Espectáculos

José Tomás Angola: Mi ménage á trois con "César y Cleopatra"

El actor, director y dramaturgo se aventuró a un ambicioso montaje de la obra de George Bernard Shaw que se estrena el 1 de julio en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño y le invitamos a escribir sobre su curiosa relación pasional con esta pieza / Por: José Tomás Angola

César y Cleopatra
Ygnacio Narea
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George Bernard Shaw (1856-1950) forma con William Shakespeare y Oscar Wilde, el triunvirato sagrado del teatro inglés. Ganador del Premio Nobel en 1925, Shaw fue un desenfadado e irónico crítico de su tiempo. Para él, el humor era un arma para desmontar las hipocresías y desnudar las poses pacatas de una sociedad que en privado no lo era. Cuando escribió “César y Cleopatra” en 1899, aún no era la figura estelar del teatro anglosajón en la que se convertiría durante la primera mitad del siglo XX.

Autor de piezas tan celebradas y representadas como “Pigmalión” (llevada al musical y al cine como “My Fair Lady”), “El discípulo del diablo”, “La Comandante Bárbara” o “Santa Juana”, Bernard Shaw exploró los diálogos inteligentes, llanos y casuales, directos y satíricos, para tocar temas tan polémicos en su tiempo como el divorcio, el adulterio, la guerra, el imperialismo o las relaciones entre hombres maduros y mujeres jóvenes. Él mismo no escapó del escándalo. Socialista, agnóstico, libre pensador, pero también machista y ególatra, su vida es un compendio de contradicciones siempre bañadas con sarcasmo. No por nada su epitafio, que él mismo redactó, pone: “Yo sabía que si me quedaba mucho tiempo por aquí, algo así ocurriría”.

Llegué al teatro de Shaw siendo niño y de una manera accidental. Mi papá tenía en su biblioteca las obras dramáticas completas del irlandés. Unos libros viejos, de cuero, sin dibujitos, por lo que jamás entenderé qué fue lo que me llevó a leerlos.

Como éramos familia de clase media apretada, cuando mi hermana creció nuestro cuarto fue para la señorita de la casa, y la biblioteca de mi papá se convirtió en la habitación de mi hermano y mía. Eso sí, sin sacar los libros. Así que teníamos esos estantes con decenas de libros como decorado. Me leí todas sus obras, que pasan de las cincuenta. Y me leí sus prólogos fantásticos. Shaw era tan egomaníaco que escribía unas introducciones casi tan largas como sus piezas para explicarlas. Pero el tiempo ha hecho que esos ensayos, divertidos, descarnados, desfachatados, sean tan buenos como su propio teatro.

Dividía sus obras por ejemplo en “Comedias agradables” y “Comedias desagradables”. Y a “César y Cleopatra” la metió en la categoría de “Comedias para puritanos”. Nunca una definición estuvo tan acertada. La obra es la radiografía de una relación de poder y ambición, entramada con la historia de pasión y amor entre un conquistador del mundo en sus cincuenta años y una jovencita reina que apenas llega a los veinte. Un antecedente del moderno “sugar daddy” pero entre romanos y egipcios, entre eventos históricos reales y la ficción política. Era algo sin duda para los puritanos de su tiempo, hipócritas y falaces. Pero también para los nuestros. De allí su vigencia y el por qué hoy es aún un clásico universal.

"César y Cleopatra"
José Tomás Angola es César: «un conquistador que usa el humor para gobernar»

Cuando tuve experiencia, arrestos, atrevimiento y ganas de perder dinero produciendo teatro de arte, Shaw estuvo en mi mira. Creo que soy quien más obras de Bernard Shaw ha escenificado en Venezuela en los últimos 25 años. Mi agrupación La Máquina Teatro participó en “Denegado” (1912), montada en la Sala Horacio Peterson del antiguo Ateneo de Caracas en el 2000, que luego hizo funciones en Nueva York. En 2005 produjimos “Así mintió él al esposo de ella” (1904) y nos presentamos en varias temporadas en el Teatro Cadafe, el otrora Centro Consolidado hoy BOD, el Teatro Trasnocho, el Teatro Escena 8, el Caracas Theater Club y hasta una gira por el oriente del país hicimos actuando en Puerto La Cruz y El Tigre. Pero algo me faltaba.

