«Hasta el momento no hemos llegado a ninguna conclusión», subrayó el jefe del comité, Aiman al Muqadem, en una rueda de prensa en El Cairo, saliendo al paso de los crecientes temores de que la catástrofe aérea ocurrida hace una semana se debió a la explosión de una bomba.
Al Muqadem insistió, en la línea del discurso de las autoridades egipcias, en que «los datos preliminares no permiten aún determinar el motivo de la desintegración» del avión Airbus de la compañía rusa MetroJet, que se estrelló con 224 pasajeros a bordo en el Sinaí.
Reino Unido y Estados Unidos han apuntado de forma directa la posibilidad de que hubiera una bomba en el interior del avión, mientras que uno de los investigadores dijo ayer a medios franceses que el ruido de una explosión se oye claramente en las cajas negras.
Al respecto, Al Muqadem sí reconoció que en el último segundo de la grabación registrada en las cajas negras se escuchó «un sonido que requiere un análisis espectral (con un espectroscopio) para identificar su naturaleza».
No se aventuró a precisar si ese ruido puede ser el de una bomba, limitándose a insistir en que «la comisión presta gran atención a todos los posibles escenarios de la causa del accidente».
La desintegración pudo ser provocada -agregó- «por unas baterías en el equipaje de un pasajero, por fatiga en el cuerpo del avión o por la explosión de algo».
El Airbus A-321 se destruyó en el aire 23 minutos y 14 segundos después de despegar el 31 de octubre de la ciudad egipcia de Sharm al Sheij con destino a San Petersburgo y el grupo terrorista Wilayat Sina, la filial egipcia del Estado Islámico, reivindicó en su día el derribo.
La posibilidad de que la aeronave fuera alcanzada por un misil desde tierra es descartada por los expertos, ya que consideran que Wilayat Sina no cuenta con armamento sofisticado como para llegar a los 30.888 pies a que volaba el avión.
Los datos de la altura del avión y el tiempo de duración del vuelo fueron hoy confirmados por el jefe de la comisión investigadora, en la que participan 29 expertos egipcios, siete rusos, seis franceses, dos alemanes y tres irlandeses.
A ellos se suman diez consejeros técnicos de Airbus y uno de la Evaluación Internacional de Seguridad en materia de Aviación. Ninguno de los expertos extranjeros estuvo presente hoy en la rueda de prensa.
Al Muqadem insistió en que las investigaciones continúan y pidió a las fuentes de inteligencia que han filtrado informaciones que provean a la comisión de cualquier dato que pueda esclarecer la tragedia.
Del mismo modo se expresó horas antes el ministro egipcio de Exteriores, Sameh Shukri, quien criticó que a los servicios de seguridad de su país no les han comunicado esas informaciones.
El jefe de la diplomacia denunció también que Egipto «no encontró la colaboración esperada para afrontar el terrorismo» por parte de los países europeos.
Sobre la decisión de muchos países de recomendar a sus ciudadanos no viajar a la localidad turística egipcia de Sharm al Sheij, Shukri afirmó que comprende «la preocupación» pero sostuvo que esta es «precipitada».
El presidente ruso, Vladimir Putin, aceptó ayer la recomendación del Servicio de Seguridad de suspender los vuelos a todo Egipto, no solo a Sharm al Sheij, y ordenó repatriar a sus ciudadanos que se encuentran en el país, unos 80.000.
Esta medida fue adoptada también con anterioridad por Reino Unido, el primer país que apuntó la hipótesis de una bomba, indicando que esta fue colocada en la bodega del avión.
La evacuación de británicos y rusos prosiguió hoy en el aeropuerto de Sharm al Sheij, donde se volvieron a registrar, al igual que la víspera, grandes aglomeraciones de viajeros.
Las aerolíneas británicas y rusas no aceptan maletas facturadas, solo equipaje de mano, lo que está retrasando la operación de retorno, que se desarrolla en medio de grandes medidas de seguridad.
A esto hay que añadir que en el aeropuerto solo están aterrizando los vuelos diarios programados y no los extras fletados al menos por compañías británicas desde ayer para intentar sacar de Egipto lo antes posible a sus ciudadanos.
La confusión reina estos días entre especulaciones sobre las causas del accidente, que todavía siguen en el aire, pero que ante las sospechas de que se trata de un acto terrorista ya han afectado en gran medida al maltrecho turismo egipcio, que en los últimos años se sustentaba en gran medida con los visitantes rusos, que el año pasado dejaron 2.500 millones dólares.