Paradójicamente, según recientes y aterradores vaticinios de Stephen Hawking, una inteligencia artificial demasiado autónoma será el último gran evento antes del fin de la humanidad.
Grandes Héroes (Big Hero 6) es el estreno navideño de Walt Disney Animation y estoy convencido de que tiene uno de los personajes más fascinantes del año y seguramente de la historia de la animación: el robot que se espicha. Durante toda la película estuve tratando de recordar qué cosa que he palpado se parece a Baymax. Quizás al puf amorfo en el que me aplasto a ver los partidos de la Champions League en casa de mi amigo desempleado mientras la gente cumple horarios de oficina, y que en realidad es muy malo para la espalda. También hay algo del espíritu del Kung Fu Panda y de su avatar magallanero, Pablo Sandoval (una de las escenas finales también remite a Interestelar, por cierto). No soy experto en las categorías técnicas del Oscar, pero debería dársele el premio a Grandes Héroes en los efectos de sonido por esas vibraciones como de globo de helio. La primera secuencia de acción en la que participa Baymax, y que termina con el robot autorreparándose con teipe, es una pequeña obra maestra.
Por supuesto, Grandes Héroes debe rendir cuentas y complacer gustos estandarizados, y hay giros de la trama que me distancian de ella: ocurre una tragedia porque nunca falta uno que se la quiere dar de bombero, después hay que salvar al mundo de un villano que recuerda la película húngara Mephisto (y déjese de vainas, debería ganar: los que controlen lo minúsculo, la nanotecnología, el bosón de Higgs, la partícula de Dios y toda esa vaina, tendrán la sartén por el mango). En algún momento, tuve la ilusión de que se iba a ir por el tema de las ferias de tecnología. Sin embargo, hay secundarios nerds divertidos. Uno de los nerds tiene 99,99 por ciento de posibilidades de consumir marihuana, aunque eso no se dirá nunca en una película familiar. Si usted se fija en la cartera de la muñequita que es un «huevito pelao» de la química, notará que tiene botoncitos con la tabla periódica. En consonancia con la actual mercadotecnia que prioriza al mercado asiático, la ciudad se convierte en otro personaje: un híbrido de San Francisco (ex San Pandoval) y Tokio.
Por cierto, estimados señores de Hollywood, ¿para cuándo carajo viene la adaptación de Mazinger?
Cuando fui a ver Grandes Héroes en el Centro San Ignacio, me topé con nuevos precios en las caramelerías y con esto: el combo que cuesta un palo, en la saga del misterio del iPhone de los 160 palos:
Baymax está concebido para garantizar el bienestar físico y emocional del humano que le ha sido asignado. Me pregunto si habrá un Baymax capaz de suavizar el estrés de cada nuevo amanecer ante las sorpresas de los precios que se duplican y triplican. O quizás el país está dirigido por un inmenso robot acolchado, táctil, tibio y pegador de Sellotape que nos oculta las cifras de inflación porque en el fondo desea nuestro bienestar y que, en pro del futuro del planeta, solo adquiramos lo molecularmente imprescindible, que también saltará al doble y al triple. El Baymax que nos protege también puede ser el que nos extinga y así nos libre misericordiosamente de nosotros mismos, recuerde al pana Hawkins.