Espectáculos

Así es el nuevo poder de "Mulan", la guerrera de Disney

200 millones dólares invirtió Disney en la versión en acción real de "Mulan", una de sus historias animadas más queridas. La pandemia obligó a cambiar los planes y su estreno se hizo este viernes 4 de septiembre por la plataforma Disney+. Aglaia Berlutti ofrece aquí algunas claves para entender mejor el renovado furor por la "mujer guerrera"

Mulan
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Mulan se ve en el reflejo del arma de su padre y de pronto todo el dolor, la angustia y la verguenza familiar se resumen en su mirada seria y sobria. Los fanáticos adultos recordarán la misma escena en la película animada y lo emocional que resultó ver al personaje, atravesar una ciénaga de angustia y desconcierto hasta encontrar su lugar en el mundo, en las aspiraciones familiares y en su mirada sobre el papel que una mujer podía ocupar en la china medieval. Pero Niki Caro dota a la secuencia de un ingrediente de poder que asombra y emociona.

La reinvención de «Mulan» en carne y hueso es algo más que un homenaje de enorme valor visual a la versión animada de 1998 dirigida por Tony Bancroft y Barry Cook. Es también una aventura poderosa a través de la identidad, el poder de la voluntad y algo más significativo que la mera idea de una mujer que rompe las barreras que intentan contenerla. Para bien o para mal, la Mulan del nuevo milenio es una figura formidable destinada a encarnar varias metáforas a la vez.

Por supuesto, también es una película para un público mucho más adulto que su primera llegada a la pantalla grande. La versión de Caro no tiene las maravillosas canciones que hicieron famoso al film animado, ni tampoco los momentos de comedia que hicieron reír a toda una generación. Eso no es obstáculo para que la directora pueda crear un recorrido extraordinario a través de la percepción de Mulan como símbolo  -que lo es la mayor parte del tiempo- pero también la versión real que pudo ser o como imaginamos, pudo haber sido.

En realidad, «Mulan» es una celebración al poder personal, la individualidad y a cierto tipo de mirada sobre lo femenino, que va más allá de la noción sobre el género para hacer un importante énfasis en la connotación del individuo. La hija de un gran hombre caído en desgracia por avatares del destino (esa connotación tan asiática sobre la importancia de la predestinación), es también una brillante mujer que construye su futuro y lo concibe a base de una combinación de reflexión, una mirada inquieta sobre la necesidad de comprenderse más allá del ámbito paterno y al final, un héroe de sus principios. Como personaje, Mulan gana en profundidad, en emoción y en matices, lo que sin duda es uno de los grandes logros de la película.

Es evidente que Disney tomó algunas decisiones importantes, basadas en las críticas mixtas que han recibido la serie de remakes live action que hasta ahora llegaron a la pantalla grande.

Desde el excesivo -y para muchos innecesario- naturismo de “El Rey Leon” (2019) de Jon Favreau hasta la simplicidad argumental de “La Bella y la Bestia” (2017) de Bill Condon, las producciones basadas en los grandes clásicos familiares del estudio tuvieron que soportar el escrutinio de un publico que creció con las películas de animación más populares y a las que otorgaron un lugar privilegiado en el imaginario de su infancia. A las producciones se les acusó de trivializar el mensaje central, de hacerlo más consumible y en el peor de los casos, de solo trasladar desde el mundo de la animación al real las historias más queridas de la factoría del ratón Mickey, lo que hizo preguntarse a medios especializados y a buena parte de los fanáticos, hasta dónde era necesario una reinvención semejante.

En diciembre del 2019, un artículo de Indiewire se preguntaba si los revivals de los clásicos de Disney eran la manera más evidente y cruda de la compañía de obtener dinero “a costa del amor y la nostalgia”.

La empresa no respondió directamente a las críticas, sino que durante la campaña de promoción para su canal por suscripción streaming Disney Plus, dejó entrever que el nuevo mundo de películas y personajes era una dimensión inédita de su contenido más querido y valioso, adecuado a nuevas sensibilidades y audiencias.

El mensaje fue más que evidente en medio de la discusión alrededor del polémico casting de la venidera versión live action de “La Sirenita” dirigida por Rob Marshall: la actriz y cantante afroamericana Halle Bailey fue escogida para encarnar a la icónica Ariel, lo que despertó críticas y malestar entre los fanáticos, que se preguntaron en voz alta si las futuras producciones estarían destinadas a romper los cánones estéticos y conceptuales de las historias más queridas de la compañía. Disney siguió sin responder de manera directa.

No obstante, “Mulan” puede ser un resumen de la forma en que el estudio planea continuar con sus proyectos basados en los clásicos más importantes en su archivo y una manera elegante de resolver la cuestión concreta sobre el lenguaje y método que utilizará en el resto de las producciones.

