Opinión

Esperanza y actitud

Ricardo Adrianza nos invita a ser consciente y alejarse de aquellos que confunden la actitud festiva con la positiva. Y orienta para construir, desde la parcela de cada cual, el mejor modelo para avanzar en una sociedad tan golpeada como la nuestra

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esperanza y actitud
Daniel Hernández

Las dos palabras que encabezan este artículo, esperanza y actitud, son usadas con regularidad en el argot del venezolano. La avalancha chavista ha incentivado su uso, en una población ávida de buenas noticias; pero su uso desmesurado ha provocado en muchos una especie de rechazo inmediato. Yo espero que este artículo no corra con la misma suerte.

Recientemente, he leído muchos comentarios en Twitter, arremetiendo en contra de ambas palabras. Sin embargo, su uso o promoción no son causantes de nuestra desgracia.

Es así como vemos expresiones de hartazgo en contra de coaches por promover la actitud como elemento esencial para enfrentar los baches de la vida, justificándose en que con esperanza y actitud no se resuelven el sinfín de problemas que acompañan a los venezolanos.

Tal vez esa férrea posición cobre cierta lógica en las circunstancias actuales. El nivel de precariedad de los servicios públicos básicos y las interminables colas que vemos a diario en nuestra ciudad en búsqueda de gasolina, además de alarmantes, son detonantes de nuestra incredulidad para adoptar una actitud optimista frente a la vida.

Por otro lado, la actitud festiva de los ciudadanos que se lanzan a las calles en procura del combustible es una señal equivocada de la esencia de la práctica tan mentada de tener buena disposición ante los avatares de la vida. Es realmente frustrante avistar a estos ciudadanos bebiendo en las calles, esperando su turno, y sonriendo a la desgracia de vivir en un país desgarrado en todas sus estructuras. Vivimos en un país que muchas veces aplaude la filosofía de “La vida es bella”, aquella premiada película que muestra como un padre ignora las calamidades de vivir en un campo de concentración nazi – en ese caso justificable y plausible – con la esperanza de que su pequeño hijo no perciba los embates de esa masacre.

Por ello insisto –y me perdonan– que esa “actitud” no refleja en modo alguno las bondades de vivir en positivo. Afortunadamente, existen historias más comprometidas y cónsonas con la práctica de mantener una actitud positiva.

En un modo sencillo, la actitud es el comportamiento que emplea un individuo frente a la vida. Por otra parte, la esperanza es un estado de fe y ánimo optimista, basado en la expectativa de resultados favorables relacionados con eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto. Es decir, esta última es más una emoción que involucra expectativas y definitivamente, al contrario de los que muchos piensan, la esperanza se pierde. Si no, pregunten a los millones de venezolanos que han emigrado a otras tierras.

Por ello, mi mejor mensaje para rescatar a los incrédulos y exaltar la importancia de mantener una actitud positiva en nuestras vidas, lo haré parafraseando la fórmula del valor de una persona propuesta por el consultor español Victor Küppers.

Küppers menciona, en una fórmula que resume el valor de una persona, que la actitud es un factor diferencial en relación con otros atributos, y expresa que la fórmula del valor de una persona es igual a: la suma del conocimiento más las habilidades, multiplicado por la actitud.

En resumen, indica que para tener éxito hace falta conocimiento — eso es indudable, ya que no hay ser más inútil que un ignorante motivado —. El segundo elemento es la habilidad, la cual refleja, entre otras cosas, la experiencia en el enfoque y la ejecución de tareas. Y es indudable que ambos elementos son necesarios para establecer el valor de una persona, pero lo que realmente marca la diferencia es la actitud. De allí que, en la fórmula propuesta, este factor multiplique.

Es claro entonces que la gente podrá reconocerte por tus conocimientos y habilidades, pero siempre te recordará por tu manera de ser. Por tu forma de encarar las situaciones difíciles. Por tu optimismo consciente. Por la forma como miras la vida, y eso querido lector, es el secreto para dejar un legado familiar y en los afortunados que lleguen a conocerte.

Si la fórmula del valor de una persona no los convence de la importancia de adoptar una actitud positiva, les pido que al menos consideren que sin tenerla se hace cuesta arriba dar el primer paso en la búsqueda de una solución.

¡Piénsalo bien! Cuando mantienes una buena disposición nuestra mente da cabida a la buena información y de esa manera, evaluamos con absoluta objetividad lo que nos ocurre y tomamos decisiones acertadas.

Tener una actitud positiva nos permite, además, adoptar una actitud de crecimiento, y eso, sin lugar a duda, tiene un valor irrefutable.

Sé consciente y aléjate de aquellos que confunden la actitud festiva con la positiva. Apuesta por un mejor camino, y construye — desde tu parcela — el mejor modelo que te permita avanzar en una sociedad tan golpeada como la nuestra.

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