Medio Ambiente

Petróleo "verde" en la Faja del Orinoco: ¿un sueño posible?

Orinoco Sostenible es una ONG que conoce muy bien la zona que ocupa la Faja Petrolífera y ha presentado propuestas para crear una reserva de biosfera con capacidad de absorber el carbono equivalente a las emisiones de la industria

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Dentro de un laboratorio de información geográfica y modelado ambiental en la Universidad Simón Bolívar, Carlos González –geógrafo y profesor– revisa planos multicolores de la Faja Petrolífera del Orinoco, una región estratégica, dividida en cuatro estados al norte del caudaloso río que atraviesa Venezuela y que contiene las reservas probadas más grandes del mundo de crudo pesado y extra-pesado.

En ese laboratorio opera Orinoco Sostenible, un proyecto multidisciplinario coordinado por González, que busca mejorar los estándares de explotación petrolera en la Faja y lograr un desarrollo sostenible del área por medio de propuestas de planificación eco-regional.

Aunque la zona cuenta con reservas potenciales que podrían alcanzar entre 380 y 652 mil millones de barriles de petróleo -según estimaciones del Servicio Geológico de Estados Unidos- y 24 empresas de 21 países explotaban crudo en estas planicies húmedas y bosques secos para el albor de la crisis venezolana, el proyecto ve otro potencial en la región: a pesar de que los bosques secos tropicales de la Faja no son particularmente biodiversos o exuberantes, “tienen una capacidad de almacenamiento de carbono increíble”, dice González. Es decir, que los árboles capturan las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, la principal causa del cambio climático, y las almacenan en madera y suelos.

Por ello, los científicos de Orinoco Sostenible –que han hecho un trabajo meticuloso, midiendo y estudiando 19 cuencas hidrográficas en la Faja, las cuales fueron divididas en unidades de análisis cada vez más pequeñas hasta dar con 3.665 unidades hidrográficas– han propuesto al Ministerio de Ecosocialismo (antiguamente de Ambiente) la creación de una reserva de biosfera y ocho reservas de fauna en la Faja Petrolífera del Orinoco, un proyecto que forma parte de su visión sobre cómo preservar repositorios de carbono.

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Los bosques ribereños de la Faja del Orinoco (Fotos: cortesía de Orinoco Sostenible)

Una serie de “charlas técnicas” entre 2014 y 2018 llevaron a Orinoco Sostenible a colaborar con el Ministerio de Ecosocialismo para desarrollar un documento técnico de ordenación territorial que fue publicado en julio del 2019 y reúne las propuestas para la reserva. De modo que el proyecto fue presentado formalmente hace ya casi cuatro años.

Sin embargo, lograr la hazaña de que se materialice la reserva de biósfera a lo largo y ancho de la Faja, no sólo requiere estudios nuevos para poder justificar la creación de nuevas áreas administrativas, explica González, sino que plantea un reto al status quo actual: Venezuela apenas tiene 10 reservas de fauna y dos de biosfera. “Hay poco interés e inversión”, lamenta: “Y llegar a estos territorios requiere de costos de transporte importantes y combustible que en la actualidad es escaso, más al sur de los llanos”.

Pero Orinoco Sostenible insiste en sus propuestas de biosferas y reservas de fauna, creando contenido digital y publicando trabajos de investigación, porque están convencidos de que la preservación de los bosques de la Faja podría generar “una capacidad de secuestro de carbono suficiente como para compensar las emisiones” que produce la industria petrolera en el país y el consumo del crudo venezolano en el exterior.

Todos los ecosistemas presentes en la Faja -según estimaciones- captan 1,7 mil millones de toneladas anuales de CO2. De acuerdo a cálculos preliminares del proyecto, sólo el área boscosa de la Faja –de 26 mil kilómetros cuadrados– tiene la capacidad anual de absorber las emisiones de carbono equivalentes a una producción anual de 1 millón de barriles de petróleo: muy por encima de la actual producción menguada, entre 742.000 y 810.000 barriles por día según la OPEP y muy lejana a los más de 3 millones que producía a finales de los años noventa.

Un punto a favor de su potencial materialización es que las propuestas de Orinoco Sostenible no afectarían la explotación de La Faja. Aunque el proyecto abarca 28 mil 629 km2 -aproximadamente 35% del área de estudio- solo se solapan con 12,56% de las áreas de explotación de la Faja (estas a su vez abarcan 28 mil 065 km² de los 64 mil 157 km² delimitados en la Faja por el Estado venezolano). Sin embargo, 54,32% del área -por ejemplo, los bosques de los ríos Zuata, Pao, Caris y Tigre- sí podría solaparse con usos industriales.

La proyección de la Faja como un repositorio de carbono nace del pragmatismo, pues la Faja parece condenada en el mediano plazo a la explotación petrolera. “La transición energética en realidad no existe”, dice González: “El mundo sigue dependiendo de los hidrocarburos”.

Amenazas asociadas

A pesar de que gran parte de las empresas petroleras han paralizado sus operaciones en la Faja o se han ido del país por el colapso de la industria y las sanciones impuestas por Estados Unidos, la mayoría de la producción venezolana todavía proviene de la Faja y es probable que incremente en el futuro, explica el reconocido experto Francisco Monaldi: “Mientras haya rentabilidad va a haber gente interesada en la Faja”, dice, citando empresas como la estadounidense Chevron –recientemente retornada a Venezuela– por la multimillonaria inversión que se requiere para explotar el área.

Sin embargo, explica Monaldi, la facilidad con la que el crudo de la Faja fluye hacia la superficie para ser extraído lo hace mucho menos destructivo desde el punto de vista ambiental que, por ejemplo, la extracción de las arenas petrolíferas de Canadá, que requieren una operación de minería a cielo abierto.

