Fernández fue jefe de gabinete de Néstor Kirchner y por un año de Cristina Fernández. Durante su gestión entre 2003 y 2008, estuvo envuelto en polémicas de varios casos de corrupción, que no lo involucraron a él directamente, pero en los que salió en defensa de los acusados que formaban parte del gobierno.
En diciembre de 2007 ocurrió el caso del maletín de Guido Antonini Wilson que mostró el financiamiento irregular de la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner desde Venezuela. Sin embargo, no fue este caso que hizo que Alberto Fernández abandonara su cargo. En 2008 fue el encargado del diálogo con la Mesa de Enlace con los campesinos que protestaban una medida impuesta por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La medida que se llevó ante el Senado, no fue aceptada por lo que Fernández renunció.
Tras su renuncia, pasó a formar parte de la oposición y en varias ocasiones criticó al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Desde la oposición mantuvo duras críticas y en menos de seis meses, en diciembre de 2008, afirmó al diario La Nación de Argentina que era necesario corregir cosas para reencauzar el rumbo extraviado. Un año después dijo que Cristina Fernández de Kirchner presionaba a los jueces. En 2012 declaró a la prensa que la mandataria: «tiró por la borda todo lo que hizo Néstor».
Fue así cuando empezó el exilio autoimpuesto de Fernández, que fundó una organización política, Partido Trabajo y Equidad; sin embargo, no duró mucho con esta empresa, se sumó al Frente Renovador y en 2015 le dio su respaldo a Sergio Massa, peronismo no justicialista, en su campaña presidencial en la búsqueda de una tercera opción entre el actual presidente Mauricio Macri, de Cambiemos, y Daniel Scioli, del Partido Justicialista.
El regreso
A pesar de la distancia que aseguró tener con la ex presidente, se mantuvo cercano al movimiento justicialista y en 2018 volvió al partido. No tardó mucho en llamar a la unidad y en convertirse en el vocero de Cristina Fernández en lo que dijo fue un reencuentro humano en el que se mantenían las diferencias y las críticas, pero ahora trataba con una mujer más reflexiva.
No tardó tampoco en nombrar a Cristina su compañera de fórmula con miras a las elecciones de octubre a las que se acercó el pasado 11 de agosto con un contundente triunfo en las primarias abiertas secretas y obligatorias en el que obtuvo 47% de los votos.
Es también cercano a Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil y preso por denuncias de corrupción y lavado de dinero. Su visita fue el 4 de julio de 2019, tratando de acercarse a la izquierda y ser vinculado al Foro de Sao Paulo. También visitó a otro «referente» de la izquierda latinoamericana, el uruguayo exguerrillero y expresidente Pepe Mujica.
Autoritario, no dictador
Otro giro de Fernández fue el llamar al gobierno de Nicolás Maduro un gobierno autoritario, no dictadura. Agregó en especial estar preocupado por el informe de Bachelet.
Sobre Venezuela declaró: “Siempre he dicho que Venezuela un régimen autoritario que se hace muy difícil defenderlo. Es un gobierno que en su origen es democrático porque la gente votó, pero en su ejercicio ha cometido abusos”.
«Creo que hay que recomponer la institucionalidad en Venezuela y Maduro no la garantiza. Eso sí, la solución no es correr detrás de Donald Trump y llenar Venezuela de marines», dijo a un programa de radio argentino, aunque deja atrás el origen írrito de la juramentación de Nicolás Maduro, la farsa del 20 de mayo, tampoco le suena la resolución de la Organización de Estados Americanos, es solo un papel para un gobierno que a su juicio es de origen democrático y con ciertos espacios para ello.
Sin embargo, al candidato poco le importan los lazos o nexos que su vicepresidente tuvo y tiene con el gobierno de Maduro, al que defiende. Tampoco parece tener problema en haber apoyado al régimen de Maduro y desdecirse antes de los comicios. Pero Fernández sí expresó su malestar por los sucesos del 30 de abril en que el presidente interino Juan Guaidó pidió a los soldados venezolanos sumarse a la Constitución y abandonar un gobierno que se juramentó de forma írrita, producto de un fraude electoral y ante un Tribunal Supremo de Justicia parcializado y no ante el Parlamento venezolano.
¿Intervención?
El 1 de abril, el senador del Partido Justicialista Miguel Ángel Pichetto manifestó en su cuenta en Twitter su «solidaridad con los venezolanos que luchan por la libertad y democracia en Venezuela. Saludo fraternal al presidente de la Asamblea Juan Guaidó y a Leopoldo López».
A esto respondió Fernández: «Impactante. Así promueven una guerra civil. Así reclaman una intervención militar que solo puede aparejar miles de muertes. Todo por el odio que acumulan. Así actúan. Se enceguecen. No piensan. Y con todo ello, solo hacen daño. Recordar a quienes lo hacen es nuestro deber».
Sin embargo, en abril el candidato fue una vez más contra el mandatario argentino actual y dijo: «Yo tampoco soy Venezuela, nunca lo fui, hasta que a Macri se le ocurrió repetir esta cantinela».
Hoy Fernández vuelve a la palestra. Una vez más Argentina está en su laberinto económico. A pesar de las medidas de Macri, no se logró el impulso esperado para su país. Tampoco la premisa del gobernante en 2015, cambiar y dejar atrás el modelo económico fracasado.
Fue en el panorama incierto de finales de 2001 y comienzos de 2002 -en los que Argentina tuvo 5 presidentes en 11 días- cuando los Kirchner ascendieron al poder. Transcurrido tan solo un año después de la inestabilidad política y económica los futuros mandatarios capitalizaron el descontento e iniciaron los 12 años de poder, que poco a poco fue aumentando, sin contraloría.
Los argentinos aspiraban a lograr un cambio y en 2015 llevaron a Macri a la presidencia. La premisa era dar respuesta a la crisis que se cernía y a la necesidad de depurar la economía.