O derrotan a la violencia o ésta se los comerá vivos
Año tras año; semestre tras semestre; torneo tras torneo, todos aquellos que nos indignamos por los episodios de violencia hacemos el ridículo, y es que cuando las postales de la furia se pierden en el espejo retrovisor, todos, llámense directivos, periodistas, jugadores e hinchas, retornamos a nuestra batalla particular, esa en la que volvemos a cerrar los ojos y pedimos apoyo para un producto que casi no ha evolucionado. El fútbol venezolano es tan violento como cualquier otro episodio de nuestra vida cotidiana. Son incontables las muestras de intolerancia que se viven en el tráfico, las colas para adquirir medicinas y alimentos, o en la parada del autobús. ¡Hasta en el aeropuerto somos capaces de mostrarnos agresivos! La violencia forma parte del ser humano, y sin las debidas herramientas para contenerla, se llega a una atmósfera como la nuestra, en la que cualquier tontería nos hace estallar. Por ello, lo vivido en el estadio José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz es, como dirían algunos, una mancha más en un tigre.