Venezuela

OPINIÓN | Vamos juntos

Desde julio venimos realizando un trabajo de apoyo al comedor popular que funciona en el barrio Aquiles Nazoa y que lo mantiene una congregación religiosa que con mucha mística y sacrificio sirve diariamente alrededor de 60 almuerzos a niños menores de 11 años con desnutrición severa. Nos propusimos organizar unas charlas con sus mamás y representantes con la psicóloga.

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Texto: Saúl Jiménez / Fotografía: Daniel Hernández / El Estímulo (referencial)

Rafaela es una niña del barrio muy bonita que llegó a la charla que íbamos a dar en la iglesia agarrada de la mano de su mamá. Sin embargo, no está activa como los demás niños, se la nota triste y alejada a pesar de sus ojos vivaces. La monjita se nos acercó para comentarnos que sería bueno que habláramos con la mamá de Rafaela y con la niña, ya que nota un deterioro en ella desde hace días. Luego de la charla, la psicóloga se quedó conversando con Rafaela y nosotros con su mamá.

Una mujer joven acabada por el sufrimiento, de apenas 32 años y con una apariencia de 50, parió la primera niña a las 16 años de una persona que la maltrataba y lo dejó, pero luego se volvió a empatar y nació Rafaela, quien se convirtió en la mayor de las hijas cuando la otra se fue de la casa con el papá y siguió su misma historia: se fue con el novio. La mujer tiene otros dos niños que Rafaela cuidaba mientras ella salía a trabajar; ahora la niña tiene dificultades para movilizarse y ella ha tenido que dejar el trabajo para atender a los niños, esa situación ha conllevado que ahora no tienen para comer y los niños cada día que pasa están cada día más delgados y débiles.

Esa situación la llevó a solicitar un cupo en el comedor para los 3 niños y ella colabora en la preparación de la comida o en la limpieza del local, pues cada mamá debe hacer una tarea en el local. La señora Juana explica que el rancho se le moja todo y muchas veces la única comida disponible es la del comedor. Las monjas buscan donaciones de comida para que puedan cocinar algo en su casa, pero eso no se consigue todos los días.

La señora Juana llevó a Rafaela al hospital central de la ciudad, donde los médicos le informaron que necesitaban una resonancia magnética con contraste para proporcionar un diagnóstico exacto, pero que el centro no dispone de equipos activos al estar paralizado desde hace años por falta de repuestos e insumos, los cuales deben buscarse en las clínicas que hacen dichos exámenes.

En ese momento se inició el mayor martirio de Rafaela y la señora Juana, quien se dirigió con mucha pena a las monjitas para contarles lo que le estaba pasando y que no encontraba qué hacer. Las hermanas empezaron a hacer diligencias para lograr el examen. Fueron a una clínica y averiguaron que el  el costo son trecientos seis mil bolívares (Bs.S. 306.000,00),  lo que ellas gastan en 5 días de comida para todos los niños por una semana. He allí el dilema: pagar el examen de Rafaela o comprar la comida para los 60 niños y los 12 ancianos que atienden todos los días.

Este es el drama real que viven muchas Juanas en nuestro país y que los gobiernos de todos los niveles no ven, no reconocen y menos aún atienden. Se puede ir de oficina en oficina y en ninguna se obtiene una respuesta satisfactoria: no hay recursos. Sin embargo, a los ojos de todo el mundo se nota la cantidad de carros de lujo que usan los funcionarios y las visitas a restaurantes caros en diferentes partes de la ciudad. Todo cancelado con los recursos del Estado.

No se quiere un país de mendigos. Lo que requerimos es un país donde cada uno de los ciudadanos podamos producir para cubrir nuestras necesidades, crear a nuestros hijos, educarlos y formarlos para el bien de la sociedad. Donde el Estado pueda tener organismos de atención al ciudadano, donde le puedan dar respuesta a los casos extremos, donde nuestros servicios de salud tengan todos los equipos e insumos necesarios para atender a la población más vulnerable para que se pueda lograr su propio desarrollo y sacarla del hueco, donde nuestros laboratorios farmacéuticos puedan producir las medicinas necesarias.

Necesitamos escuelas bien dotadas en sus espacios físicos, materiales educativos, maestros percibiendo una excelente remuneración, sueldos dignos y acordes con la responsabilidad que tienen en la educación del país, bibliotecas donde nuestros niños puedan disfrutar de buenos ambientes de trabajo, donde se les sirva una comida y una merienda diaria y donde se tenga un estudio socioeconómico de cada uno de los infantes que permita al Estado utilizar estas estadísticas y así planificar las ayudas sociales necesarias para que el país funcione.

Mientras estos sueños se concretan, muchas organizaciones de la sociedad civil seguimos comprometidos en aportar nuestro granito de arena en el mejoramiento de la calidad de vida de muchos venezolanos que en los sectores más humildes y más vulnerables están soportando el mayor peso de la crisis, y que con un poquito de amor y solidaridad de cada uno de nosotros lograremos que su carga sea más liviana. Esa es la tarea y lo podemos hacer aquí y ahora en forma cooperativa desde todo los sectores del país.

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