Espectáculos

La primera gozadera hace dos décadas (Parte II)

Cuando Los Amigos Invisibles firmaron el contrato de lo que iba a ser su disco debut con una multinacional como EMI Music, hubo una especie de emoción en el under caraqueño.

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Desde su participación en el Festival Nuevas Bandas 1991, donde Julio Briceño no cantó porque se encontraba en Canadá, la banda también conformada por entonces José Luis Pardo (Guitarra), Armando Figueredo (Teclados), Mauricio Arcas (Percusión), José Rafael Torres (Bajo) y Juan Manuel Roura (Batería), empezaba a tocar en todo el circuito de bares caraqueños.

Programas especializados empezaron a darle cabida a temas como “Nada que decir” o “Pelusa”, ahí empezó la gozadera de esta banda. A Typical and Autoctonal Venezuelan Dance Band fue editado por un sello importante, el mismo que les daría la espalda casi en simultáneo con la llamada que les hiciera David Byrne desde New York porque había comprado una de las 20 copias que había dejado la banda en la gran manzana en tiendas de discos. Que un álbum tuviese un dibujo nipón, escrito en inglés de un grupo que según el título de la placa era de Venezuela, un país suramericano que debería estar en español su presentación. Byrne no se lo pensé, su instinto habló y ahí mismo les llamó para firmarlos con Luaka Bop, su disquera naciente.

Lo que más destaca de este disco es la fuerza y distorsión de las guitarras de “Cheo”, temas como “Porno Song” o “Dialecto divino” dan cuenta de una banda que venía del circuito rock pero tenía otros elementos latinos, fiesteros, experimentales que se alimentaba de la noche caraqueña y su vínculo con el sonido europeo de las pistas discotequeras. En términos coloquiales Los Amigos Invisibles tenía una propuesta malandra y arriesgada. «Boogaloo Pa’ Los Panas» y «Acid Jazz De Las Mujeres Locas» se jactaban de su variopinta fórmula sonora.

La banda está a punto de cumplir 25 años de trayectoria, en el mes de mayo estarán girando por Venezuela como parte de su show acústico, disco que planean lanzar este año con invitados especiales y desde su A Typical and Autoctonal Venezuelan Dance Band editado en 1995 no han parado de tocar como una de las bandas de culto más interesantes de Latinoamérica.

Desde la ciudad de Miami el propio Julio Briceño hace un pequeño recuento de este disco marcó el principio y devenir de un rumbo musical donde la gozadera es el piloto que guía a la banda.

– ¿Qué recuerdas del lanzamiento de este disco en la época?

– Una emoción enorme que una disquera grande te prestara atención, en este caso EMI Music. Yo tripeaba que estábamos en el mismo sello donde The Beatles había lanzado sus primeros discos. Además que veníamos de tocar en New York como nuestra primera experiencia internacional en dos barcitos y veíamos que la gente reaccionaba chévere a nuestras canciones. EMI tenía su maquinaria de prensa y promoción, así que nos salieron unos conciertos en El Poliedro con Enanitos Verdes y Zapato 3 y después uno con Los Pericos que fue como el más masivo, así que sentíamos que eso venía mucho de la mano de EMI. Recuerdo que Eladio Mora del departamento de TV de EMI nos puso a tocar en todos lados, sobre todo en el programa Frecuencia Latina del canal 8 que lo pasaban los sábados. Eladio tripeaba que a nosotros no nos importara salir en esos programas y nos llamaban como rellenos, pero salíamos a nivel nacional, masivo, en un programa que competía con Sábado Sensacional. Luis Laya y Luis Enrique Pulgar nos ayudaron bastante.

– ¿Cómo ves el disco ahora en retrospectiva?

– Fue un disco muy importante. Ahora lo veo muy teenager a nivel de producción porque lo estábamos produciendo nosotros mismos en conjunto con Boris Milán de MadBox, donde éramos bastante necios y tercos. Sigo sintiendo que era un disco distinto a lo que estaban haciendo las bandas en ese momento y eso es lo que le da su catchy. Cabe destacar que ese disco fue el que escuchó David Byrne (Talking Head) y fue con el que nos firmó para su disquera. Sentía que esta banda estaba haciendo cosas bien actuales, modernas y arriesgadas dentro del rock latino. Esa mezcla de acid jazz, funky, sonido Santana, decía que también escuchaba cosas de los Beastie Boys, el house. Era básicamente lo que queríamos lograr. Digo que tiene cosas teenagers porque se grabó con demasiado velocidad, no trabajamos con click porque era lo que transmitía la banda en ese momento.

¿Alguna anécdota de su grabación?

Casi que nos convenció Boris Milán de grabar porque nosotros ensayábamos ahí en MadBox y él veía cómo estábamos sonando y manejándonos como banda, él fue testigo de esa evolución de la banda y nos regañaba: “ustedes suenan muy duro, tocan demasiado duro”. Con el pasar del tiempo se dio cuenta que la banda tocaba en vivo, tenía sus seguidores y un sonido distinto a lo de las bandas del momento. Entonces no dice “¿por qué no graban un disco?” y nosotros no teníamos dinero para grabarlo. Así que nos dijo que buscáramos un inversionista, nos dejó las horas más baratas y un amigo del colegio, que siempre ha querido estar en el anonimato, nos prestó el dinero para sacar ese disco. Recuerdo cosas técnicas que uno no manejaba, tratando de hacer las cosas bien. De repente inventábamos meterle un flanger a la batería como hacía las bandas de acid jazz o del movimiento de Manchester, distorsión en la batería como los Beastie Boys. Teníamos bastante claro querer sonar diferente a las bandas de ese momento, queríamos tener nuestro propio sonido discotequero, meterle mambo y eso.

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