Espectáculos

Frank Underwood entre el hambre y la rutina

House of Cards es como el relato de una pareja: los momentos más electrizantes, la historia que más fácilmente atrapa a la audiencia, están concentrados en la conquista.

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El atractivo narcótico de las dos primeras temporadas de la serie protagonizada por Kevin Spacey es el relato de cómo Frank Underwood se acerca cada vez más al poder, desde «el borde del encuadre» en el primer capítulo de la primera temporada, hasta la oficina oval al final de la segunda. Conseguido ese primordial objetivo, «la primera tarea de una revolución es no dejarse tumbar», Aristóbulo Istúriz dixit.

Mutatis mutandis, los Underwood deben afrontar el manejo grande y pequeño de la Casa Blanca y sus propios intereses, ya no solo frente a las intrigas de Washington, sino a las apetencias de Rusia, Israel y hasta Palestina. A pesar de los intentos por hacerla verosímil, es una «realidad» ficticia que se gana el calificativo de ser «el peor programa sobre política estadounidense en la historia» por el Washington Post porque «las cosas no son así».

Estos trece capítulos de 2015 se concentan en las relaciones entre los personajes, en un tono más íntimo y menos sangriento. Nos presentan más a fondo la dinámica del matrimonio presidencial, la intimidad por encima de la intriga, la primera escena de sexo entre Frank y Claire, su biografía a pedazos. También nos muestran las luchas de Doug Stamper y las consecuencias del manejo agresivo del poder.

Es un alejamiento de la órbita inicial de la historia. Pero es una serie donde los cauces suelen ser retomados, so pena de quebrar la lógica interna –como apunta el portal VOX calificando esta temporada como la mejor y la peor al mismo tiempo-, a pesar de la última escena. El creador del programa, Beau Willimon, admitió que enfocarse en los aspectos emocionales no es tan atractivo pero fue necesario para «no repetirnos».

Por cierto, durante esta temporada, a Frank Underwood -que va envejeciendo en cada episodio- lo retratan varias veces. El presidente ruso Viktor Petrov (un evidente Putin con todo y sus Pussy Riot) lo llama «implacable». En el capítulo 8, la reportera Kate Baldwin dice que el Presidente «continúa ignorando precedentes, convenciones y, alguno diría, la ley (…) Los críticos han sido duros y sin embargo muy pocos se atreven a calificar a Underwood como lo que realmente es: un tirano». Ciertos paralelismos son a gusto del consumidor.

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