Migración

Ricardo García Vegas: el venezolano en Madrid al que la nostalgia aún lo acompaña

Ricardo asegura que en los últimos años las calles madrileñas se han llenado de voces y expresiones venezolanas, pero quienes recorren la ciudad ya no son turistas que cargan todo a una tarjeta de crédito en Venezuela, sino que ahora son migrantes

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Se fue despidiendo de Venezuela diría que de a poquito, enfocado en las oportunidades de cursar postgrados en España, primero, luego en la opción de quedarse a trabajar como académico allá. Define como positiva la vida que ha logrado hacer como migrante, pero en la conversación con Ricardo García Vegas la envuelve la nostalgia por su tierra natal.

El año próximo, en 2024, se cumplirán dos décadas de la salida de Ricardo de Venezuela. Como nos contó cuando hablamos para la serie de Radio Migrante, están presentes sus recuerdos de Quíbor, este poblado del estado Lara que justamente se caracterizó por recibir migrantes de las Islas Canarias a partir de los 1950 dedicados a labores agrícolas.

“La conexión con la tierra nunca se pierde, un amigo la definía como un vacío constante que siempre vas a llevar en el pecho. A pesar de todo lo positivo que ha sido mi vida aquí, vives con ese vacío, esa nostalgia por tu tierra”, nos dice García Vegas.

“No es un asunto de nacionalismo, se trata de esa conexión emocional del ser humano con el lugar donde nació y creció”, remata.

Con un doctorado en gobierno y administración pública, es profesor de la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid, la capital de España.

Salió de Venezuela a Madrid a estudiar un master, que sería por nueve meses, a eso le siguió un doctorado que en aquel momento eran cursos largos, de seis años. Siempre estuvo en sus planes hacer tales estudios y volver.

La decisión, finalmente, de radicarse de forma definitiva en España la tomó hacia 2011. No sólo se le abrían puertas laborales en el mundo académico, tras haber obtenido el doctorado, sino que también observaba desde allá el deterioro en el que sumergía Venezuela. Decidió asumirse como migrante y quedarse.

Ricardo fue becado por la cooperación internacional española en una época en la que no existía un flujo migratorio de venezolanos significativo: nosotros no teníamos esa visión de lo que significaba emigrar, ni veíamos los venezolanos a la migración como un plan de vida: “Yo me lo había planteado como una oportunidad para formarme, conocer otra sociedad, aprender lo máximo posible y luego regresar”.

No me lo dice expresamente, como algo que añora, pero en al menos tres ocasiones menciona la frescolita como un sabor que le conecta con Venezuela. Es que una cosa era aquella Madrid a la que llegó en los primeros años del siglo XXI a la Madrid actual en la que abundan los venezolanos, y por tanto se han hecho comunes los sabores y olores de Venezuela en la capital española.

“Hay comida venezolana en muchos lugares de Madrid. Esto es uno de los elementos más positivos de los flujos migratorios. La sociedad receptora se enriquece, la diversidad y la diferencia enriquecen”, nos dice pausada y enfáticamente.

Para el venezolano que reside allá, como es su caso, “es algo extraordinario, ahorita puedo cenar con tequeños en Madrid sin ningún problema o comer arepas de forma cotidiana”.

Calles con expresiones venezolanas

Dentro de esa mirada para captar los cambios sustantivos, extraordinarios, que se van tejiendo también en la sociedad española, García Vegas cuenta el caso del niño de unos 7 años, hijo de su tutor español, que le pide al padre para merendar tequeños en lugar del tradicional (para los españoles) bocadillo con queso y jamón curado, o tortilla de papas.

Observador de la presencia venezolana en Madrid, recuerda este académico venezolano que en la época de los viajes al exterior con cupos CADIVI muchísimos venezolanos viajaron y tuvieron estancias en Madrid. Aquello tuvo sus años de apogeo entre 2007 y 2013, según su percepción.

En los últimos años las calles madrileñas se han llenado de voces y expresiones venezolanas, pero ya no es aquel turista que cargaba todo a una tarjeta de crédito en Venezuela, sino que ahora son migrantes.

Y justamente, Ricardo, al hablar, sufre lo que define como la paradoja del migrante, esto en relación a su acento.

“Aquí en Madrid, todo el mundo, y los españoles mayoritariamente, me identifican como venezolano por el acento”, pero junto a eso, “cuando converso con amigos y familiares en Venezuela me perciben un acento diferente al venezolano y me dicen que hablo como español”.

Entre risas, Ricardo García Vegas resume esta paradoja: “al final no sé qué acento tengo”.

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