Opinión

El show de la destrucción

Lo más llamativo de la demolición del puente de Santa Cecilia fueron los aplausos que celebraron la caída de la estructura. Aquel sencillo acto, que no tomó más de 33 segundos, representó toda una metáfora de estos 15 años de revolución chavista.

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A lo largo de esta década y media, frente a nuestros ojos, han arrasado cada una de las instituciones que constituyen el corazón de la democracia. Y la mayoría de los venezolanos ha ovacionado a los destructores con un entusiasmo que aterra.

«¡Fuego a la carga de cuatro!», expresó el ministro Haiman El Troudi antes de apretar el botón que generaría la explosión definitiva. El mismo número de la República, la Cuatro, que se han empeñado en tirar al piso sin levantar nada sólido en su lugar.

El puente de Santa Cecilia tuvo suerte. Cayó de un solo golpe. La democracia venezolana sufrió dos en 1992, otro en 2002, y así ha continuado llevando mandarriazos hasta nuestros días. De sus pilares, el Tribunal Supremo de Justicia, la Asamblea Nacional, el Consejo Nacional Electoral y el Poder Ciudadano, puede decirse que están hundidos en una montaña de escombros producidos por un elemento más peligroso y amenazador que el C-4: la bomba 4-F.

El éxito de esta operación no debe sorprender a nadie. El chavismo ha demostrado ser experto en volar cualquier puente. Así liquidó aquellos que debía construir para dialogar con el país que no aplaude con alborozo todas sus explosivas decisiones.

Antes de reventar la estructura, El Troudi exclamó: «Con el favor de Dios». Si se trataba de ensayar una oración para asegurar la destrucción, quizás el ministro ha podido elevar sus manos al cielo y rezar el Chávez Nuestro.

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