Espectáculos

La Llegada que nos agarró desprevenidos

La Torre Sindoni ya no es el objeto más extraño de Maracay. No hablemos ya de etéreas invasiones imperialistas: los ejercicios cívico-milicianos Zamora 200 finalmente son puestos a prueba en una situación real.

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Según una película de ciencia ficción postulada al Oscar que se estrenó recientemente en Venezuela, La Llegada (Arrival, del director quebequés Denis Villeneuve), la ciudad desde la que despacha el vicepresidente de la República, Tarek El Aissami, es uno de los 12 lugares del mundo sobre los que se posan otras tantas misteriosas naves similares a silenciosas castañuelas gigantes de 500 metros de altura, junto con una pradera de Montana (no confundir con el otro yo de Miley Cyrus) en Estados Unidos, Siberia, el Mar Negro, la isla japonesa de Hokkaido, el mar cercano a Shanghai, el Brexit, Groenlandia, Australia, Paquistán, Sierra Leona y Sudán.

¿Por qué Maracay y no Mérida? Arrival deja numerosas inquietudes sin contestar, entre ellas esa, así como el papel que juega un pajarito metido en una jaula.

Quizás a los visitantes de otro lugar del universo no les interesa sembrar el caos en capitales de países, pero hay excepciones (Jartum, en Sudán). Los científicos de la película especulan que las naves llegan a lugares con menos expectativas de descargas eléctricas atmosféricas o en los que la cantante Sheena Easton pegó hits, lo que es una manera de decir que carecen de teorías concluyentes. Quizás los extraterrestres buscan lugares en los que puedan entenderse con el poder militar. Es significativo que la Rusia de Putin sea visitada hasta por dos naves, y que la Europa continental o los grandes del mundo árabe hayan sido olvidados.

Muy poco más se dice en la película sobre la llegada a Maracay, más allá de que se reportan disturbios (lo predecible). Los venezolanos estamos más ansiosos que de costumbre por saber cómo se nos mira afuera.

Pero más importante que eso es lo que Arrival hace preguntarnos a los venezolanos acerca de nuestros enterrados procesos de descentralización. ¿Qué es Maracay hoy, más allá de algunos iconos fácilmente reconocibles: los Tigres de Aragua, las bases militares, Juan Vicente Gómez, la Maestranza, el monumento con un avioncito que te recibe en su entrada, un zoológico seguramente abandonado? ¿Qué se hace hoy en Maracay, además de sobrevivir y emigrar? ¿Qué conocimiento se produce hoy en Maracay? ¿Sirve de centro a algún movimiento cultural?

Arrival puede ser una película tan trascendente como decepcionante. Una de las cosas que me frustra, de entrada es que uno no puede contar mucho sin arruinarle la experiencia cinematográfica al espectador. Hay que decir que la puesta en escena de Villeneuve, acompañada por una banda de sonora de Johann Johansson a medio camino entre cantos guturales tibetanos y el disco más sollado de Radiohead, es sobrecogedora: la primera secuencia que muestra a la nave completa sobre Montana es para contaminar los pantalones con primitivos residuos humanos.

Por una parte, Arrival es una propuesta realista y acorde con las más recientes especulaciones sobre la vida extraterrestre. Una de las personas que más sabe de cine de ciencia ficción y horror en este país, Gonzalo Jiménez (@GonzaloMJimenez), recordaba recientemente que, a medida que se ha ido superando la barrera tecnológica de los efectos especiales, los diseñadores artísticos se han ido liberando más y más del estereotípico alien con un cuerpecillo más o menos antropomorfo (Alf, ET, etcétera).

Sin embargo, los científicos coindicen en que necesariamente la vida inteligente en este universo debe cumplir unos requisitos indispensables: un tamaño mínimo que necesariamente no puede ser microscópico; algo parecido a un cerebro central; unos órganos sensoriales; unas extremidades.

Algunas de las especulaciones de Arrival son extremadamente válidas: por ejemplo, que nuestro lenguaje determina la estructura de nuestro pensamiento, y que lo más complicado de una visita extraterrestre podría ser establecer comunicación con otro paradigma de la realidad. Además, los que lleguen a la Tierra se toparán con un liderazgo que dista de estar unificado (ni hablemos de cómo podrían traducir los alienígenas el signo de exclamación de los tweets  de Donald Trump).

Por otro lado, Arrival corre el riesgo de extraviarse en los terrenos de la fantasía y el melodrama. No es posible que una nave visitante tenga una “composición química desconocida”, pues lo elementos son los mismos en todo nuestro universo (a menos que provenga de uno paralelo), o que se violen las reglas generales del espacio-tiempo.

En todo caso hay un componente humano que le da unicidad a la película: Amy Adams, en un papel crucial como lingüista civil. Es una actriz hermosa, sensible, no tengo dudas de que con un buen gusto y una inteligencia superiores, y además, extremadamente creíble. Quizás sólo ella salva a los terrícolas de la nave desmesurada en la que se desplaza la ingenuidad de Villeneuve.

Paquistán, digámoslo de una vez, hace un aporte lingüístico mucho más relevante que Maracay para descifrar el mensaje que emiten las 12 naves visitantes.

Alguien nos hizo llegar un fotograma aislado con una de las pocas representaciones de lo que se trasmite desde el estado Aragua al comando central terrestre: algo así como una unión cívico-militar ineficiente (un militar perplejo en primer plano, y algo como un hombre en guayabera blanca, al fondo, quizás Tarek o Diosdado Cabello), que no produce ningún conocimiento útil para la humanidad:

notaaLEXIS

En todo caso, Arrival deja abiertas unas cuantas lecciones interesantes, por ejemplo aquella de que el lenguaje es el primer arma usada en un conflicto, lo que queda como una enseñanza para la MUD a propósito de la redacción del comunicado de los acuerdos de la mesa de diálogo de noviembre en el que el gobierno le metió de contrabando a Carlos Ocariz palabras como “sabotaje”, “desacato” y “personas detenidas”.

Otra posible interpretación es que, cuando resulta inútil plantear una salida de fuerza, irremediablemente no queda más remedio que el intercambio de experiencias y la negociación. Los extraterrestres han aprendido a usar la más zurda de sus múltiples patas para entenderse con los Tarek El Aissami del mundo: quizás tendremos que aprender a ser flexibles sin quebrarnos como el bambú.

Quizás la clave para resolver la tragedia de Venezuela es encontrar, tipo Arrival, a los que puedan visualizar escenarios de futuro sin presumir de charlatanes o profetas. O a lo mejor todo se resuelve con una letra del grupo Guaco: maracayera, yo quiero ser tu confesor y tu confidente.

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