En mi opinión “César y Cleopatra” es su obra superior. Decidí emprender su traducción, sin ser un traductor profesional. Pero sentía que en mi lectura, por el conocimiento que tenía, algo podría aportarle si además se asumía que yo sería su director. Cuando tuve el texto y quise trabajar la versión, en el camino recibí la enorme ayuda de Elizabeth Yrausquín de Postalián, para mí una de las dramaturgas de más talento actualmente en el país. Su visión como artista, directora de arte, puestista y productora fue incalculable para lograr un texto moderno que respetase la esencia y los resortes dramáticos y de humor, delicados y sutiles sin llegar a la hilaridad de la risotada, que hacen de la obra una simpática genialidad.

La verdad es que durante 10 años estuve intentando hacerla. Pero Dios, el destino o el propio Shaw que siempre fue un crítico muy entrépito y malcriado, se interpusieron. Quizá era que no tenía la edad que exigía el personaje de César (porque como Shaw también tengo mi ego fastidiando y yo mismo quise hacer ese personaje). Lo cierto es que la pandemia detuvo uno de los posibles intentos por montarla en el Centro Cultural Chacao. Pero en este 2022, todo se alineó, los grandes talentos que me acompañan y tuvieron el tiempo y el entusiasmo para sumarse, los decididos amantes del teatro de arte y la cultura como lo son la Asociación Venezolana de Conciertos, el Centro de Artes Integradas, el Centro de Formación para el Teatro ESCÉNICA, la Asociación Cultural del Colegio Emil Friedman, el Teatro del Buen Paso, la Fundación Asklepión, la Orquesta Sinfónica Venezuela y la Fundación Teatro Teresa Carreño se emocionaron igual que yo y se lanzaron a apoyar este sueño que ahora es realidad.

Adulterios, tríos e historia

Para la historia del teatro venezolano, la primera vez que se representó una pieza de Bernard Shaw en el país fue en 1928. La compañía teatral de la legendaria actriz española Catalina Bárcena, que junto a Margarita Xirgú y María Guerrero era una las grandes estrellas de los escenarios hispanoamericanos de aquel tiempo, estrenó en el Teatro Municipal de Caracas “Pigmalión”. En esta obra, el viejo profesor de fonética Henry Higgins conoce en el mercado a Eliza Doolitle, una jovencita ordinaria, vendedora de flores, y decide tomarla bajo su protección para educarla y convertirla en una dama de sociedad. Pero en el camino se enamoran. Sin embargo Higgins, testarudo y orgulloso, solo busca un triunfo personal al hacerla una dama. Tras lograrlo, ella herida y despreciada se refugia en los brazos de Freddy, un aristócrata que no conoce el pasado de la chica.

Al final Higgins y Eliza quedarán juntos, como era de esperarse en una comedia dramática. Pero aquí la vida y el drama se entrecruzan de múltiples formas para establecer paralelismos de lo más divertidos. Todo muy Shaw. Catalina Bárcena, la actriz que trae “Pigmalión”, y actúa obviamente en el rol de Eliza, llega a Caracas de la mano de Gregorio Martínez Sierra. Éste es un connotado dramaturgo, director y empresario español 9 años mayor que la diva y además, por cosas del destino, su amante. Él está casado pero la relación adúltera tiene ya tiempo.

"César y Cleopatra"
Silvia De Abreu es Cleopatra: «una díscola niña reina que se hace mujer frente a los espectadores»

Este “trío” artístico tiene mucho en común con lo ocurrido entre Bernard Shaw y Mrs. Patrick Campbell, la actriz que inspiró la obra en 1913. El dramaturgo estaba casado pero se enamoró perdidamente de la actriz, que aunque divorciada siempre usó el nombre de su marido. A ella le escribe y le dedica “Pigmalión”. Si bien los biógrafos de Shaw sostienen que la señora de Campbell jamás dejó que la relación pasara del amor platónico, lo cierto es que lo alentó y mantuvo el flirt por años y centenares de cartas. Ella estrenaría la obra como Eliza en Londres y Broadway. Un triángulo entre los personajes de “Pigmalión”, entre los españoles que estrenan la obra en Caracas y entre el autor inglés, su esposa y la actriz a quien le dedica la pieza. Todo muy poco puritano si además lo vemos salpicado del adulterio en la vida real. Podría ser el argumento perfecto para una comedia de equivocaciones.

