«¡Fuera Temer!» y «¡Elecciones directas ya!», fue el grito repetido en pancartas y en las consignas de unos 100.000 manifestantes (cifra de los organizadores), que llenaron la neurálgica avenida Paulista de la capital económica de Brasil y sostienen que la destitución es un «golpe» y deben ser convocadas nuevas elecciones.
El Senado destituyó a Rousseff después de hallarla culpable de maquillar las cuentas públicas para ocultar el verdadero estado de la economía brasileña y Temer, que como la mandataria tiene bajísimos niveles de popularidad, asumió el poder.
La protesta cerró con enfrentamientos con la policía, que disparó bombas de gas, según el sitio G1. Otras manifestaciones esta semana terminaron del mismo modo, con destrozos y dispersadas por la policía.
Temer, que viajó a China para participar del G20 horas después de ser juramentado, dijo que las protestas fueron «grupos pequeños y depredadores».
«Son pequeños grupos, parece que son grupos mínimos (…). No lo tengo numéricamente, pero son 40, 50, 100 personas. Nada más que eso. Entre 204 millones de brasileños, creo que es inexpresivo», lanzó el mandatario, citado por medios de prensa.
«El presidente golpista de Brasil dijo que nuestra manifestación tendría cuarenta personas. Aquí están las cuarenta personas, ya somos casi 100.000 en la avenida Paulista«, zanjó Guilherme Boulos, del movimiento de los Sin Techo, que convocó a la marcha junto a otras organizaciones de izquierda.
Algunos manifestantes quemaron un ataúd de madera que tenía dentro un muñeco de Temer. Una señora se paró con un cartel que en inglés decía que «Dilma aún es la presidenta de Brasil».
«Todo este proceso contra Dilma ha sido horrible y por lo que vi hoy creo que puede seguir creciendo porque probablemente hay mucha gente estaba un poco al margen y ahora va a involucrarse contra Temer», dijo a la AFP Rita Gomes, una profesora de 30 años que marchó en Sao Paulo.
La manifestación se realizó en horas de la tarde-noche para no coincidir con el paso de la antorcha de los Juegos Paraolímpicos, que se celebran en tres días en Rio de Janeiro, donde también manifestaron unas 2.000 personas.