Opinión

Morir en Venezuela como muere la gente en otras partes del mundo

La tragedia venezolana ha alcanzado dimensiones jamás imaginadas. Y aunque muchos han muerto y morirán por el coronavirus, la causa médica real tampoco será esa “muerte natural”, que suelen asentar en las actas de defunción, sino la falta de asistencia, medicinas o respiradores.

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En Venezuela, hasta hace unos tres o cuatro meses, la mayoría de las personas moría por diferentes razones, todas muy distintas a lo que solemos llamar “muerte natural”. Porque no es natural morir asesinados, como cientos de miles han fallecido por razones tan inverosímiles como mirar feo a alguien que se le atravesó en el tráfico. Eso para no hablar de los atracos, donde impera la noción de que “es más fácil robar a un muerto que a un vivo”, o de los ajustes de cuentas y otras circunstancias.

Tampoco es “muerte natural” morir de hambre, como tantas personas han fallecido en la Venezuela madurista. Esas cifras jamás las conoceremos, porque aparte de que este régimen no las lleva, si las tuviera, nunca las haría públicas.

No mueren de “muerte natural” los miles de enfermos crónicos que fallecieron también porque no recibieron a tiempo -o sencillamente no recibieron- sus medicinas. La tragedia de los trasplantados es espantosa: al dejar de tomar los inmunosupresores que se deben prescribir de por vida, comienza el proceso de rechazo del órgano. La nueva oportunidad de vivir les fue cercenada por la falta de fármacos. Ni hablar de los que estaban en lista de espera por trasplantes: mueren indefectiblemente, porque no se están haciendo.

Los que padecían de cáncer que no pudieron reunir para adquirir los tratamientos de alto costo también fallecieron. Los HIV positivos que dependían de los antirretrovirales. Los que dependían de diálisis.

Estos fármacos los proveía el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales. En la página de Transparencia Venezuela https://transparencia.org.ve/rotondaro-y-los-casi-tres-lustros-que-estuvo-en-el-sector-salud/ pueden leerse todos los cargos de corrupción que se le imputan a quien fue su presidente durante casi quince años: Carlos Rotondaro Cova. De ser ciertas esas acusaciones, Rotondaro no sólo debería ser juzgado por peculado, sino también por homicidio culposo, o quizás hasta por genocidio. Y no me vengan con tecnicismos adulterados y rebuscados. Volvamos a los principios fundamentales de cuando nos convertimos en República. Cito el artículo 2 de la sección segunda del título primero de la Constitución de 1819:

“Haz a los otros el bien que quisieras para ti. No hagas a otro el mal que no quieras para ti. Son los dos principios eternos de justicia natural en que están encerrados todos los deberes respecto a los individuos”.

Pero Rotondaro debe estar gozando de sus millones, tranquilazo, como tantos otros corruptos que ha generado el chavismo.

Tampoco fue de “muerte natural” la de aquellos que llegaron a emergencias de hospitales desprovistos de todos los insumos básicos y murieron de mengua… Pero nadie, nadie, nadie, responde por esas muertes. Nadie  imputa a nadie por esas muertes.

Pensando en estos horrores, me llegó una carta de una querida amiga, que me pareció tan pertinente, que quiero hacer mías sus palabras. Fue una carta larga y dolorosa… un dolor más a los que ya llevamos encima. Pero su conclusión fue lapidaria. Transcribo partes de ella:

“No te había escrito ni llamado porque me he sentido muy deprimida. La palabra “pandemia” era lejana para mí. Tenía vestigios de pasado. Había leído acerca de pestes, entre ellas la más terrible, la “Peste Negra” que acabó con millones de personas y duró aproximadamente 6 años, pero jamás pensé vivir una. Cuando comenzaron a hablar de pandemia veía las noticias y la sentía lejana. Me decía “a nosotros en Venezuela no nos sucederá… ¡ya tenemos nuestras propias pestes!”

Pero el viernes 13 de marzo del 2020 los noticieros informaban que la pandemia había llegado a nuestro país Y que debíamos estar en estricto confinamiento debido al riesgo que entrañaba.

No lo creí. Sentí temor, angustia, pensaba que lo que tantas veces había visto en noticieros o películas había llegado a tocarnos de cerca… ¡A nosotros los tan golpeados venezolanos! Si ya teníamos pestes y pandemias suficientes con todos los desastres que significan lidiar con estos comunistas de m … ¡ya no teníamos país! ¡Y ahora una pandemia!  ¿Que más pandemia necesitaba este país acabado?…

Pensé en nosotros los venezolanos… ¿seríamos acaso recordados como parte de la historia? ¡Un pueblo que desapareció por causa del Covid por estar en la pobreza total! Lloré amargamente y entendí que mi realidad era mejor que la de muchos otros… injusto, pero era así. Y eso me puso peor. La mayoría de los venezolanos simplemente estaría a la merced de un virus, sin poder defenderse… expuestos a la muerte… ¡y morirían! Y entonces me pregunté: “¿será que para un venezolano morir a manos del coronavirus es mejor que morir a manos del hampa? ¿Mejor que morir de hambre o por falta de medicinas?”

Entonces decidí pensar que aquel venezolano que muriera por Covid se asemejaba a un muerto “normal” en cualquier otra parte del mundo, esa normalidad que en Venezuela ya desde hace rato no existe. Quizás los venezolanos empezarían a morir de nuevo como cualquier otro habitante del mundo, y no como miserables sometidos por comunistas que robaron sus alimentos, sus medicinas, su seguridad y su libertad. Entraríamos en las listas de muertos mundiales, igual que el resto de los países…”

Confieso que su carta me estremeció. La covid ha hecho lo que el régimen no pudo, o no quiso: disminuir la inseguridad. Seguirán las muertes de los enfermos crónicos desasistidos, habrá más muertos por hambre, pero la mayoría morirá por causa del coronavirus. Por cierto, las causas de muchas de las muertes por covid han sido cambiadas por “paro respiratorio”, “neumonía”, “infección respiratoria aguda”. Eso para disimular las cifras, que cada día son más altas.

La tragedia venezolana ha alcanzado dimensiones jamás imaginadas. Y aunque muchos han muerto y morirán por el coronavirus, la causa real tampoco será “muerte natural”, sino más bien por falta de asistencia, medicinas o respiradores. Al menos ahora tenemos la “oportunidad” de pensar que nos morimos como muere la gente en otras partes del mundo…

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