Migración

Apuntes sobre la transmigración

Las fronteras nacionales limitan el territorio, pero las vivencias, identidades, costumbres y modos culturales viajan con cada persona al lugar en donde hayan decidido (o podido) establecerse

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Por largo tiempo el enfoque sobre las migraciones internacionales, pese a la movilidad humana que este fenómeno conlleva, parecía limitarse a las fronteras nacionales. Salir de su país de origen, cruzar una frontera, establecerse en otro país.

Existió una mirada, bajo ese prisma, una especie de generalización: el migrante vivía una suerte de borrón y cuenta nueva cuando cruzaba una frontera. La reflexión actual, desde la subjetividad que tiene cada ser humano, se plantea que aunque legalmente y territorialmente ocurrió una separación, muchos migrantes siguen conectados con su lugar de origen, o establecen ritos e identidades propias de su comunidad en el nuevo país de acogida.

Peggy Levitt y Nina Glick-Schiller, en 2004, abren las puertas a otros abordajes. Según estas autoras, es crucial reformular el concepto de sociedad. Observan ellas que la vida de un número creciente de individuos no se puede entender sólo observando dentro de las fronteras nacionales, y que por lo tanto, deben repensarse y redefinirse las fronteras de la vida social.

Comienza a hablarse de transnacionalismo y migración. Ese concepto de transnacionalismo refiere a las actividades transfronterizas de actores privados provenientes de las bases (excluye a gobiernos, organismos internacionales como la ONU y a las grandes corporaciones globales).

De acuerdo con la doctora Laura Velasco Ortiz, profesora de El Colegio de la Frontera Norte (Tijuana, México), dentro del transnacionalismo están “aquellos migrantes que tienen los dos pies en el país de acogida y su mente y corazón en el país de origen”.

La migración, para muchos, es una ruptura con la vida que se quedó en la nación de origen, y hacen todo lo posible por mimetizarse con la sociedad que les recibe, pero en otros el proceso se vive con una suerte de dualidad.

Para Velasco Ortiz son migrantes que buscan el diálogo y la interconexión entre ambos mundos. No todos los migrantes son transnacionales, pero quienes sí lo son, apuestan por actividades “multivinculadas”, como lo ha señalado Alejandro Portes.

Para este autor tienen capital importancia las redes sociales, pero no las limita a las plataformas tecnológicas. Se trata de redes transnacionales desde abajo: Redes sociales que conectan a individuos, física y virtualmente, achicando la distancia y diluyendo el tiempo.

Para otros autores, la transmigración ha cobrado importancia en este siglo XXI por la internacionalización creciente que viven la economía y las finanzas, junto al impulso de nuevas tecnologías de comunicación, así como la expansión global del transporte, especialmente del transporte aéreo.

Ludger Pries, al igual que Portes, insisten en catalogar al fenómeno de transmigración. Migrantes que siguen conectados muy de cerca con lo que ocurre en sus comunidades y familias, que “trasladan” costumbres e identidades entre uno y otro punto (origen y acogida) y que difícilmente se definen con una sola nacionalidad.

Al contrario de lo que sostenían visiones anteriores, que apostaban por una inserción completa del migrante en su nuevo entorno, Portes sostiene que asimilación y transnacionalismo no se contraponen, y nos recuerda que con frecuencia aquellos migrantes mejor establecidos participan en actividades transnacionales.

La asimilación, por otra parte, puede impulsar envío de dinero al punto de origen. Estas remesas han dejado de ser asunto secundario, en algunas ocasiones son pilares financieros de los países emisores de migrantes.

A fin de cuentas, estamos presenciando un nuevo espacio social. Levitt y Glick-Schiller observan que algunos migrantes están fuertemente influidos por sus continuados lazos con su comunidad de origen o con redes sociales más allá de las fronteras nacionales.

De esa forma, la dinámica transnacional en materia de migración contribuye a formular un nuevo paradigma: sociedad y Estado nacional no son una ni la misma cosa. Las fronteras nacionales limitan el territorio, pero las vivencias, identidades, costumbres y modos culturales viajan con cada persona al lugar en donde hayan decidido (o podido) establecerse.

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