“Son 100 días de soledad en el poder”, dijo el profesor de Estudios Internacionales y ex embajador Eloy Torres.
“No ha tenido luna de miel y parece que está aprendiendo a ser presidente”, señaló por su parte Kenneth Ramírez, otro académico, presidente del “tanque” de pensamiento Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI).
Dato duro: la encuesta Gallup, que desde mediados del siglo XX mide la popularidad de los presidentes al cabo de 100 días de gestión, ubica en el foso a Trump: solo 41% de sus ciudadanos lo respalda, frente a 65% de su predecesor Barack Obama, o 56%de George W. Bush, o 55% de Bill Clinton, o el máximo de 71%, del icónico John F. Kennedy en 1961.
Ramírez apunta en primer lugar a la personalidad de Trump: si a G. W. Bush se le llamó “comandante en jefe” al ordenar ofensivas sobre el Medio Oriente, a Obama “analista en jefe” por las extensas explicaciones de sus medidas en política internacional, a Trump se le ha llamado “golfista en jefe”: ha practicado el deporte de los 18 hoyos en 19 ocasiones de relax los fines de semana en estos 100 días.
Dato revelador: había criticado a su predecesor, Obama, por dedicar demasiado tiempo a la práctica del golf, pero lo ha superado.
Trump no gusta de reuniones largas, ni de exposiciones extensas, prefiere las alocuciones breves; son de escaso nivel académico, no controla bien los intríngulis de la Casa Blanca, confía sobre todo en su familia, como su hija Ivanka o su yerno Jared Kushner.
En su crítica a segmentos del establecimiento político sigue hablándole a las bases que le eligieron. El presidente mantiene abiertos conflictos con el opositor Partido Demócrata, pero también con el Partido Republicano que posibilitó su elección, con agencias de inteligencia, y con los medios de comunicación.
Los pleitos con “enemigos del pueblo de Estados Unidos”, como llamó a CNN, The New York Times o The Washington Post, se extienden a los ambientalistas, con los que ha chocado al autorizar los oleoductos Keystone XL y Dakota Access. También hay conflictos en el tema migratorio, que le confrontan con tribunales y autoridades de ciudades que rehúsan colaborar con sus medidas contra inmigrantes.
En política internacional Trump ha tratado de mantener sus mensajes de campaña: contra la inmigración latina y musulmana (restricciones de visas y construcción de un muro en la frontera con México) y, en un lapso muy breve, los que parecían aliados o tolerables compañeros de algunas rutas comunes no lo son: Vladimir Putin al frente de Rusia o el sirio Bashar al-Assad para combatir el terrorismo islámico, en tanto se acerca a algunos antes mal vistos, como el presidente chino Xi Jinping o el populista turco Recep Erdogan.
América Latina permanece como cenicienta en las preferencias de Washington: Trump recibió y almorzó con el presidente Mauricio Macri de Argentina, pero apenas unos minutos con el peruano Pedro Pablo Kuczynski y se han reducido los fondos estadounidenses para la Organización de Estados Americanos (OEA), donde se libra un agónico debate acerca de qué hacer con Venezuela, su democracia y su gobierno.
Torres puso el dedo en llagas de la política doméstica de Trump: intentó desmontar el Obamacare, el programa de salud de su predecesor demócrata, y sufrió una derrota en el Congreso. Buscó detener el ingreso de viajeros desde un grupo de países islámicos y fue contenido por decisiones de jueces. El muro con México –una frontera de más de 3.000 kilómetros– ha sido criticado hasta por conservadores republicanos como Newt Gingrich.
En estos 100 días, en relación con sus discursos de campaña, “se evidencian contradicciones en temas como ambiente, migración, aborto, las relaciones y el modo de tratar temas como Rusia o Siria. Hay disensos en sus equipos, parece sentado no sobre un lecho de rosas sino sobre un lecho de espinas”, subrayó Torres.
Para otro internacionalista y ex embajador, Oscar Hernández Bernalette, en estos 100 días Trump se ha anotado como logros su acción militar decidida en Siria, sobre cuyas bases las fuerzas estadounidenses dispararon misiles Tomahawk en represalia por el empleo de armas químicas, atribuido al asediado Assad; despachar un portaaviones para disuadir a la Corea del Norte que amenaza con armamento nuclear a sus vecinos; y la designación de un juez de su confianza, Neil Gorsuch, para integrar la Corte Suprema de Justicia e inclinar la balanza hacia posiciones conservadoras en temas álgidos para la opinión estadounidense.
Pero arrastra considerables retrasos: el fin del Obamacare fue derrotado en el Congreso, unos jueces detienen sus órdenes sobre migración, su consejero de seguridad nacional Michael Flynn, general retirado, debió dimitir antes de cumplirse un mes de gobierno, por sus lazos con Rusia, el FBI investiga los nexos del equipo de campaña de Trump con Moscú, y el muro con México no progresa.
“Se pensó que Trump iba a superar el establishment político en Washington y no lo ha logrado. Es como si estuviera todavía en un curso de aprendizaje de cómo ser presidente o quizás es que se desempeña con comodidad en medio del caos” , según Hernández Bernalette.
En lo que respecta a Caracas, el experto llamó la atención acerca de la donación de 500.000 dólares que hizo Citgo, filial de la estatal Petróleos de Venezuela, para los actos de investidura de Trump el pasado 20 de Enero: “En la discursiva del gobierno venezolano no aparecía la palabra Trump, siempre criticando al imperio o al Departamento de Estado. Quizá apostaron a una actitud benevolente de Trump . En ese sentido, el aporte de Citgo quizá fueron 500.000 dólares bien perdidos”, dijo Hernández Bernalette.
Finalmente, con respecto a Caracas, un ex embajador en Washington, Pedro Luis Echeverría, destacó que Trump continúa trabajando por la independencia energética de Estados Unidos, por convertir a su país en el mayor productor mundial de hidrocarburos y esa situación rebaja ante sus ojos la importancia de Venezuela, que ya no disputa el primer puesto como proveedor externo de petróleo y está en cuarto lugar,
Trump, sin embargo, ha tratado el tema Venezuela, “un desastre” según sus palabras, en sus diálogos con los mandatarios Kuczynski de Perú, Juan Manuel Santos de Colombia y, sobre todo, Macri de Argentina. Amén de que recibió en la Casa Blanca a Lilian Tintori, esposa del encarcelado líder opositor Leopoldo López. Aunque, subrayan los expertos, eso se debió a gestiones del senador Marco Rubio (republicano de Florida), un pertinaz crítico del gobierno venezolano.
Los expertos coincidieron en que un balance de 100 días de gobierno es apenas un primer corte. Es temprano para saber cuáles líneas y políticas de Trump se sostendrán durante los 1.300 días que aún restan del cuatrienio para el que fue elegido. “Sólo cuando se examine lo que sostenga como políticas se podrá saber si hizo una buena presidencia o no, si aprendió o no a ser presidente”, remató Ramírez.