Salud Mental

Danny Socorro: "La depresión no se cura con buena actitud y el suicidio no es de valientes"

En Venezuela solo 7% de las personas que sienten problemas buscan ayuda. Eso es tan alarmante como lo es el hecho de que la tasa de suicidios en el país siga en aumento. La estigmatización, el tabú y la falta de políticas complica aún más el problema en una sociedad que está "profundamente herida"

danny socorro
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¿Por qué la gente se suicida?, ¿de verdad son valientes quienes lo hacen?, ¿se puede evitar?, ¿cómo? Hace muchos años que estás preguntas dan vuelta en la cabeza de investigadores y psicólogos, así como amigos y familiares de personas que experimentan intentos suicidas o que lamentablemente consiguen quitarse la vida. Hace ya 100 años que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, trataba de explicar esta experiencia tras la identificación de dos tipos de pulsos que mueve a todo ser humano: la pulsión de vida y la pulsión de muerte.

Para dar un ejemplo simple, la pulsión de vida se nota en las personas que pueden recibir un diagnóstico terminal y que a pesar de ello siguen viviendo y pensando en proyectos y futuro; mientras que del otro lado, la pulsión de muerte se entiende como la necesidad de regresar a lo inanimado y tender a la disolución de lo vivo, esta pulsión es la que gana en una persona que intenta o logra suicidarse.

En Venezuela, la pulsión de muerte viene en aumento. Según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), en 2023 la tasa de suicidios en el país subió a 8,2 por cada 100 mil habitantes, 6,5% más que en 2022. Los hombres son quienes más atentan contra su vida (protagonizan más de 80% de los casos) y la depresión es la causa mayoritaria: es el móvil en 86,1% de los sucesos reportados.

Desde el año 2002, Mérida lidera las cifras de suicidio: en ese estado andino, 15,5 ciudadanos de cada 100.000 habitantes se quitan la vida. Le siguen Táchira (13,6 personas por cada 100.000 habitantes), Distrito Capital (13,3), Trujillo (11,9) y Lara (10,2).

Ante esta situación, la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) puso en marcha el Programa de Prevención del Suicidio, una iniciativa para enfrentar este problema de salud pública. A la cabeza del proyecto se encuentra el director de la Escuela de Psicología, Danny Socorro, S.J. Él sabe que el reto que enfrenta no es sencillo, pero también reconoce que hay que empezar a buscar soluciones activas.

En este proyecto, Danny Socorro se embarca respaldado por todo un equipo compuesto de profesores y estudiantes que han decidido tomar acción y dejar de ser sólo expectadores. El Programa de Prevención del Suicidio ya tiene sus primeros avances. El primer «Campamento Psicosocial 2024», que se llevó a cabo el pasado 18 y 25 de febrero en el páramo merideño de Santo Domingo, arrojó los primeros resultados del estudio, y aunque aún falta mucho camino por recorrer, Socorro sabe que es un camino que puede salvar vidas.

En una entrevista para El Estímulo, Danny Socorro enfatiza que para poder hablar del suicidio, se debe hablar de salud mental, y que la idea en la prevención del suicidio es cultivar la salud mental.

Aunque el suicidio es un fenómeno que puede afectar a cualquier persona en el mundo, ¿el aumento de la tendencia de la tasa de suicidio en Venezuela responde a un problema local, o se alinea con una tendencia mundial?

En Venezuela tenemos una fotografía donde están dos componentes importantes que caracterizan al venezolano y que están articulados entre sí. Uno de ellos es que los venezolanos somos considerados personas resilientes, pero al mismo tiempo, es que los venezolanos estamos profundamente heridos. y eso puede desencadenar en un mayor número de suicidios en el país. Esto nos lleva a mirar con lupa una serie de indicadores para darnos cuenta de lo multideterminado que es este fenómeno en Venezuela.

La salud mental del venezolano está afectada por muchas situaciones. Un elemento recurrente es el duelo migratorio. De acuerdo los datos de Psicodata, un 75% de los venezolanos está muy afectado por esta situación. Además, tenemos por otro lado altos niveles de estrés, y cuando jerarquizamos de dónde proviene ese estrés notamos que el tema económico se convierte en el principal estresor. Todo esto hace que eso se genere un caldo de cultivo en el cual se suman características personales, situaciones familiares y situaciones contextuales que pueden ser muy difíciles de enfrentar.

