Cuota extraordinaria
Desde siempre, cada vez que asistía a las reuniones de condominio, salía con la impresión de que, al final, éstas terminaban siendo una representación micro, de lo que ocurría a nivel macro en Venezuela.
Desde siempre, cada vez que asistía a las reuniones de condominio, salía con la impresión de que, al final, éstas terminaban siendo una representación micro, de lo que ocurría a nivel macro en Venezuela.
Cinco o cuatro vecinos, por lo general, los mismos de siempre, dispuestos a escuchar a la Junta de Condominio -a la que todos critican- pero, con la que nadie colabora. Si no es fácil poner de acuerdo a los copropietarios o inquilinos de un edificio, imagínense lo que podemos esperar para el país. Y eso no ha variado mucho, a pesar de los tiempos que corren -en los que debemos ser mucho más proactivos, comprometidos y solidarios.
Por eso, para mí, las reuniones de condominio son el mejor ejemplo de cómo nos comportamos los venezolanos cuando se requiere nuestra presencia para resolver problemas o situaciones complicadas que ameritan consenso: somos evasivos, tenemos excusas y esperamos que “alguien haga algo”, porque somos fanáticos de la frase: “la verdad es que no entiendo por qué aquí nadie hace nada”; una postura muy crítica que jamás pone en riesgo la comodidad de quien la expresa. No es que “aquí nadie hace nada”. No es que “nadie reacciona”. Es “qué estoy haciendo yo para cambiar esta situación y aportar soluciones”.
Sin embargo, la hiperinflación ha hecho que la frecuencia en las convocatorias de la junta de condominio haya aumentado; y la participación de copropietarios e inquilinos, esté superando el quórum. Sin duda alguna, el Whatsapp ha jugado un papel fundamental porque con el grupo Vecinos, podemos enterarnos –muy rápidamente- del problema, sus consecuencias, el costo de resolverlo, la cortísima vigencia del presupuesto y cuánto aumentará si no lo aprobamos de inmediato.
Así se vive en hiperinflación: como si estuviésemos participando en una carrera. Buscando el mejor precio porque de un proveedor a otro, la variación puede ser significativa y, de un día para otro, lo estaremos pagando mucho más caro.
Los edificios que ya tienen sus añitos están viviendo el drama propio de las personas de edad que requieren un poco más de cuidados, remedios y atenciones. A los inmuebles, por el desgaste propio del uso, también les salen sus achaques. En este momento, cuando los ingresos de las familias no están alcanzando ni para cubrir la canasta alimentaria, los imprevistos o gastos extras generan una crisis presupuestaria. Y es allí cuando renegamos y nos lamentamos de que la vida útil de las cosas no sea infinita. Por eso, cuando en el grupo Vecinos, la Junta informa sobre un nuevo problema, la reacción inmediata es: apretamos el bolsillo.
Los repuestos de ascensores, el motor de las puertas eléctricas, el pago de los camiones cisternas, la reparación de las filtraciones, las rupturas de las tuberías de aguas negras, la impermeabilización de la azotea, sustituir las lámparas dañadas, comprar bombillos para iluminar las áreas comunes, los detergentes para que la conserje limpie y hasta las bolsas negras para depositar los desechos alcanzan hoy unas cifras astronómicas, que solo pueden ser costeados con el aporte de cuotas extras.
Otra palabra que he escuchado mucho en estos tiempos hiperinflacionarios que corren es “jerarquizar”, que no es otra cosa que decidir qué se reparará primero y qué, de lo que también está dañado, aguanta “un poquito más”. Haciendo malabarismos para evitar que el edificio o la casa o el carro se vuelvan el cacharrito o el cascarón que siempre evitamos tener, porque antes, el “mantenimiento preventivo” era una palabra que podía incluirse con frecuencia en el presupuesto familiar o empresarial.
Suena el timbre del grupo Vecinos y la palabra “Urgente” precede a “Reunión”. ¡Se quemó la “brequera” de la bomba de agua! Escribe, acompañando con emojis de angustia, la presidente de la junta. Las fluctuaciones de voltaje y la falta del “vital líquido” provocaron este nuevo problemón. Qué si ya se pidieron los presupuestos: tres diferentes para ver cuál es el mejor. Qué si nos tardamos, nos aumentan. Que el repuesto es genérico, hecho en China; pero, aguanta y es más barato. Qué si no los instalamos rápido, no podrán poner el agua; pero, que para poder poner el agua primero debemos contratar una cisterna… Dejo de leer, respiro hondo, tomo de nuevo el teléfono y escribo: “¿ya saben de cuántos millones es la cuota extraordinaria?”