Opinión

La revolución al revés

Ariel y Calibán han cambiado de partido. La forma de barbarie que José Enrique Rodó encontró en el utilitarismo y el materialismo ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los anglosajones y de los partidos de derecha.

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Foto: AP

Pero Ariel, ese genio desinteresado y generoso, movido por la espiritualidad y la nobleza, también ha escapado de los territorios exclusivos de Latinoamérica y la izquierda revolucionaria. Por lo menos, eso es lo que leemos entre líneas en los numerosos artículos y reportajes publicados sobre el hecho político latinoamericano más relevante de los últimos cincuenta años: el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos.

La mayor parte del mundo ha recibido con calidez y alegría el acercamiento entre las dos naciones pero de las distintas argumentaciones ha surgido una antinomia entre realismo político y valores. Hasta no hace mucho, la defensa de los principios y la dignidad había constituido el eje retórico de la revolución cubana. Si algo enorgullecía al alma revolucionaria era haberse constituido en el baluarte de la dignidad y autoestima latinoamericana frente al desalmado imperio del norte. Ahora, la dignidad ha mudado de banda. Los detractores de los acuerdos anunciados por Raúl Castro y Barack Obama apelan a la volatilidad de los valores y la falsedad de las convicciones mientras que los defensores de la iniciativa que puso fin al último enclave de la guerra fría en Latinoamérica resaltan las bondades del utilitarismo, los intercambios comerciales y los negocios.

El senador republicano por el Estado de la Florida, Marco Rubio, tachó de vergonzoso e indignante el haber sacrificado los valores democráticos y haber hecho concesiones a una dictadura arbitraria. Otros políticos conversadores criticaron a Obama porque el fracaso del bloqueo comercial no justificaba la aceptación tácita del atropello de los derechos humanos y la limitación de libertades en la isla. No porque una política fracase debe ser necesariamente abandonada. El triunfo del mal no ha hecho abrogar de su lucha a las religiones. La izquierda, por el contrario, ha compartido su euforia con la de los comerciantes e inversores internacionales que anticipan nuevas oportunidades de negocio. La acciones de la aerolínea panameña Copa y de la cadena hotelera Meliá subieron estrepitosamente mientras que el dinero de la corrupción boliburguesa busca ansiosamente canales para aprovechar el nuevo mix del socialismo-capitalismo cubano. En todo caso, sea como sea, al derecho o al revés, el peso de la revolución cubana en el alma continental es de tal magnitud que cualquiera que sea la forma que de ahora en adelante adopte, todos los latinoamericanos sentiremos el impacto de los cambios en nuestra identidad cultural.

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