El principal problema económico para la familia venezolana hoy es encontrar alimentos y otros productos básicos, especialmente a precios regulados, que puedan ser comprados con los magros salarios de quienes tienen trabajo. Los que juntan un poco más de ingreso, acuden al mercado negro, ese próspero negocio que florece cuando las economías colapsan en medio de controles imposibles y represión a la iniciativa privada.
Las largas colas que fuerzan la barra y la paciencia cada día de la gente se han vuelto como una enfermedad crónica, un tumor a flor de piel con el cual cuesta vivir.
Uno de los principales asuntos en torno a la escasez es la falta de expectativas positivas. En efecto, hay pocas razones para creer que en los próximos meses mejorará el abastecimiento de los bienes esenciales, muchas menos para creer que se detendrá esa espiral inflacionaria en la que los precios no paran de crecer.
Hay razones de fondo por las cuales se sabe que no sólo se mantendrá la escasez, sino que aumentará: las dos fuentes de oferta para el mercado interno están por el suelo, tanto las importaciones como la producción interna.
Cifras de gremios industriales como Conindustria y Fedecámaras indican que el sector manufacturero trabaja al 42% de su capacidad instalada y por estos días ocho de cada 10 líneas de producción en las fábricas están paralizadas por falta de dólares para comprar materias primas, insumos o componer maquinarias dañadas.
Falto de ingresos, el gobierno no tiene dólares que vender al sector privado, ni siquiera para pagar directamente a través del Banco Central las deudas acumuladas con proveedores internacionales. Y a esa gente, si no se le paga no envía más cargamentos.
El propio ministro de Industria y Comercio, Miguel Pérez Abad, reconoció en una reciente entrevista con la agencia Reuters que las importaciones han caído este año en 60% con respecto al año pasado. Sólo se destinarán $16.000 millones para estas compras internacionales, una cifra bastante pequeña para este país que produce muy pocas cosas además del petróleo.
Estos datos del ministro superan de lejos los de analistas de Bank of America, que en marzo pasado señalaron que en el último trimestre de 2015 las importaciones ya habían caído 58% con respecto a lo que se compraba hace tres años, y de mantenerse esa tendencia la caída sería de 31%, hasta $35.300 millones en todo 2016.
Para tener una idea, en 2012, en medio de la fiebre de las elecciones con el candidato presidente Hugo Chávez, las compras internacionales sumaron $52.000 millones. O sea, este año tendremos que arreglarnos con un tercio del dinero que teníamos hace cuatro años para hacer mercado en otros países.
Lo más dramático es que ese recorte de importaciones de productos básicos, desde alimentos hasta medicinas y tratamientos contra el cáncer, ayuda a conseguir plata para pagar, como un clavel, la deuda externa. Es decir, se beneficia al capital financiero internacional por encima de las necesidades de los propios venezolanos.
La Cámara del Transporte del Centro (Catracentro) calcula que el servicio de transporte en los puertos del país está a 10% de su capacidad, gracias a esa caída de las importaciones y a la parálisis del sector industrial.
Estadísticas oficiales de Brasil muestran fuertes derrumbes en todas las importaciones desde Venezuela en los primeros cuatro meses de este año, con una caída promedio de 61% en dólares.
Las mayores bajas están en alimentos: -73,66% para las carnes de res sin hueso; -54% en carne de pollo, -63% en leche entera en polvo y -66% en reses vivas.
El chavismo había privilegiado la compra de esos bienes a productores internacionales, en medio de acuerdos políticos y comerciales que dejan jugosas comisiones. Ahora, sin suficientes petrodólares y enormes deudas acumuladas con empresas brasileñas, no se puede mantener ese flujo.
Por su parte, las compras a nuestro principal proveedor, Estados Unidos, se desplomaron 37,2% en el primer trimestre de este año, según cifras de Venamcham, la Cámara de Comercio e Industria binacional. Ya en 2015 esos negocios habían bajado 17%.
Otras señales que no necesitan venir del cielo confirman que la escasez y el desabastecimiento van a complicarse.
El economista Luis Vicente León, de la prestigiosa firma Datanálisis, explicó la semana pasada en rueda de prensa reseñada por El Estímulo que la escasez de productos básicos promedia 82,8% en los comercios de la ciudad de Caracas, mientras se agotan los inventarios de la familias.
Como todos saben, Caracas ha sido privilegiada por las autoridades cuando se trata de racionamiento, ya sea de luz o de productos de Mercal… ya ustedes saben como están las cosas fuera de la capital.
El 67% de los encuestados por Datanálisis señala que compran total o parcialmente su cesta básica en el mercado negro, es decir, con los mal llamados bachaqueros, donde los precios se multiplican en al menos 10 veces respecto a lo que marcan los empaques regulados que nunca aparecen ni en las redes del gobierno.
“El precio es el marcador de abastecimiento”, dijo León resumiendo un principio básico de la economía, el de la oferta y la demanda en la determinación de cuánto vale algo.
Para finales de año el experto prevé que el ingreso de los venezolanos haya perdido 40% de su poder de compra, cifra que parece quedarse corta ante la realidad del día a día.
82% de los consultados dice que siempre encuentra colas a la hora de comprar y 96% consigue pocos o ninguno de los productos que busca. Leche, azúcar, café, aceite y salsa de tomate son los artículos más escasos.
La menor variedad de productos y de marcas “significa una reducción severa en la calidad de vida y en la capacidad de selección”, dijo León.
Lo curioso es que el mismo estudio arroja que solo 22 de cada 100 personas cree en las palabras del presidente Nicolás Maduro al momento de explicar la escasez, mientras 88,9% le cree más al archirrival del chavismo, Empresas Polar.
Para la gente, las razones de la escasez son falta de producción (25,8%); la falta de soluciones por parte del gobierno (20,1%); y los problemas de divisas (17,8%).
“Dos tercios de los venezolanos (65,9%) indican que el control de precios genera escasez en Venezuela”, este es un dato revelador, pues va contracorriente del discurso oficial que atribuye la tragedia del venezolano común a una supuesta guerra económica. Para 71,8% ese argumento bélico es “poco o nada creíble”.
71% culpa al gobierno del desabastecimiento, 88,9% cree que el gobierno debe poner a producir sus plantas y 87,6% dice que se debe apoyar al sector privado. 91,8% cree que las empresas expropiadas producen menos.