El film de Niki Caro es una experiencia cinematográfica épica y también, un cuidadoso homenaje a la película de 1998, de la que conserva el poder de una historia que se basa en esencia, en la manera en que la narración logra sostener la tensión y la empatía del público hacia el dilema del personaje.

La “Mulan” del 2020 no solo lo logra, sino que además, se convierte en un dialogo fluido y de enorme interés emocional con las cuestiones más intuitivas que hacen de la versión original una de las películas preferidas de la compañía. Con un tono más cercano a “Crouching Tiger, Hidden Dragon” (2001) de Ang Lee, es evidente que los guionistas Rick Jaffa, Amanda Silver, Lauren Hynek y Elizabeth Martin tomaron la interesante decisión de analizar el poema original en que se basan ambas narraciones: hay mucho de la obra The Ballad of Mulan, que versa sobre el espíritu indomable de una mujer cuya mayor aspiración es sostener la dignidad de su familia por sobre las pruebas que el destino impone sobre ella.

La directora de fotografía Mandy Walker (Hidden Figures) crea una tensión visual basada en los colores y en el slow motion que podría resultar incómoda, a no ser por la evidente referencia al cine tradicional chino. Incluso, los guionistas y la directora se toman la salvedad de convertir las escenas de batalla y lucha en preciosos escenarios alegóricos, cargados de una poderosa percepción sobre un tipo de belleza directamente relacionado con los ideales asiáticos sobre el honor, el dolor, el arrojo y el coraje. Las tonalidades carmesí ondean bajo un cielo gris mientras el ejército invasor avanza en medio de una mirada extraordinaria sobre su poderío y contundencia. Pero la cámara sigue a Mulan, como un estandarte de lucha que abandona su figura de mujer en combate para alzarse como metáfora de la necesidad de todo un país de enfrentar al sufrimiento y a las pruebas más rigurosas del destino que le espera.

Mulan

Sobre todo, “Mulan” es una historia acerca del espíritu humano: la familia de la guerrera no es un simple contexto o apoyo humorístico, sino que se sostiene sobre una serie de cuestiones de enorme dureza y emotividad, para narrar lo que la cámara o el guion no muestra. Caro tiene la suficiente habilidad para mostrar con pequeños detalles el amor familiar, la connotación sobre el valor de las grandes decisiones y los lazos familiares que unen a Mulan con su familia.

Por supuesto es la actriz Yifei Liu la que lleva el mayor peso de la historia: su Hua Mulan, es una mujer intelectual y espiritualmente libre, lo que el guion y la dirección ponen en relieve con amplias secuencias abiertas y luminosas. La cámara sigue a Mulan mientras ella intenta encontrar un sentido a su vida en mitad de sus reflexiones diarias, del debate interno que debe soportar y al final, su audaz decisión. La actriz le brinda una profunda belleza espiritual a un personaje en esencia idealizado y varias de las mejores partes de la película, forman parte del diálogo interior de Mulan con todas las mujeres -posibilidades- que le habitan. Una inteligente percepción sobre la pluralidad emotiva e intelectual de una mujer que nació para liberar en lugar de someterse.

Tzi Ma brinda al padre de Mulan, el viejo Zhou, una dimensión amable que le convierte en un centro de referencia para todo lo que ocurrirá antes o después en la película. Caro tiene especial cuidado en crear una versión de la relación entre padre e hija que justifique las acciones de Mulan y es ese detalle lo que sostiene su recorrido hacia sus momentos más gloriosos. Mulan encuentra en su padre un refugio, un motivo para luchar y también, una forma de entender su propia fortaleza.

El resto del elenco es una interesante combinación de registros y miradas sobre el amor, el miedo, el bien y el mal: desde el emperador encarnado por el actor Jet Li hasta el villano Bori Khan (Jason Scott Lee) y su cohorte femenina Xianniang (Gong Li), la película desborda una concepción sobre la idea de la batalla moral antes que la real, que asombra por su contundencia.

Sin excesivas pretensiones, “Mulan” apela a lo mejor del clásico e incorpora una percepción adulta sobre el deber moral y espiritual. Todo en medio de una concepción de la aventura basada en un recorrido por espacios poco transitados por películas que asumen la valentía como eje central de su planteamiento. Con el extraordinario soundtrack de Harry Gregson-Williams (que no iguala, aunque lo intenta, al de Jerry Goldsmith) la película tiene momentos extraordinarios y de una ternura asombrosa, que combinados con los de acción, sostienen un argumento simple que, sin embargo, tiene poco de sencillo. Quizás, lo más sorprendente del nuevo rostro de la “Mulan” cinematográfica.

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