Internacionales

El trumpismo y la postverdad llegaron a los decepcionados de la política

El magnate Donald Trump apeló al neoconservadurismo, proteccionismo, aislacionismo y militarismo para ganar la preferencia de una población que añora la idea de la potencia vencedora de la II Guerra Mundial

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POR: MANUEL TOVAR (@MENTETRANSFUGA)

“Hacer Estados Unidos grande otra vez” y “Estados Unidos primero” fueron las premisas con las que llegó Donald Trump a la Casa Blanca. Sus adeptos consideraron que era necesario un liderazgo fuerte para gobernar un país que sentían que había perdido el rumbo como referente global, tras los ocho años del demócrata Barack Obama. Para los seguidores del magnate Estados Unidos ya no era el garante y propulsor de la democracia en el mundo.
Desde el principio de la campaña presidencial Trump supo que su grupo electoral clave eran los blancos, anglosajones, protestantes y en especial la clase trabajadora y rural. Eran estos ciudadanos en quienes podía hacer calar el discurso de recobrar la fuerza del país, lejos de la corrección política de Obama, algo que era percibido como una debilidad. Desde allí planteó volver a lo que hizo a su país la mayor potencia global, apeló a la nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor. Prácticamente pedía volver a 1950, época de gran crecimiento económico y social, al llamado “baby boom” post guerra como medida incluso para contrarrestar las amenazas del enemigo externo a los valores estadounidenses.
Lo planteado por Trump era emocional: apelar al sentimiento para volver a ese período de oro. El mensaje caló, ya tenía sus chivos expiatorios, bien el terrorismo islámico, o los “bad hombres” del sur.
Ocho meses después de su juramentación no es fácil establecer a que corriente política pertenece el mandatario estadounidense. Trump está enmarcado dentro de la línea conservadora, sin embargo, se podría señalar que su ego es el que prevalece, incluso por encima de los intereses nacionales. Su mandato parece buscar borrar todo el legado de Obama y hasta el momento ha tenido éxito eliminando las acciones ejecutivas del demócrata, pero no ha podido modificar las leyes porque el Congreso no se lo ha permitido, a pesar de que éste es de su mismo partido Republicano.
Llamarlo ideología podría sonar descabellado, pero el trumpismo como forma de pensar ha sido descrito como la línea propuesta por el mandatario que rechaza el status quo de la política tradicional estadounidense, exhibe inconformidad con la globalización, y se apoya en el proteccionismo y aislacionismo económico, en el nacionalismo político y en el militarismo estadounidense global para proteger los intereses de la nación norteamericana.
Es poco probable que fuera de las fronteras estadounidenses haya seguidores del trumpismo como fenómeno, pero si es posible conseguir similitudes en elementos nacionalistas de otros países, en especial los europeos que reclaman la vuelta a sus valores originarios, por encima de los traídos por los inmigrantes.
Desde el punto de vista retórico, el trumpismo se acerca al bushismo -si le podemos llamar así a los postulados del ex presidente texano- no por la mala pronunciación de las palabras, sino por el escaso vocabulario del magnate, que utiliza palabras sencillas, oraciones llenas de hipérboles y hace uso indiscriminado de la exclamación, en sus escritos.
Un factor determinante en el trumpismo es el engaño, la contradicción y el uso de nuevas ideas como “noticias falsas” y de palabras como “postverdad”, para tratar de emerger siempre victorioso ante escrutinio de la opinión pública.
La frase “noticias falsas” comenzó a ser de uso diario para la población en general luego de que el magnate tildara de esta forma a las críticas de los medios de comunicación tradicionales.
La palabra “postverdad” fue incluida en el diccionario Oxford del idioma inglés y definida como: “Los hechos son menos influyentes en moldear a la opinión pública que el apelar a las emociones o creencias de las personas. Es decir en el debate se buscan las emociones y se desconecta de los detalles de la política pública, los hechos y evidencias son ignorados”.
Tras 8 meses en el poder hay otros elementos que se pueden concluir de las ideas de Trump:
–         El público meta es el blanco anglosajón decepcionado del capitalismo globalizador.
–         Se ataca a la corrección política y la inclusión en especial si va contra los valores de los blancos anglosajones. Además, destaca la cercanía al supremacismo blanco y la vuelta al racismo, sexismo y homofobia.