César, Cleo y yo

Descuiden, no usaré estas líneas para hacer una confesión pública de mi vida privada. Pero de alguna forma acepto que mantengo un “ménage á trois” con estos dos legendarios amantes de la antigüedad.

Cuando Bernard Shaw escribió la obra, explicó en su prólogo que quería enmendarle la plana nada más y nada menos que al propio Shakespeare. Decía: “El Antonio y Cleopatra de Shakespeare debe resultar tan intolerable para el verdadero puritano como resulta vagamente inquietante para el saludable ciudadano común, porque luego de ofrecer un cuadro verídico del soldado aniquilado por el vicio y de la típica ramera en cuyos brazos tales hombres perecen, Shakespeare pone finalmente todo su dominio escénico para conceder una sublimidad teatral al desdichado final del asunto y persuadir a los espectadores bobos de que el mundo había perdido mucho con la muerte de la pareja”. Así que transforma a Cleopatra en una niña ingenua y malcriada en “César y Cleopatra”, no en la veleidosa y lujuriosa ninfómana que el mundo tiene en su imaginario.

El César de Shaw tampoco es el César de Shakespeare. El de éste último es un fracasado que incluso está por debajo de Bruto. Pero para Shaw, César es un semidiós, hasta el punto de compararlo casi con Cristo. Un conquistador que reniega de la violencia, que usa el humor para gobernar, que cree que la política es el ejercicio del perdón y que la pax romana es la idea de la República instaurada de verdad.

"César y Cleopatra"

En cuanto a la relación amorosa entre el romano y la egipcia también se vale del humor para pintarla. En su prólogo escribe: “Me opongo por razones técnicas a convertir el apasionamiento sexual en un tema trágico. La experiencia demuestra que solo es eficaz cuando se lo trata en la vena cómica”. Adelantándose a la “Lolita” de Nabokov, César es un maduro señor en sus cincuenta, tal y como yo tengo ahora, y su Cleopatra es una muchachita “tonta pero hermosa” como le dice en algún diálogo antes de anunciarle que se la comerá en el postre. Pero la relación no extrema hasta lo carnal. Hay tanta diferencia de edad entre ellos que los intereses cambian. Para César, Cleopatra es un proyecto de reina que él deberá forjar. Los avances sexuales son de ella, en su despertar hormonal. La comedia deambula en ese jugueteo de esquivar o caer.

Estoy enamorado de esos dos personajes de allí que me sienta viviendo un ménage á trois con ellos. De este César de Shaw porque después de representar tantos seres atormentados como Macbeth, Hemingway, Van Gogh o el Rey Salomón, me tocaba hacer un divertido “bailarín”, encantador e inteligente. Pero también estoy enamorado de esta díscola niña reina que se hace mujer frente a los espectadores. Un ser que es un gatito, como le dice César, que se acerca solo cuando quiere que la acaricien para el resto del tiempo tener las uñas y las garras afiladas. Por ello debía encontrar una actriz lo suficientemente talentosa, hermosa y provocadora que sin embargo tuviera esa dualidad de niña/mujer. A veces dulce e ingenua, otras ensoberbecida y furibunda hasta el punto de matar, y a pesar de todo seguir siendo adorable y deseable. La conseguí en Silvia De Abreu, actriz que no dudo da un salto cualitativo en este montaje, y de cuya estampa divina y sensual, César y este servidor incorporándolo, no tendrían dudas en caer rendido en sus brazos.

Así que la mesa está servida para un banquete de fino humor, drama intenso cuando toque, amor platónico y amor carnal, ejercicio de política e historia antigua, todo aderezado por un despliegue plástico y artístico inusual en nuestras salas, música original maravillosa y un elenco entregado y comprometido que durante dos horas y media, con su respectivo intermedio, hará delirar al auditorio. Y si usted se siente seducido por este festín orgiástico, pues déjese cautivar. Al cuerpo hay que darle lo que él pida, más cuando lo que pide es… teatro de arte.

«César y Cleopatra», protagonizada por José Tomás Angola – César -, Aroldo Betancourt – dios Ra – y Silvia De Abreu – Cleopatra -, reuniendo a un cuerpo de baile y un gran elenco de más de 20 actores. Se presentará en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño con tres únicas funciones: viernes 1 y sábado 2 de julio a las 5:30 P.M., y domingo 3 de julio a las 4:30 P.M. Entradas a la venta desde $15 en las taquillas del teatro y por www.maketicket.com.ve.

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