Hasta las 8 de la noche, hora local, los 37 millones de españoles podían elegir los 350 diputados de la cámara baja y 208 de los 266 senadores.
A las 2:00 pm, hora local y según un parte oficial, había votado sin incidencias 41,49%, un dato superior en casi 5% al 36,87% a la misma hora en las pasadas elecciones de 2016, mostrando gran afluencia a los colegios electorales, donde se reportaban colas y mucho movimiento.
En Cataluña, centro de un conflicto político con el separatismo catalán, la participación había crecido más de 11% frente a los comicios anteriores a la misma hora.
El socialista Pedro Sánchez, jefe de un gobierno minoritario desde junio, llegó como favorito, aunque todo indica que no tendrá mayoría absoluta, por lo que necesitaría a otros para continuar, siempre y cuando no sumen los partidos de la oposición conservadora.
Por ello, tras votar este domingo el político pidió una mayoría parlamentaria lo suficientemente amplia que permita cuatro años de estabilidad después de lo que calificó como muchos años de inestabilidad e incertidumbre.
Pero enfrente, el socialismo tiene a tres partidos que ya le arrebataron la región de Andalucía, su mayor feudo hasta hace poco: Ciudadanos, Partido Popular y la extrema derecha de Vox.
El ascenso de este último es la gran novedad en un país donde, a diferencia de casi todo el resto de Europa, la extrema derecha había sido marginal hasta hace unos meses.
Un fenómeno que los socialistas han utilizado para movilizar a sus votantes y en particular a las mujeres, dado el discurso antifeminista de Vox.
«Sánchez me parece una opción moderada. No lo ha hecho demasiado mal estos últimos meses», dijo en un colegio de Madrid Carlos González, jubilado de la construcción.
En Barcelona, Victoria Gracia, de 59 años de edad, dijo haber votado a Podemos para que pacten con el PSOE y lo mantengan a raya, y porque siente temor de pensar en un ejecutivo de derechas.
Cerca de ella, la pensionista Teresa Díaz se decantó en cambio por Ciudadanos, firme defensor de la unidad de España, frente al desafío secesionista catalán. «Espero que gane la derecha y ponga un poco de orden aquí, porque estoy angustiada».
Lógica de bloques
El líder del PP, Pablo Casado, dijo estar abierto a gobernar con los liberales de Ciudadanos y con Vox, un partido fundado hace cinco años y que lleva meses llenando auditorios en sus mítines por toda España.
Los sondeos auguran a Vox unos 30 escaños, si bien algunos analistas advierten que hay voto oculto y podrían obtener más.
Los tres partidos quieren echar a Sánchez, y los comicios se presentan como una pelea entre el bloque de izquierdas y el de derechas.
Sin embargo, subsiste una posibilidad intermedia, no desmentida por el dirigente socialista: la de entenderse con Ciudadanos, liderado por Albert Rivera, en caso de ser la única mayoría de gobierno posible.
Esto le evitaría a Sánchez tener que apoyarse en los partidos separatistas catalanes, que a cambio le piden algo a lo que él se opone firmemente: un referendo de autodeterminación.
La cuestión catalana
Durante la campaña, buena parte del debate político giró en torno al conflicto político catalán.
En junio, Sánchez se apoyó en los partidos catalanes para hacer prosperar la moción de censura con la que expulsó al conservador Mariano Rajoy.
La maniobra le valió acusaciones por parte de la derecha de ser un traidor y un peligro público, y dio alas a la ultraderecha.
El presidente del gobierno saliente replica que fueron los separatistas y la derecha quienes tumbaron en febrero su presupuesto para 2019 y forzaron este adelanto electoral, las terceras elecciones legislativas en apenas tres años y medio.
La cuestión catalana será en cualquier caso uno de los temas más candentes para el próximo gobierno, mientras en el Tribunal Supremo continúa el juicio abierto en febrero a 12 líderes separatistas por su papel en el fracasado intento de secesión unilateral de 2017.