En Venezuela nos preocupa la falta de estadísticas oficiales. El Observatorio Venezolano de Violencia depende de diferentes fuentes para sus reportes y es posible que nos estemos quedando cortos.

Muchas veces podemos pensar que estamos ajenos a ciertas cosas, pero ¿a quién le puede afectar el tema del suicidio?

Me gusta empezar a relacionar al venezolano herido con este tema, porque en primer momento se cree que el tema del suicidio es para la gente que está deprimida, que tiene un trastorno de personalidad, para gente que tiene un cuadro psicótico o una sobredosis. Y sí, esta población puede ser más vulnerable, pero eso no implica que no nos pueda pasar a cualquiera de nosotros, cuando estamos en situaciones donde nos sentimos profundamente desbordados, donde el sufrimiento puede más y se nos ha despojado de todo tipo de esperanza.

Hablas de factores estresantes como la migración y la situación económica como posibles detonantes, entonces ¿cómo poder cultivar una mejor salud mental si este contexto se mantiene?

Necesitamos con urgencia políticas públicas sobre el tema que ayuden a la población a sobrellevar las situaciones. En este momento no las hay. Ante esto, debemos gestionar por nosotros mismos nuestra salud mental. Hay algo muy importante a nivel individual y a nivel familiar y es que la gente sienta algún tipo de apoyo, porque las situaciones detonan más cuando una persona se siente absolutamente solo, incomprendido, en donde no ve otra salida.

Hay un típico mito sobre el suicida en el que los demás aseguran que es valiente y no, no es valiente. Allí lo que se quiere es apagar el sufrimiento que lo desborda tanto que no sabe qué hacer con ello.

Es muy importante conversar sobre estas cosas. Desde que como Escuela de Psicología no hemos metido en esta situación, hemos podido captar una cantidad de testimonios que dicen «necesito ayuda» y que antes no lo ha buscado porque cada uno estaba metido en su mundo. Lo primero es abrir la mente, abrir los esquemas y saber que el suicidio no es la única salida, y que todos debemos buscar lugares seguros y personas seguras.

¿Cómo reconocer esos lugares y esas personas seguras en las que apoyarse?

Son personas con las que yo pueda hablar, con las que pueda desahogarme, con las que pueda conversar y sacar mi sufrimiento. Cuando uno puede conversar, cuando uno es capaz de expresar el sufrimiento que se tiene, el solo hecho de darle nombre y apellido a esas emociones, ya estamos ante un 50% de parte de la curación.

El hecho de tener unos lugares seguros, sentir que alguien me escucha, me comprende, no me juzga si yo soy capaz de poder ser escuchado y sentir que al final se valore mi vida, es fundamental. Por eso es parte de la campaña el poder sensibilizar sobre el tema.

En Psicodata reportamos que solo el 7% de la población venezolana busca ayuda o acude a algún ente gubernamental cuando se le presenta un problema, por lo que muchas veces el único apoyo es la familia.

¿Y todas las familias en verdad son buenas para escuchar?

Fíjate, cuando uno va entrevistando a personas con intentos suicida o ideación suicida, una de las cosas que más aparece son muchos conflictos intrafamiliares. Se generan en nuestra familia etiquetas muy fuertes y humillantes entre hermanos, padre e hijo o amigos. El tema de identificar ovejas negras en la familia es un tipo de autoprofecía cumplida. Se señala la oveja negra y la persona actúa como oveja negra. Allí la familia pueda que no sea un aliado, pero no implica que no pueda llegar a serlo.

Considero que hay mucho desconocimiento, más que mala fe, o sea creo que nadie en su sano juicio quiere que un familiar pase por una situación de esta. Entonces, ¿cómo actuar cuando alguien se acerca a pedirte ayuda? Hay una cosa que es sumamente sencilla y compleja al mismo tiempo, que es incluso hasta muy cotidiana, pero por supuesto tiende a pasar por debajo de la mesa: es el tema de escuchar.

