política exterior estadounidense de la administración Trump, ha sido la de la política comercial y el relacionamiento del país con terceros dentro y fuera de los Acuerdos de Libre Comercio. El presidente Trump ha establecido una relación de causalidad a priori, difícil de probar en muchos casos, en tiempos de globalización y de incremento de las cadenas globales de valor, entre los acuerdos comerciales suscritos en el pasado por los EE.UU, a nivel bilateral y multilateral (Organización Mundial del Comercio-OMC), y la perdida de empleos en los EE. UU.
Específicamente, la medida que incrementa los aranceles al acero y aluminio no afectaría a Canadá y México (por mantener vigente con los EE.UU un TLC), siendo el caso que estos dos países proveen, cuatro veces, mas en el caso de Canadá y dos veces más, en el caso de México, el acero que exporta China a los EE. UU. Igualmente hay otros 108 países de los cuales EE. UU importa el acero. Otros grupos de países afectados son: la Unión Europea, segundo proveedor de acero; Corea del Sur, tercero y Japón el sexto, estos dos países aliados de los Estados Unidos en la región del pacifico.
Detrás de la aplicación de toda medida comercial de la magnitud de la adoptada por los EE. UU, por sus efectos no solo en el comercio y la economía, sino en las relaciones bilaterales, hay siempre un trasfondo político. Aplicarla o no, como en el caso de las medidas de salvaguardia comercial, es una decisión que por su incidencia reposa en la mayoría de los casos, en la máxima autoridad política de un país.
En el trasfondo político entran elementos como la mayor o menor cooperación de China en el tablero de juego nuclear con Corea del Norte, y en otros escenarios donde están involucrados otros países que afectan la seguridad nacional estadounidense, pero sobre todo una visión a largo plazo del peligro que representa un país que está prácticamente fabricando una porción importante de bienes tecnológicos que pueden asegurarle nuevas formas de ejercitar el poder en el futuro, como en el caso de China.
Otro hecho importante es que ambos países son potencias económicas que compiten por espacios de poder y que hoy día contribuyen con casi el 40% del Producto Interno Bruto mundial. Estados Unidos con el 24% y China con el 14%. Estados Unidos es la primera economía del mundo, pero hay estimaciones que posicionan a China en el primer lugar para el año 2024.
Por otro lado, otra señal de alerta muy válida para la administración Trump es que China lanzó un plan para que en el año 2025 casi todos los productos consumidos en China sean “Made in China”. De esto ocurrir, China se haría mas fuerte a costa del comercio y las inversiones de otros países, en especial las de Estados Unidos.
Un hecho que ha molestado mucho a la administración Trump ha sido la flexibilidad de China en el cumplimiento de la normativa de Propiedad Intelectual. No solo debido a la piratería, sino también en la exigencia que China aplica a las empresas extranjeras de constituir empresas mixtas con el fin de exigirles una transferencia tecnológica a empresas chinas.
Otros temas también han sido críticos en la relación. Hay estudios de universidades estadounidenses que indican que el comercio con China ha eliminado mas de 2 millones de puestos de trabajo en razón de exportaciones chinas en las cuales están presentes prácticas de dumping laboral y ecológico, entre otros factores, y que desplazan por su bajo costo a producciones locales estadounidenses. La manipulación de divisas por parte de China en los mercados mundiales para debilitar al dólar y el gran déficit en la balanza comercial que afecta a EE. UU y que casi alcanza los $ 350.000 millones, también suman.
En este escenario de posible guerra comercial, a China le conviene buscar espacios para negociar con los EE. UU. No hay duda que de continuar una escalada en el conflicto, China podría verse mas afectado en el corto plazo, pero también los Estados Unidos en el mediano plazo. En los términos de los teóricos estadounidenses Keohane y Nye, ambos países son interdependendientes (mutua dependencia), y para China la medida estadounidense en este momento produce un efecto de sensibilidad (generación de una respuesta inmediata para balancear efectos negativos) y no de vulnerabilidad (generación de una respuesta inefectiva que no incide sobre el desbalance y mantiene los mismos efectos negativos en la relación), pero si la escalada no se detiene ¿Quién pierde? ¿ambos serán vulnerables?
Veamos con números por qué ambos países son interdependientes, y por qué en primera instancia la medida estadounidense genera sensibilidad para China, pero no vulnerabilidad.
Ambos países son interdependientes en términos relativamente equilibrados porque en el caso de EE. UU, según cifras de la OMC, 8,1 % de sus exportaciones se dirigen a China siendo su cuarto destino de exportación. China es el principal origen de las importaciones estadounidenses en un 22%. Para China, Estados Unidos es el principal destino de sus exportaciones acumulando un 19%. Las importaciones de origen estadounidenses en China acumulan un 9,2%, ocupando el cuarto lugar en origen. Es decir que para ambos países el comercio bilateral es importante. En materia de inversiones extranjeras, según cifras de la UNCTAD, ambos países acumulan respectivamente, el mismo porcentaje y nivel en el stock de inversiones (nivel acumulado de inversiones de un país en otro) al 2017, 34% y mas de $ 6 trillones
China tiene alternativas para evitar la vulnerabilidad. Podría también limitar las importaciones estadounidenses, sobre todo las agrícolas que pesan muchísimo en el lobby político estadounidense, limitar la compra de vehículos estadounidenses, disminuir el creciente numero de turistas en los Estados Unidos que generan miles de millones de dólares anuales en ingresos y manipular el mercado bursátil con transacciones de bonos estadounidenses.
Es decir, que ambos países tienen herramientas para dañarse mutuamente, aun cuando en principio el país que pareciera tener mas que perder es China. Pero aparte de todas las causas subyacentes en esta potencial guerra comercial que pudiera arrastrar a muchos países del mundo son los consumidores y varios productores los que llevarían la peor parte.
Los consumidores de un lado y del otro, verían incrementar el precio de los productos. También los productores verían incrementar el costo de los insumos que importan y que usan para incorporarse a las cadenas mundiales de valor, incrementando el precio de los productos finales, y por consiguiente perdiendo mercado por no poder competir con los precios. Hay algunos cálculos que indican que esta medida podría proteger 10.000 puestos de trabajo en el sector del acero, y a su vez poner en peligro 500.000 puestos de trabajos vinculados con sectores manufactureros y transformadores relacionados con las importaciones del acero en los EE.UU, que verían incrementar sus costos y perder competitividad en los mercados globales.
El escenario ideal es que se apostara de nuevo a los mecanismos multilaterales vigentes en el marco de la OMC. China entró a la OMC en 2001 y dentro de la OMC hay mas posibilidades que cumpla con las normativas y principios del comercio internacional, que fuera de ese ámbito. Ambos países han ventilado en conjunto mas de 32 casos haciendo uso del mecanismo de solución de controversias de la OMC. Pareciera que, en esta oportunidad, no hay ninguna desventaja que se ventile este nuevo caso en la OMC y así evitar que la escalada se lleve por medio a consumidores, productores, importadores, exportadores, empleos, etc.]]>