Haciendo caso omiso de las advertencias sobre los riesgos de contagio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue a trabajar al Salón Oval el miércoles, jactándose de superar la COVID-19 seis días después de dar positivo.
«Creo que en realidad fue una bendición de Dios que me lo haya agarrado», dijo el mandatario, casi eufórico, de pie frente a la oficina más famosa del mundo, en un video publicado en Twitter.
Preguntado unos minutos después sobre estas declaraciones, su rival demócrata en las elecciones del 3 de noviembre, Joe Biden, se indignó: «Creo que es una tragedia que el presidente hable del COVID como si fuera algo por lo que no debería preocuparse cuando más de 210.000 estadounidenses han muerto» por eso.
Con su icónica corbata roja, Trump atribuyó su estado de salud a la terapia experimental de anticuerpos sintéticos que le fueron administrados. Y prometió, sin entrar en detalles, que este tratamiento estaría rápidamente disponible «gratis».
«Quiero que todos tengan el mismo trato que tu presidente, porque me siento estupendo, ¡me siento perfectamente bien!», enfatizó.
El comportamiento del mandatario, criticado desde hace meses por su gestión de la pandemia, es escudriñado aún más cuando aumentan los casos de coronavirus entre empleados, asesores y periodistas en la Casa Blanca.
Según un alto funcionario, Trump estuvo con un número «extremadamente limitado» de asesores en el famoso despacho. Y entró por la puerta que da a los jardines, para no atravesar los pasillos del Ala Oeste, la zona de oficinas presidenciales de la mansión.
«Me acaban de informar sobre el huracán Delta», tuiteó Trump, ansioso por mostrarle al país su dedicación al cargo, a 27 días de unas elecciones que prometen ser muy difíciles para él frente a Biden, líder en las encuestas.
Trump ya provocó una controversia al regresar a la Casa Blanca el lunes por la noche tras pasar tres días en un hospital en las afueras de Washington.
En una puesta en escena triunfal transmitida en vivo por televisión, el mandatario de 74 años se bajó del helicóptero Marine One y subió las escaleras hacia el balcón de su residencia. Allí, se quitó la máscara y saludó con los pulgares hacia arriba, en un extraño gesto desafiante.
«No le tengan miedo al covid», había tuiteado unas horas antes desde el hospital, provocando consternación en la comunidad médica.
Estados Unidos tuvo un promedio de 700 fallecidos diarios la semana pasada.
Es culpa de China
Sorprendentemente, el inquilino de la Casa Blanca admitió por primera vez que una vacuna contra la covid-19, que ha anunciado repetidamente como inminente, probablemente no estaría disponible antes de los comicios.
«Creo que deberíamos tenerlo antes de las elecciones, pero si la política se involucra, no importa (…) será justo después de las elecciones», dijo, antes de responsabilizar una vez más a Pekín por el virus aparecido en una ciudad china a Wuhan a fines del año pasado.
«Es culpa de China, China pagará un alto precio por lo que le han hecho a este país (…) por lo que le han hecho al mundo», dijo.
Por ahora, según el médico de la Casa Blanca, el estado de salud de Trump es cada día un poco más tranquilizador.
«No ha tenido fiebre durante más de cuatro días y no ha tenido síntomas durante más de 24 horas», dijo en un breve informe el médico de la Casa Blanca, Sean Conley.
Sin embargo, el reporte comenzaba con una fórmula inusual, reforzando aún más las preguntas sobre la comunicación de este tema por parte del equipo médico: «El presidente esta mañana dice ‘¡Me siento estupendo!'».
Conley dijo que los últimos análisis de muestras tomadas el lunes revelaron rastros de anticuerpos contra COVID-19 que eran indetectables el jueves por la noche, cuando la prueba diagnóstica dio positivo.
Para el virólogo Florian Krammer, de la Escuela de Medicina Icahn en Nueva York, estos resultados no son necesariamente muy significativos en este momento.
«Es muy posible que la mayoría de los anticuerpos detectados provengan de la transfusión», dijo a la AFP.
Trump fue tratado con una terapia experimental contra la COVID-19: anticuerpos sintéticos desarrollados por el laboratorio Regeneron.
Inyectados en el cuerpo de un paciente, esos anticuerpos sintéticos pueden fundirse en el virus para neutralizarlo, como se supone que debe hacer el sistema inmunológico.
Para el biólogo Michael Buchmeier, profesor de la Universidad de California, la presencia de estos anticuerpos en esta etapa también podría significar que la infección «ha estado presente en el paciente por más tiempo del anunciado».
La Casa Blanca dice que Trump dio positivo a la COVID-19 el jueves 1 de octubre. Pero sigue negándose a decir cuándo fue la última prueba anterior.