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¿Cómo aprender a escuchar a alguien que te pide ayuda?

Lo típico es que alguien llegue a contarte un problema y solo lo escuches un minuto y luego no le permites hablar y empiezas a dar tu opinión. Eso no funciona.

A mí me gusta un frase del filósofo Zenón de Citio que dice que “la razón por la que tenemos dos orejas y una sola boca es porque tenemos que escuchar más y hablar menos». Entonces, el tema es tener una escucha sin juicio, porque cuando uno comienza a escuchar los relatos en consulta se da cuenta que la sensación del paciente es que es un estorbo para quienes lo rodean. .

Decir algo tan sencillo como, «mira tú vida es valiosa para mí, quiero escucharte y aunque a lo mejor no sé qué hacer, sí te puedo acompañar a buscar ayuda». El tema principal es no juzgar, aceptar la diferencia y aceptar que no siempre tengo la razón. A veces hay en la sociedad exigencia a ser feliz y mostrar la cara feliz y eso lleva muchas veces a no procesar la tristeza o dejarla de lado y quizás eso hace que las personas tengan menos menos capacidad para hablar de cuando se sienten tristes.

¿Cómo reconocer la depresión?

Solo un profesional puede determinar que una persona está pasando por una depresión. El problema es que la depresión conlleva un gran estigma social, entonces muchas veces se oculta y no se habla.

Un paciente depresivo me contaba que se sentía profundamente incomprendido, porque siente que cuando una persona tiene cáncer y pasa por un proceso de quimioterapia, todos a su alrededor saben que está débil, que se descompensa, que hay que atenderla, pero que en su caso, que tiene un cuadro de depresión desde hace mucho tiempo, lo que se le dice es que no pone de su parte, que debe cambiar de acitud y muchos mensajes huecos que lejos de animar, perjudican al paciente. Hay que entender que la depresión no es un tema de actitud, sino que estás delante de una enfermedad que puede llevar a una descomposición bioquímica que te puede superar.

¿Cómo saber si no solo es tristeza y ya es un problema más serio?

El tema es saber cuándo tu vida cotidiana se ve alterada. Si una persona empieza a faltar al trabajo, a no vestirse bien, a bajar sus calificaciones en la escuela, le cuesta dormir, o por el contrario, desarrolla un proceso de euforia, que es la otra cara de la moneda, entonces estamos ante una situación de alarma que debe tratarse

De igual manera, la invitación es ir a terapia, porque todos necesitamos ir a terapia como todos necesitamos ir al odontólogo. Hay que hacerlo periódicamente. Toda persona que quiera mejorar su vida debe revisarse. Hay que revertir mitos como el común que dice que al psicólogo solo va alguien que está loco. Hay situaciones que son más críticas que otras, pero por supuesto que todos necesitamos terapia.

Empezamos hablando del suicidio y la depresión, pero yo quisiera que termináramos esta conversación hablando de la felicidad. ¿Existe, se va hacia ella, se construye?

A mí me gusta mucho una frase de Mahatma Gandhi que dice que la felicidad no es una estación de llegada sino una forma de viajar. La idea es llegar a un estado que en psicología conocemos como bienestar personal y bienestar social. Eso no significa ausencia de problemas, ni ausencia de adversidad, porque muchos se imaginan la felicidad como un estado de absoluto placer, y no es así.

El tema para lograr el bienestar está en lograr que mi vida personal y laboral me apasionen. Es poder amar y sentirse amado por Dios, por la vida, por lo que queramos. Vivir la vida con pasión es lo que marca la diferencia entre la gente feliz y la que no.

Recuerdo una anécdota del padre José María Vélaz, creador del movimiento Fe y Alegría en Venezuela. El contaba que un día llegó a una escuela en construcción de Fe y Alegría en Barinas y se encontró con dos albañiles. Se presentó y les preguntó qué estaban haciendo. Uno de ellos le dijo que estaba pegando bloques, el segundo le respondió que estaba construyendo una escuela. La diferencia está en la perspectiva y en el propósito que se tenga al hacer las cosas. Vivir con pasión y propósito es clave para una vida feliz.

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