Sorprendentemente –por otro lado- el colapso de la industria petrolera podría estar amenazando a los bosques de la región. Según un informe reciente de Clima21, una asociación ambiental venezolana, los estados Monagas y Anzoátegui –los cuales abarcan la mayor parte de la Faja– tienen algunas de las tasas más altas de deforestación de Venezuela debido a la agricultura migratoria y la extracción de recursos naturales.

Esto se explica en parte al hecho de que ante la incapacidad de generar empleo del sector petrolero, “muchas personas buscaron recursos en la naturaleza, abriendo conucos, extrayendo leña, buscando alimentos, cazando”, dice Alejandro Álvarez Iragorry, coordinador de Clima21. Según un estudio del 2003 del científico danés Sven Wunder, la deforestación de Venezuela se acelera en períodos de crisis y se desacelera en períodos de boom petrolero.

La crisis económica del país también le cambió la cara al proyecto. Orinoco Sostenible nació en 2013 de la mano de The Nature Conservancy -una organización ambiental basada en Virginia- y con el financiamiento de la petrolera francesa Total Energies y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Así llegó González, con una larga experiencia en sistemas de información geográfica y consultoría ambiental, para medir las cuencas hidrográficas de la Faja.

Pero Total cesó sus operaciones en Venezuela en 2021 y más tarde lo hizo The Nature Conservancy. Cosas de la crisis… que además impulsó a la mayoría de los investigadores de Orinoco Sostenible a emigrar.

Hoy el proyecto sobrevive gracias a los servicios de monitoreo de evaluación que el laboratorio presta a ONG humanitarias en el país, explica González. Los minuciosos planos de Orinoco Sostenible también han sido utilizados por el Ministerio de Ecosocialismo para hacer un plan de ordenación de la Faja.

No todo es carbono

El proyecto también busca conservar otros aspectos naturales de la Faja –más allá de la capacidad de absorción de carbono de sus bosques– usualmente pasados por alto de esta región rica en petróleo.

Orinoco Sostenible ha catalogado una serie de ecosistemas de la Faja, parte de unas de las planicies húmedas más vastas de Sudamérica, como áreas prioritarias para la conservación. Proponiéndose conservar 17% de la Faja, el proyecto identificó áreas con importantes ejes de drenaje entre los ríos o áreas de conexión durante la época de inundación. “Cuando el Orinoco mete agua e inunda toda la planicie, los animales pueden brincar de una cuenca a otra y se desplazan”, explica González, mencionando como ejemplo al caimán del Orinoco (Crocodylus intermedius), en peligro crítico de extinción, que es endémico al río.

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El caimán del Orinoco (Crocodylus intermedius), una especie en peligro crítico de extinción, habita en los ríos de la Faja (Foto cortesía de Orinoco Sostenible)
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Tortuga arrau (Podocnemis expansa) una de las especies nativas de la Faja (Foto: cortesía de Orinoco Sostenible)

Además, las planicies inundadas de la Faja –con poco impacto humano– son importantes para aves migratorias como los playeritos (Calidris sp.), que se reproducen en el Ártico y migran a las riberas del Orinoco.

El Orinoco también experimenta anualmente un evento conocido como “la ribazón”, tema de muchas canciones folclóricas, en el que decenas de especies de peces –incluyendo bagres “enormes”, como el laulau (Brachyplatystoma filamentosum)– nadan río arriba una vez que las lagunas de las planicies vuelven a conectarse con el río por la temporada de lluvias, hacia el piedemonte andino para desovar. “Ese montón de alevines y ese montón de larvas terminan en las mismas lagunas donde los padres de reprodujeron”, explica González: “La mayoría de las personas conocen las migraciones del salmón porque ven los documentales, pero aquí hay unas migraciones súper hermosas y diversas, porque no es un solo pez, son un montón de peces”.

Estos ecosistemas, claro, están amenazados. “Esta es una zona de pesca clave”, dice González: “Utilizan hasta dinamita”.

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El enorme bagre lau lau (Brachyplatystoma vaillanti) es una de las muchas especies de peces que se reproducen durante la ribazón en el Orinoco (Foto: cortesía de Vertebrados, Vida y Costumbres)

Y para conectar esta área económicamente clave, el gobierno venezolano ha propuesto la construcción de un eje vial que vaya desde San Fernando de Apure, en el suroccidente, hasta Tucupita, en el delta del Orinoco. “Cortar una cantidad importantísima de ejes de drenaje diría que es devastador”, alerta González, temiendo que la autopista propuesta corte ríos y acabe con las lagunas donde muchos de los peces del Orinoco se reproducen antes de desovar en su migración al piedemonte andino.

Además, el colapso de la industria ha disparado los derrames petroleros, que repetidas veces han afectado ríos y morichales en Monagas y Anzoátegui. Según la ONG ambiental Observatorio de Ecología Política de Venezuela, el país experimentó un promedio de siete derrames petroleros al mes en 2022. Aunque los drenajes de estos ecosistemas sirven de “amortiguadores” de los derrames para el Orinoco, González considera que con la información recogida podrían desarrollarse planes de restauración, propuestas de conservación y medidas que permitan mitigar y evitar derrames.

De esa información dependerá conservar los ecosistemas de la Faja y compensar las emisiones de la explotación petrolera por medio de sus bosques. “La propuesta es que Venezuela compense incluso lo que se contamina en el exterior”, dice González sobre el potencial que ve en la preservación de los bosques de la Faja: “Un millón de barriles diarios de petróleo con sello verde”.

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