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Un viacrucis para la paz: así son las últimas horas de Cristo en El Morro de Petare

Cada Viernes Santo, El Nazareno y El Morro de Petare se preparan para recibir a los actores del viacrucis. El respeto por ese día abre espacio para la paz. En esta nota, mostramos lo que ocurre durante el recorrido

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Daniel Hernández

Las estadísticas lo resaltan: los barrios de Petare son una zona roja. Sin embargo, el Viernes Santo la paz se pacta en dos sectores, el Nazareno y El Morro. Esa tranquilidad surge del respeto por la tradición del viacrucis de El Morro, una escenificación que une a los vecinos que desean mostrar los últimos minutos de la vida de Jesucristo.

Un sector del barrio El Nazareno . Fotografía: Daniel Hernández.

Es un clásico. Cada Viernes Santo, entre las tres y seis de la tarde, pasan los actores del viacrucis. No solo se concentran los participantes y los vecinos, sino poetas, fotógrafos, documentalistas y católicos de otras parroquias que quieren ver la procesión de principio a fin.

Jesús de Nazaret es juzgado por las autoridades romanas y judías en la obra teatral. Fotografía: Daniel Hernández.

Es una concentración para exaltar la cultura de una barriada que se ha visto manchada de sangre, pero que tiene más para dar.

Así se ve una simulación de castigo con el látigo. Todo es falso, pero causa emociones ver tanto maltrato físico. Fotografía: Daniel Hernández.

Una pasión que requiere producción

Para que la paz reine en El Morro durante el viacrucis, las condiciones tienen que estar dadas. Por eso, año tras año, existe un trabajo parroquial exhaustivo. Se evalúa que los jóvenes participantes sean de la parroquia y desde enero comienzan los ensayos.

Los líderes religiosos de la parroquia son los encargados de dirigir y apoyar a los actores de la comunidad con el fin de hacer una representación digna de la pasión y muerte de Cristo. Fotografía: Daniel Hernández.

Quienes participan admiten que la pasión de Cristo es tan importante para ellos como para un miembro de la iglesia. Ninguno es actor profesional, pero todos se comprometen a interpretar sus papeles como si realmente volviera ocurrir aquel episodio bíblico.

Las horas de la pasión

Antes de que se den los primeros pasos, unas palabras de los miembros de la iglesia resuenan entre las paredes de las casas. Algunas son de agradecimiento y otras buscan generar reflexión. Una vez terminan, comienza un duro camino de tortura: Jesús recibe sus primeros latigazos de parte del líder romano.

Cristo comienza a caminar por la avenida principal del barrio El Nazareno con dirección a El Morro, una cuesta a 700 metros. Fotografía: Daniel Hernández.
El perro flaco del techo, este can estuvo como espectador desde su casa. Fotografía: Daniel Hernández.

La bulla de los maestros de la ley es ensordecedora. Esta solo disminuye ante el grito del procurador de Roma: «Callen y hagan silencio». Sin embargo, los judíos letrados en la ley de Dios quieren ver a Cristo muerto. Pilatos lo manda a azotar y estos se enfurecen. Los llevan ante Herodes y sus palabras son escuchadas por los habitantes de El Nazareno.

Los fariseos, populares maestros de la ley judía que, según la historia bíblica, fueron quienes decidieron la ejecución del hijo de Dios. Fotografía: Daniel Hernández.
Durante el recorrido Jesús es señalado por los demás actores, lo insultan como si fuera una situación real. Fotografía: Daniel Hernández.

Mientras eso pasa, todos los vecinos presentes están callados. No quieren perder detalle de este momento. Los ojos curiosos ven al joven carpintero de nuevo frente a Pilatos, y como todos sabemos, se lava las manos y no se hace responsable de la vida del hombre justo.

La imagen de la flagelación del cristo petareño hace llorar a una niña amargamente. El dolor se siente real y la pintura roja, que simula la sangre divina, salpica al que esté cerca. En ese instante, El Morro viaja a la Jerusalén donde Jesús caminó por última vez.

Una de las niñas espectadoras de la obra sufre al ver el castigo impuesto a Cristo mientras recibe latigazos. Fotografía: Daniel Hernández.
El soldado romano. Estos jóvenes interpretan a los desalmados militares romanos que fueron vitales en la ejecución de los condenados. Fotografía: Daniel Hernández.

Hasta que caiga la tarde

A partir de una pequeña iglesia, el descenso comienza. Los vecinos de El Nazareno siguen de cerca al cristo, los soldados que lo castigan y los dos ladrones que también morirían. Ante la escena, llora la virgen María: su hijo va al matadero.

La madre de Jesús observa cómo lo llevan al calvario del barrio de Petare. Fotografía: Daniel Hernández.

Estación por estación y caída por caída, la tarde avanza. El barrio está a la expectativa y ese Petare, popular por la violencia y el sonido, se halla sereno. Nadie ofende la obra ni el momento. La gente respeta el trabajo de sus jóvenes actores.

La ayuda de Simón es de gran importancia, Cristo no pudo con él durante el tormento en la historia bíblica. Fotografía: Daniel Hernández.
Detrás del soldado romano se ve parte del barrio el nazareno al caer la luz del día. Fotografía: Daniel Hernández.

La subida a El Morro inicia y hay cientos de personas expectantes frente al viacrucis. Muchos quieren contar la historia de lo que se ve gráficamente, pero se nos pide un poco de distancia. El momento es paradójico, pues muchos no volverán a las cañadas hasta el próximo año.

Los fotógrafos ya son parte del entorno durante la obra, muchísimos estudiantes de fotografía, aficionados y profesionales registran cada año uno de los mejores viacrucis. Fotografía: Daniel Hernández.

Lo que te saca de ese golpe de realidad es mirar arriba, donde otra multitud espera a los actores para presenciar la crucifixión. En paralelo, los niños juegan con sus papagayos porque es el punto perfecto para elevarlos y varios vecinos miran desde sus ventanas.

Cientos de vecinos de El Nazareno esperan en El Morro la llegada de los hombres que van a crucificar. Fotografía: Daniel Hernández.
Diego Rodríguez interpreta al malhechor que critica con ironía a Jesús durante su castigo en la cruz. Fotografía: Daniel Hernández.

Los ojos de todos se van a los ladrones, los primeros en ser crucificados. Después van hacia Jesús, a quien clavan en la cruz en el piso. Algunos fruncen el ceño: es una interpretación, pero parece real.

Los clavos negros con los que crucifican a Jesús. Fotografía: Daniel Hernández.
Cientos de espectadores frente la ejecución de los condenados en la cima de El Morro. Fotografía: Daniel Hernández.

Todo eso pasa mientras María observa a su hijo, abrazada de un apóstol Juan de piel morena y otras mujeres que muestran el sufrimiento.Casi al final, el cielo de Petare se ve más hermoso, luminoso en el momento del castigo.

En interpretaciones anteriores, la noche era fundamental para anunciar la muerte del hijo de Dios. Con el tiempo, esta obra termina un poco más temprano para la seguridad de sus espectadores. Fotografía: Daniel Hernández.

Y ahí entre el dolor de los clavos, la sangre corriendo y la algarabía: es cuando se reconoce el poder de las mínimas casas de un barrio que ya casi pone fin a sus horas de paz.

Muchos van en familia a ver la obra del viacrusis. Son imágenes que quizás a muchos niños hay que explicarles. Fotografía: Daniel Hernández.

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