Internacionales

Niza se repone a la barbarie e intenta regresar a la normalidad

El atentado de Niza queda en las mentes, pero sus rastros físicos desaparecen del paisaje de la ciudad. El paseo de los Ingleses, el escenario de la matanza de al menos 84 personas el pasado jueves, reabrió hoy en un paso más hacia la normalidad de una ciudad ensangrentada. Los restos de la sangre de las víctimas del camión conducido de forma brutal por Mohamed Boulhel contra una masa que abarrotaba el paseo marítimo tras los fuegos artificiales del 14 de julio se mantienen en el asfalto y en la acera. Multitud de personas regresan al lugar para espantar los fantasmas de la noche trágica o para rendir homenaje a las víctimas.

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El memorial espontáneo que se había improvisado en el extremo oriental de la avenida con flores, velas y mensajes de apoyo, fue trasladado por personal municipal a un parque vecino, donde podrá mantenerse sin perturbar el tráfico. Pero cualquier lugar es bueno para dejar su huella en el recuerdo. Muchas personas acuden con flores al lugar en el que presenciaron la masacre.

Velas iluminan las manchas de sangre del suelo y en cualquier punto emerge un mensaje de esperanza frente a la barbarie. «Ningún miedo puede con la vida», reza uno depositado junto a un banco público, el mismo en el que menos de dos días antes protegió a algún ciudadano de la muerte que le acechaba en forma de camión. Los nicenses han tardado poco en apoderarse de nuevo de su paseo, la «prom», diminutivo de «promenade», como se le conoce en la ciudad.

Nada más levantadas las vallas que lo rodearon tras la masacre, desaparecido el camión que la provocó y quitadas las lonas que ocultaron el trabajo de la Policía científica en busca de indicios, los ciudadanos ha querido volver al lugar. Por el momento, el carril de tráfico más cercano al mar -el otro está abierto desde ayer-, el mismo por el que rodó durante más tiempo el camión asesino, solo es accesible para peatones. «Bulevar de la muerte», lo bautizaba hoy el diario local Nice Matin. «Ya nunca será lo mismo», señala Sophie. «Necesitábamos recuperar cuanto antes el paseo. Niza vive de cara a esta arteria», declaró a Efe Marylise, vecina de la ciudad, justo después de depositar una rosa blanca en el espontáneo memorial. Para Pierre, que acude de la mano con su nieto, volver a la zona en la que presenció los fuegos artificiales y la matanza es «una terapia», asegura antes de que los ojos se le llenen de lágrimas y apure el paso para no seguir hablando. Niza recupera un paseo que era el último vestigio de la masacre, porque el resto de la ciudad se había apresurado a mantener la rutina pese a la pena que invade a sus vecinos.

Bastaba con alejarse una calle para sumergirse en una normalidad sorprendente, el bullicio de una ciudad turística, abarrotada de extranjeros en estos soleados días de julio. Las terrazas de los bares y restaurantes funcionaban a pleno rendimiento, incluso las de los hoteles de lujo situados frente al paseo, que durante unas horas trocaron la extraordinaria vista del Mediterráneo por las lonas que ocultaban la masacre.

Su playa también ha recuperado a los bañistas, que hasta ahora se conformaban con ir a las aledañas. «Tenemos que seguir viviendo. No hay más remedio», asegura Rémy, que con su sombrilla bajo el brazo acude hacia la playa. Antes, confiesa, dará una vuelta por el paseo de los Ingleses.

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