Internacionales

El SELA inicia nueva etapa buscando impulsar la integración real en América Latina y el Caribe

En una región en constante crisis, ahora agravada por los efectos económicos y sociales de la pandemia de coronavirus, el SELA refuerza su papel como organismo de coordinación entre los países y entre los organismos de integración subregionales. Se trata de encontrar propuestas y acciones concretas, medibles para avanzar en busca de soluciones para la gente

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SELA Clarems Endara
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El SELA, Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, es uno de los más antiguos organismos de integración de la región. Ahora busca relanzarse para ayudar a los países a avanzar en este proceso de modo que los beneficios sean percibidos por las personas comunes.

En todo un hemisferio aquejado por varios problemas económicos, sociales y ecológicos no se trata de cualquier desafío. Es más bien una necesidad apremiante.

El embajador Clarems Endara, nuevo secretario permanente del SELA desde agosto pasado, perfila su gestión con la mira en una nueva agenda de trabajo sobre la base de las necesidades de los 24 países miembros de este esquema.

En tiempos de crisis económicas estructurales agravadas por la pandemia del coronavirus, de apremiantes necesidades económicas y sociales en toda la región, de nuevas olas migratorias de prioridades hacia dentro, la integración parece haber caído en un segundo plano.

Endara viene de ejercer como director general de la CAN (Comunidad Andina de Naciones, el más antiguo bloque de  integración comercial de la región, formado por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú).

Más pertinente

Es en este contexto que surge la inquietud, ¿para qué sirve en realidad un organismo como el SELA?

“SELA ha sido concebido como un mecanismo de diálogo y promoción de la integración. Está  guiado a buscar estrategias comunes entre los países, regionalizar determinadas agendas, profundizar la integración. Obviamente eso escrito en el año 75 como que tiene sentido volver a repasarlo», dice Endara en entrevista con El Estímulo, en Caracas, sede del organismo

Hoy, señala, “hay una multiplicidad de organismos regionales de integración, unos más compactos que otros, pero no tienes una agenda regional que te identifique como Latinoamérica y el Caribe», observa.

En la región conviven los esquemas integradores de la Comunidad Andina de Naciones, CAN; Mercosur, Alianza del Pacífico, Caricom, el SICA, en Centroamérica. Y hasta la Celac, que es un foro más bien político.

«El nicho en el cual el SELA tiene un gran potencial es precisamente el de ser ese brazo ejecutor de las grandes políticas regionales», dice.

«Con la multiplicidad de organismos internacionales que hay ahora dedicados a la integración, obviamente no queremos duplicar tareas. Pero hay grandes tareas que se han hecho en pequeños bloques que pueden internacionalizarlos o regionalizarlos», precisa.

Menciona entre ellos al Estatuto Migratorio de la Comunidad Andina, que es es uno de los grandes avances de la región en el sentido de ciudadanía extendida a los países del Mercosur.

Ese estatuto está vigente desde el 12 de mayo de 2021. Establece entre otros beneficios que «Los ciudadanos andinos y los miembros de su familia que hayan obtenido una residencia temporal o permanente, gozan del derecho a trato nacional en el marco de la normativa interna del país de acogida».

La integración real

«Tenemos unas fuertes tendencias a llegar a una ciudadanía en la región que pueda en cierta forma alivianar estos problemas derivados de la propia migración», dice el embajador sobre el impacto regional de la ola de migrantes  venezolanos.

Colombia, por cierto ha marcado un hito mundial en la regularización de migrantes y desplazados venezolanos. 

Venezuela ha sido un gran receptor de migraciones por el auge económico en el que se encontraba y por la situación política de esos países. Pero la realidad hoy ha hecho que los venezolanos y también los centroamericanos hacia el norte aumenten esos ciclos migratorios.

«El tema de migración siempre va a ser algo cíclico», dice al abogar por un enfoque de defensa de los derechos humanos de la migración, pero también con el reconocimiento del aporte de esa migración al desarrollo económico y social del país de acogida.

Cita un informe de septiembre pasado de la Fundación Konrad Adenauer y la Cámara Empresarial Venezolana Peruana donde se analiza el impacto contable que la migración venezolana está aportando al Producto Interno Bruto de Perú.

Ese tipo de enfoques ayudaría «a cambiar la percepción en la recepción de la migración, a verlos como aporte a su desarrollo económico y social».

En donde estamos

Sobre el estatus actual de la integración regional, Endara observa que hay varias dimensiones. En la dimensión comercial lamentablemente pese a estos mecanismos de integración los países no han consolidado un zona de libre comercio, y más bien esta se ha debilitado mucho por los acuerdos con terceros países.

«El volumen de comercio entre todo lo que manejaban todos los países de la región en el mejor de los momentos estaba en 60 por ciento. Ahora está en alrededor del 18 por ciento. El saldo de eso lo están comerciando con terceros países, extrazona», puntualiza.

De las palabras de Endara se desprende que la región de América latina y El Caribe parece ver cada día más hacia afuera, en vez de buscar y ampliar oportunidades entre sus propios vecinos.

La pandemia de covid 19 ha hecho que por necesidad los países busquen entre sus vecinos ya sean insumos para comprar o productos finales para vender.

«Pero hay que recuperar mucho a través de los encadenamientos productivos, buscar un mecanismo en el que el comercio pueda fluir primero en la región y como producto final tal vez recién sea exportado», explica.

De la mano de la gente

«En el ámbito social la integración ha crecido mucho pese a que no aparente tal cosa», dice el experto.

