Opinión

Apuntes Vinotinto: dos triunfos para empezar a caminar

Una victoria sirve sólo si ésta se convierte en el primer paso para conseguir un próximo triunfo. Esa máxima del neerlandés Louis van Gaal es la mejor noticia que dejan las presentaciones criollas ante Honduras, sin que ello suponga olvidarnos de Otero, Farías y de un voluntarioso Cichero.

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He sido crítico con el nivel del campeonato local; se juega a un ritmo menor del que exigen los compromisos internacionales y con esto no hago referencia a si se corren más o menos kilómetros por encuentro. Es cierto que el futbolista de élite es aquel que sabe manejarse dentro de la intensidad que propone esta actividad, pero la intensidad debe ser entendida como un todo, es decir, intensidad de concentración; no es correr por correr sino hacerlo mientras se toman decisiones. De nada servirá contar los metros recorridos si antes no nos fijamos en lla validez de las resoluciones, y es allí donde falla el futbolista del torneo local, no porque no tenga capacidad para exigirse al máximo sino porque el contexto no le exige más de lo que todos conocemos.

Esta situación a la que hago referencia se notó en casi todos los ataques de Honduras. Venezuela sufrió cada vez que tuvo que replegarse porque la reacción que caracteriza al jugador criollo es retroceder sin reparar en cuándo y en qué lugar debe plantarse. El gol catracho llegó así: una línea defensiva que corre hacia su arquero y luego no tiene el tiempo para volver sobre sus pasos y marcar al rival. Más tarde, alrededor de los 40 minutos de juego, y tras un tiro de esquina criollo, Honduras volvió a mostrar esta carencia tan típica y tan difícil de modificar. Para defender correctamente no es necesario correr hacia atrás como pollos sin cabeza; es imprescindible atacar el ataque rival, presionarlo, evitar que disponga del tiempo y el espacio para pensar y decidir.

El primer gol criollo tuvo la gran virtud de sacar provecho de un error rival, algo que nos ha caracterizado desde el ciclo de César Farías. Es cierto que ésta no es la selección titular y que Rómulo Otero, el jugador de mayores recursos del torneo local, no estuvo presente, pero el fútbol, como juego, no se puede interpretar continuadamente como una competencia de pundonor. Nos falta juego; a los jugadores del torneo local les haría bien atreverse a más . ¿Qué quiere decir esto? Que gracias a su orgullo y su voluntad, el futbolista criollo es capaz de hacer frente a cualquier reto, pero este deporte necesita de otras respuestas en las que se falla desde tiempos inmemoriales, como la aplicación defensiva de los defensores centrales; la conexión de los volantes centrales con la totalidad del juego y no sólo con sus funciones defensivas, o que el arquero debe ensayar mil veces su saque de arco para que este sea un arma y no una simple reacción. La rebeldía debe llegar acompañada de fútbol. De nada vale hablar de presión alta, media o baja si nos fallan conceptos tan básicos.

La expulsión del hondureño Jorge Claros era una invitación para aumentar la confianza y la intensidad. Ese cambio no se notó hasta la entrada de John Murillo y Luis González, porque la selección, más allá de gozar de esa superioridad numérica, jamás comprendió que la que vale, la que gana los partidos, es la superioridad posicional, y esta se consigue a partir de la dinámica, la sorpresa y la búsqueda permanente de los espacios no ocupados. Contrario a la noción popular, esto no es función de un 10 o un creador; este juego es una expresión colectiva en la que todos juegan, y para jugar hay que moverse, inventar, arriesgar y recuperar. Eso faltó y puede condicionar futuras convocatorias.

Murillo merece un párrafo aparte. Su actuación en el Sudamericano Sub-20 se vio empañada por sus reacciones en el partido final, pero no se debe perder de vista que es un futbolista sin comparación en el país, ya que lo suyo es desbordar y decidir entre el centro o una carrera en diagonal hacia el arco. Sus elecciones correctas superan a sus equivocaciones, y mientras Jeffren Suárez no llega y no tiene papeles, el apureño suma para convertirse en un fijo de las convocatorias de Sanvicente.

Las dos primeras victorias del ciclo de Noel Sanvicente sirven para confirmar la realidad de Rómulo Otero, la candidatura de Alain Baroja, la certeza de Franklin Lucena, el amor propio de Gabriel Cichero y algunas opciones más que deben ser probadas nuevamente en los amistosos por venir. Noel, una vez finalizado el partido, fue muy contundente cuando afirmó que aún están en deuda con el juego, y la única manera de reducir ese déficit no es a punta de coraje sino del cumplimiento de una planificación que ya entregó Sanvicente a la FVF y que determinará, en gran medida, el éxito o el fracaso del futuro más inmediato.

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