Tapón del Darién: crean observatorio para vigilar el complejo tránsito migratorio
Se han multiplicado las denuncias de violaciones y tropelías de diverso tipo, incluyendo el abuso sexual contra niñas y mujeres, en la selva del Darién. A partir de ahora, un grupo de 15 organizaciones de la sociedad civil unen esfuerzos por monitorear lo que ocurre durante el tránsito migratorio de miles de personas, ante lo que parece ser la mirada indiferente de los Estados
El año pasado más de medio millón de personas, siendo los venezolanos la principal nacionalidad, atravesaron la peligrosa selva del Darién. Para este 2024 se espera un incremento del 20 por ciento, según las autoridades migratorias panameñas, con lo cual se proyecta que unas 600 mil personas de muy diversas nacionales habrán cruzado la zona boscosa y controlada por mafias criminales que separa a Colombia de Panamá, al concluir este año.
El 11 de septiembre se dio a conocer el lanzamiento del Observatorio de Derechos Humanos de Movilidad Humana del Darién, para levantar datos precisos sobre esta ruta migratoria que atraviesan ciudadanos de múltiples nacionalidades. Está formado por 15 organizaciones tanto nacionales, de Panamá y Colombia, así como otras de carácter regional, pero todas enfocadas en el respeto a los derechos humanos de los migrantes, sin importante su estatus migratorio o condición legal.
El Observatorio, según las organizaciones que lo conforman, tiene como objetivo compartir información precisa y actualizada que facilite la comprensión y el abordaje de estas dinámicas migratorias, así como elevar recomendaciones de políticas y prácticas basadas en los hallazgos, dirigidas a todos los actores interesados, especialmente a los Estados involucrados.
Las respuestas que han dado algunos estados, incluyendo al nuevo gobierno de Panamá, es enfatizar la lógica de control sobre las migraciones, en reacción a lo que se viene constituyendo como el más numeroso corredor migratorio de las Américas.
El Darién es la selva de Panamá y Colombia que abarca poco más de 17 mil kilómetros cuadrados. Llamado también como el Tapón del Darién, es en verdad una franja de unos 160 kilómetros de bosques y humedales, compartidos entre el departamento colombiano del Chocó, en Sudamérica, y en la provincia panameña del Darién, en Centroamérica.
Se le llama Tapón, ya que el Darién representa la única interrupción de la Carretera Panamericana, por lo que es imposible cruzar en vehículos entre Sudamérica y Centroamérica por carretera.
Desde 2021 se viene multiplicando el volumen de personas que la atraviesan, con el objetivo de seguir por Centroamérica y México teniendo como meta ingresar a territorio de Estados Unidos.
La iniciativa del observatorio, difundida inicialmente por la Red Jesuitas con Migrantes, responde a la necesidad de comprender en mayor profundidad la multiplicidad de desafíos que enfrentan las personas en situación de movilidad humana que transitan por la selva del Darién y trabajar colectivamente para garantizar la protección de sus derechos.
“El Darién constituye una de las rutas más peligrosas de América Latina y quienes la transitan se encuentran en situaciones de extrema vulnerabilidad. Es fundamental recordar que los Estados, incluso los de tránsito, tienen la obligación de garantizar el acceso a derechos fundamentales, como el refugio, la salud, la alimentación, entre otros”, precisó por su parte Claudia Paz, directora del programa para Centroamérica y México del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), una de las entidades regionales que participan de la iniciativa.
En un informe publicado recientemente por Human Rights Watch, se estableció que del lado colombiano el acceso al Darién está controlado por el Cartel del Golfo, que tiene ingresos anuales por el orden de los 65 millones de dólares solamente por lo que cobra a cada migrante por permitirles ingresar al Darién.
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El informe resalta que las fuerzas de seguridad estuvieron “involucradas masivamente” en graves violaciones de derechos humanos, que incluyen detenciones arbitrarias y el uso excesivo de la fuerza para reprimir manifestaciones