Jair Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal, el ex capitán del Ejército que nunca ha escondido sus simpatías por la dictadura que gobernó al Brasil de 1964 a 1985, registró en las últimas horas el apoyo masivo de sus seguidores, en las principales calles de distintas ciudades del país, inclusive en las de Copacabana, en la emblemática y liberal Río de Janeiro.
Este emergente antisistema sigue siendo el favorito con un 46% de la intención de voto para ganar las elecciones del 28 de Octubre.
El otro aspirante presidencial es Fernando Haddad, del Partido de Los Trabajadores, de Lula da Silva, actualmente encarcelado y se expone a una pena definitiva de 12 años de prisión. En el camino quedaron en la primera vuelta del 8 de octubre Ciro Gomes, del Partido Democrata Trabalhista y Gerardo Alckim, del Partido de Social Democracia Brasileña.
En las playas de Copacabana se alternaron los respaldos a Bolsonaro como las fuertes críticas a la izquierda y a la corrupción.
Una gran cantidad de seguidores de Bolsonaro vestían camisetas negras con la figura del líder estampada en el pecho, caminaban sobre una gigantesca bandera donde se leía “No aceptamos fraude”.
A las elecciones concurren 147.3 millones de brasileños, que representan 46.9% de la población. Se prevé una abstención en torno al de 30%.
Es un enfrentamiento entre la derecha dura, representado por un ex capitán del Ejército, Jair Bolsonaro, varias veces elegido diputado al Congreso, y Fernando Haddad, representando al Partido de los Trabajadores y el agonizante Foro de Sao Paolo, motorizadores de la izquierda en la región y acompañando al castrismo y chavismo.
Haddad arrastra el peso de la corrupción del gobierno de Lula (dos períodos entre el 1 de enero de 2003 y el 1 de enero de 2011) en los que 30 millones de brasileños salieron de la pobreza, en un momento de auge económico impulsado por los altos precios mundiales de las materias primas. Pero fue un período de comprobado saqueo de las arcas públicas, negociados turbios y enormes beneficios para los políticos de parte de las grandes empresas de construcción. Esos escándalos públicos también alcanzaron a otros países de la región y salpicaron hasta a presidentes y dirigentes políticos de primer nivel.
Solamente en Venezuela no fueron investigados los negocios turbios de grandes constructoras como Odebrecht, Andrade Guterez y Queiroz Galvao, o de la petrolera estatal Petrobras. Todas esas empresas hicieron grandes negocios a la sombra del PT de Lula, y en el caso de Venezuela, del chavismo.
En la situación actual, la población brasileña va a votar movida por un resentimiento, aunque buena parte alcanzó algunos de los beneficios que dio el Gobierno a millones de hogares brasileños. Muchas veces esos beneficios tuvieron origen irregular, en los programas sociales que terminaron inoculados por la corrupción.
Los activistas del Foro de San Pablo (un grupo de presión y conexiones vinculado a la izquierda) viajaban a Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua amparados con el resplandor que aportaba el mítico Lula, siempre con proyectos populistas a los cuales con frecuencia se incorporaba el gobierno de Buenos Aires.
En Brasil el voto es obligatorio para los ciudadanos entre 18 y 70 años y es opcional para los analfabetos y los mayores de 70 años. Los centros de votación están equipados electrónicamente y los resultados suelen conocerse casi de inmediato.
En la agenda electoral estará presente la violencia social, que deja más de 68 mil muertos anuales. Unos 20.000 brasileños votarán en España y unos 6.000 en Bolivia.
El ultraderechista Bolsonaro, con el 46 por ciento de la intención de voto en las últimas encuestas, ya aseguró su posición para las elecciones que se celebrarán el 28 de Octubre.
Haddad, el candidato más fuerte de la izquierda que subió meteóricamente tras ser ungido por Lula -que estaba impedido de concurrir- ha ido retrocediendo. Los analistas advierten que Brasil ya no soporta un presidente débil que tenga que consultar a Lula en cada momento, como sucedía con Dilma Rousseff.
En 2016 la entonces presidenta Rousseff fue destituida por el Congreso, acusada de manipular las cuentas públicas. El PT y buena parte de la izquierda latinoamericana calificó el «impeachment» como «un golpe de Estado».
La votación de la izquierda que ha ido retrocediendo está concentrada en el Partido de la Social Democracia y el Partido de los Trabajadores. Ambos nacieron en los años 80, hacia finales de la dictadura militar que gobernó de 1964-1985.
En medio de una crisis económica y social y del desprestigio de los partidos tradicionales surge Jair Bolsonaro, un militare ultraderechista que levantó las banderas del anticomunismo, la lucha contra la corrupción, críticas ofensivas contra las mujeres, contra los negros -que ya aclaró oportunamente, excusándose-.
No participó en una manifestación de seguidores que lo apoyaban, -a los que había cuestionado el candidato con frases polémicas y discriminatorias-, argumentando que su salud no le permite participar en actos públicos. Pasó la mitad de la campaña reponiéndose de una seria herida a cuchillo propinada por un sujeto que lo atacó durante una concentración en la calle.
Sin embargo, distribuyó ampliamente una declaración refiriéndose a los aludidos, tratando de lavar su imagen: “estoy siguiendo los actos y mi corazón esta con ustedes”.
Bolsonaro, el candidato puntero para las elecciones brasileñas, propuso a Sergio Moro, el juez que tuvo a su cargo la investigación del escándalo de corrupción llamado «Lva jato» (lavado de autos), para Juez de la Corte Suprema, en caso de salir ganador, para llenar un cargo que está vacante.
Salvo una perturbación no prevista, Bolsonaro se encamina hacia el triunfo el próximo domingo, con un discurso conservador en lo social y liberal en lo económico, y además proclama el fracaso de los partidos políticos.
Brasil, la novena economía mundial, enfrenta además una débil situación económica, luego de dos años de recesión 2015-2016, que afecta a unos 13 millones de personas y fue capaz de devolver a la pobreza a muchos de los que se habían beneficiado durante la era Lula.