Cita la libre circulación de personas pese a problemas migratorios que tenemos en la región y temas puntuales de xenofobia «que hay que tomarlos como casos excepcionales».

«No podemos decir que Latinoamérica tenga un carácter xenófobo por esencia. Somos países que hemos aceptado mucha migración».

Endara insiste en que la construcción de una ciudadanía regional es una discusión que hay que volver a retomar y podría facilitar mucho la solución de problemas de las personas.

«Cuando lo tomas en una área integrada mucho mas grande, es que obviamente logras reconocer esos derechos a los nacionales de tus países vecinos, con un concepto de ciudadanía amplio no tuviéramos problemas de estar buscando legalizaciones de documentos, reconocimientos de certificados de estudios», ejemplifica.

«Ya hay cosas reales: intercambios de estudiantes, se ha abierto la posibilidad de reconocimiento de títulos», dice. «El punto es que las pácticas están pero están en pequeños espacios. Lo que hay que hacer es regionalizarlas».

Pone como otro ejemplo el tema del roaming en las comunicaciones con teléfonos móviles.

Acuerdos de liberación como el que implementará la Comunidad Andina a partir del próximo 1 de enero de 2022 permitirán la portabilidad de líneas entre países y por tanto abaratar el costo del servicio para el usuario.

¿Por qué tan poco?

Por qué América Latina y el Caribe avanza tan poco en la integración real, si en general son países con una historia común, lenguaje común, religión, cercanía geográfica, complementariedad económica  y comercial.

«Hay muchas explicaciones…algunos teóricos dicen que nos ha costado nuestra independencia y que somos celosos de nuestra nacionalidad», dice Endara.

«El reconocimiento de nacionalidades ayudaría a abrir ese proceso, en un sentido amplio de ciudadanía desde la propia sociedad y sus necesidades. Tenemos el gran ejemplo y el mecanismo a seguir que es la Unión Europea, cómo con tanta diferencia se logró construir.

«Aquí tenemos mucho más en común pero un sentimiento muy fuerte de nacionalidad».

«Hay que tener un sentido de ciudadanía mucho más amplio en estos tiempos para que la integración venga directamente de los pueblos mismos, de la gente que necesita estar mucho más integrada. Lamentablemente la integración discutida desde arriba como que ya ha encontrado sus límites”, observa.

Necesidad obliga

La región atraviesa una gran crisis económica, después de la debacle en la que veníamos entre 2010 al 2019. A esto se suma la crisis de salud que deriva en una crisis social.

«Entonces todos los países están más o menos alineados en un gran porcentaje en la necesidad de reactivarse económicamente. Esa recuperación y desarrollo económico muchos de los países la han enfocado en la necesidad de trabajar en el desarrollo de su propio comercio».

Las pequeñas  y medianas empresas (Pymes), formales o no, son el gran motor que han empezado a reactivar inmediatamente  las economías en los países de nuestra región.

«Son las primeras en emprendimientos. Hasta familiares han tenido que salir a la calle y reactivar ese pequeño comercio. Eso ha ido reactivando el tema económico».

El SELA tiene dos grandes proyectos, uno de asesoría a los países en torno a políticas públicas para que las Pymes  puedan verse atendidas y enfocadas hacia el desarrollo.

Otra parte importante en la que viene trabajando el SELA es la articulación productiva: ayudar a los países a identificar sus nichos productivos, como podrían hacer encadenamientos en su misma región y como podrían encontrar un destino de mercado efectivo.

«Esto se ha venido haciendo. Es un gran potencial que queremos popularizarlo, democratizarlo, incluir a todos los países de la región y con eso consolidar un aporte tangible. (Se trata de) poner agendas. Que más allá del discurso, se entreguen unos resultados en el corto y mediano plazo que puedan ser medibles, que puedan irse multiplicando», dice sobre los planes inmediatos.

Agenda urgente

Además de este frente y el de las Pymes, el SELA también tiene en agenda el tema de gestión de los desastres naturales y seguridad alimentaria.

«Tenemos una realidad muy fuerte en Centro América y el Caribe con el tema del cambio climático. Cada año los países vienen sufriendo determinadas atrocidades naturales, inundaciones, terremotos…»necesitan tener un mecanismo primero para recuperar su soberanía alimentaria porque hasta sus sembradíos son los primeros que terminan afectados, y después tener una reactivación económica inmediata».

Otro tema transversal en la región tiene que ver con la digitalización, la innovación tecnológica y la infraestructura digital.

En estos últimos años en la región hay otras 30 millones de personas que han caído bajo la  línea de pobreza, lo que se ha agravado por la pandemia.

«La región necesita encontrar una salida específica para que estas personas puedan ya sea promover su negocio, aumentar su educación o aumentar su conectividad en el mundo», señala Endara.

«Estamos promoviendo democratizar las buenas prácticas de esas asociaciones público privadas. Ya existen ejemplos en la región. Ya está comprobado que una alianza público privado es más acertada en temas de tecnología donde se necesita gran inversión pero también son de riesgo alto».

“Obviamente si esto no esta acompañado con una agenda social, de hacer que esto sea accesible a los sectores más vulnerables tampoco se conseguiría el éxito necesario”, asegura el embajador.

«Una gran clave es regionalizar las buenas prácticas que ya tiene la región”, puntualiza en este enfoque de la integración como un mecanismo en el que están involucradas las personas, el sector privado, los gobiernos, las instituciones, más que los propios organismos como el mismo SELA.

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