–         Plantea un neoconservadurismo económico y proteccionismo a ultranza del país. Se deslinda de la línea habitual del partido Republicano moderno al salirse de acuerdos de libre comercio, o al pedir que se revisen, sin pensar que esa expansión abre nuevos mercados, o que al “repatriar” ciertas empresas está permitiendo que otras compañías extranjeras ocupen esos nichos.
–         La ruptura de acuerdos económicos ha estado presente en los primeros ocho meses del mandatario. El ejemplo más claro es el Acuerdo Transpacífico, que había logrado crear la mayor sociedad comercial del mundo y dejaba de lado a China, su mayor rival económico en el planeta. Igualmente no hay avances en el acuerdo atlántico con la Unión Europea. En ambos casos, se aseguró que afectaban los empleos estadounidenses.
–         Trump también ha llamado a revisar los pactos geopolíticos, algunos provenientes de la Guerra Fría y la postguerra del siglo pasado a los que pide mordernizar. El mandatario instó a estudiar los acuerdos de carácter militar como el de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) al que reprocha por incumplir con las metas presupuestarias. Igualmente sus críticas a la Organización de Naciones Unidas y a sus socios, por la poca colaboración económica en el mantenimientos de esos programas, no ayuda en el contexto actual en el que hay una expansión del terrorismo religioso, un renacimiento de las aspiraciones de Rusia como gran potencia militar global y en el que regímenes del llamado “tercer mundo” han logrado la capacidad nuclear como Corea del Norte.
–         El presidente ha mostrado compartir la filosofía del Estado interventor, al menos en la retórica, en casos puntuales como Afganistán, Siria, Corea, Cuba e incluso Venezuela. En este sentido,  sigue la línea muy cercana a otro de sus antecesores, George W. Bush, muy reconocido por su filosofía de “dispara primero, pregunta después”, que lo llevó a lanzar la segunda guerra de Irak sin tener pruebas suficientes sobre las supuestas armas químicas y biológicas del régimen de Saddam Hussein.
–         El mandatario, guiado por el ego y por ser un personaje producto del mass media, se establece como una celebridad lejos de la majestad de su cargo. Habla confiado en su poder, como si no conociera que éste tiene límites. En muchos casos plantea opciones militares que lejos de llevar al apaciguamiento o a calmar situaciones tensas, lo que provocan es mayor conflictividad. Es su presencia mediática lo que define la política estadounidense. El mandatario busca llevar a carne y hueso la frase de Wilde: “Lo importante no es que hablen bien o mal de mí sino que hablen”.
–         Buena parte de lo que podríamos llamar la doctrina Trump es lo que se ha visto en su vida de negocios. Una persona dispuesta a utilizar todo el poder a su alcance para lograr un fin, si fracasa intentará hacerlo parecer una victoria y si lo alcanza, alardearará de lo basto de su logro.
–         El mandato de Trump tiene por fin la “desobamización” de Estados Unidos. Según el magnate, todo lo gestionado por su predecesor fue un desastre, bien sea el Acuerdo de París sobre cambio climático, la reforma sanitaria, el acuerdo de regularización diplomática con Cuba, o la revisión del compromiso para que jóvenes indocumentados que llegaron al país siendo niños pudieran acceder a la legalización de su estatus.
–         Otra de las cosas que caracteriza el mandato, es la constante controversia con grupos minoritarios como el caso de los homosexuales y transgéneros, los latinos y en especial los afroamericanos, que lo señalan como racista.
–         Constantemente Trump también señala a las “élites” como las causantes de los problemas del país y se describe así mismo como forastero de la clase política.
–         Además, Trump parece intentar crear un nuevo orden internacional: detener la inercia tras el fin del mundo unipolar para sacar el mayor beneficio político económico de su país, evitar la islamización del mundo, en especial de Europa y apoyar un restablecimiento de los valores occidentales en el planeta. Sin embargo, esto es solamente cuando los intereses de su país puedan ser afectados, como es el caso de Corea del Norte, Irán, Cuba y Venezuela. La excepción a la regla son China y Rusia, el primero por las profundas relaciones comerciales entre ambas naciones y en el segundo caso por una dudosa cooperación que cierne más dudas que respuestas entre Moscú y Washington.

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