Opinión

El Madrid de la solidaridad

El fanático del Real Madrid tiende a esperar el aguacero, cuando cae la primera gota. Hace mucho tiempo ya de las remontadas épicas y el espíritu de Juanito parece descansar en paz. Por eso, es normal que muchos buscaran el paraguas cuando al minuto cuatro Neymar aprovechaba la indecisión de Carvajal y el estorbo-cortina de Pepe, como si fuera un jugador de baloncesto, para clavarla en el ángulo izquierdo de la portería de Iker Casillas.

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Foto: AFP

Sin embargo, lo que vino a continuación fue una clase de cómo borrar al rival del campo. La presión del equipo blanco era tal que cada jugador del Barcelona se resguardaba en su trinchera, sin importarle la suerte del compañero que caía en la batalla.

Entonces allí radica la primera diferencia del Madrid con respecto a su rival y sobre todo con respecto a sus ediciones anteriores: todos son estrellas, sí, pero están dispuestos a jugarse la vida por el otro.

La línea de cuatro en el fondo mostró – y va a continuar mostrando- el estado gelatinoso merengue que generan jugadores como Neymar y Messi. Para eso hay un refrigerante de nombre y apellido: Iker Casillas.

Fue Casillas el que frustró el 2-0 con esas reacciones que le permiten seguir reinando cuando la competencia le llega al cuello. Tan espectacular la tapada como clamoroso el fallo de Messi. La jugada fue por inercia; un reflejo condicionado de un conjunto que aún tiene talento para poner en peligro a cualquier nómina, pero que mostró cansancio, vejez y, sobre todo, ausencia creativa.

Al Barcelona le costaba 10 toques para asomarse ante Casillas. A Madrid solo tres. Porque esta versión merengue luce como un equipo de relevo de atletismo cuando Isco, Marcelo, James y Cristiano toman el balón.

Benzemá merece una nota aparte, porque el francés siempre juega un partido aparte. Cuando se esperan sus goles, se pelea con el arco. Cuando se le pierde la fe, sale como el Chapulín Colorado y debemos contar con su astucia, como su definición tras una sencilla y preciosa asistencia del colombiano. Ese fue el tercer gol y ya, no hubo más rival. En el minuto 61 se acabó el clásico más esperado del mundo. Valga una imagen para comprobarlo, seis minutos después: un centro al área donde había un solo jugador para cabecear. Ese jugador era…. Neymar. Y un dato estadístico para certificarlo: el juego era tan plácido que el primer cambio del equipo local fue en el minuto 83 (Illarramendi por Isco).

Corren y juegan

Decimos que los jugadores del Madrid vuelan, pero no solos. Con ellos va el balón. Con Mourinho comenzó este proceso físico, aunque entonces repudiaban la pelota. Ahora con ‘Carleto’ la historia es otra. En Twitter leí el mejor análisis del encuentro: «Luis Enrique preparó el partido como si este fuera el Real de Mourinho y no el de Ancelotti».

Cuando tienes buenos jugadores, se contagian las ganas de jugar bien. Si hay libertad, entonces tenemos artistas. Pongamos a Carvajal, que empezó con dudas y terminó borrando a Neymar del mapa. Seguimos con Pepe que mandó al banco a Luis Suárez y hasta marcó en tiro de esquina (m. 51,). Y continuamos con Marcelo, que subió tanto y tan seguido, que Isco parecía el defensa, tapando cuando quedaba la autopista desierta. Lo dicho: solidaridad.

Y así podemos seguir nombrando a Sergio Ramos, que esta vez estuvo más señorial y menos volado. Aún así extrañamos su actitud de Rambo sevillano. O a Modric.

El croata, al igual que James, debe acostumbrarse a su papel secundario, como si actuara en un filme de Wes Anderson.

Y hoy tal vez se hable poco de Kroos. A lo mejor le falta firmar un partido heroico para mostrar su valía. Aún tiene espacio para mejorar y mostrar ese disparo de superhéroe, de Avenger.

Nos queda Cristiano. Fue el que empató con un buen disparo desde el punto penal. Otros brillaron más que él (James, Isco, Carvajal). Y esto no es un detalle nimio. La cantidad de pases que dio para que otros se lucieran evidencia que estamos ante una nueva legión: la hermandad blanca.

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