Opinión

Vinotinto vs. Italia y Guatemala: abrazar la incertidumbre

La selección venezolana tuvo un buen rendimiento ante los eurpeos, pero defraudó frente a los de Concacaf. ¿Por qué pasó esto? ¿Cuáles son las conclusiones de estos dos juegos con la Copa América en el horizonte? Aquí lo debatimos

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AFP

La selección venezolana de fútbol perdió con Italia (2-1) y empató con Guatemala (0-0) en los recientes amistosos jugados en Estados Unidos. Es obvio que en estos encuentros los resultados pasan a un segundo plano, pues no son más que ensayos. Se buscaba probar/confirmar posiciones/roles. Después, si la insatisfacción continúa, se trabaja en el intento de estabilizar las zonas más débiles. En todo caso, nada sustituye al «experimento» en vivo. Es la única forma de llegar prevenido a las competencias oficiales.

Así pues, solo se puede calificar de exitoso el plan de experimentar y probar de Fernando Batista. Italia y Guatemala fueron dos muy buenos sparrings, que pusieron a correr a la Vinotinto. En el primer choque, las sensaciones fueron más que positivas, si bien los europeos no comenzaron con su 11 de gala. Contra el equipo de la Concacaf, todo lo contrario. Algunos nombres no terminan de cuajar, a pesar de la calidad comprobada. ¿Se lo achacamos al esquema? ¿Al poco tiempo entre juego y juego? ¿Al desbalance que generan jugadores puntuales?

Las conclusiones siempre son arriesgadas. Tomás Rincón y Rómulo Otero fueron superados por rivales más rápidos y de mayor envergadura física. Daniel Pereira lució mucho mejor cuando Christian Cásseres Jr. le sirvió de escudero y la defensa mostró otra cara con el ingreso de Jon Aramburu. Al mismo tiempo, quedó la sensación de que Jefferson Savarino sigue sin encontrar su lugar en este 11, a pesar de que hace rato lo hizo en el Botafogo. Todo esto ante Guatemala. ¿Esto indica que ya hay titulares y suplentes? ¿Descartados para la Copa América, tal vez? No es tan sencillo.

Los técnicos, en especial al enfrentar unas eliminatorias tan largas como las sudamericanas, deben conocer al dedo qué le pueden dar sus jugadores, incluso si se trata de solo cinco minutos, esos cinco que, con ventaja en el marcador -hablamos de un caso hipotético- te pueden dar una clasificación. Pensemos en esos minutos en los que el Real Madrid ha cambiado su historia en la Champions League, por ejemplo. Espero se entienda el punto: lo que los fanáticos y analistas vemos es más superficial que lo que Batista concluye.

Esto no quiere decir que los mortales no tengamos derecho a opinar o criticar. Todo eso forma parte del ecosistema que hace del fútbol un deporte tan emocionante y que genera millones de dólares. Batista lo sabe muy bien. Por eso no niega entrevistas, así le pregunten si prefiere la empanada o la arepa. Ha comprendido muy bien la idiosincracia de Venezuela y de sus elementos que comunican. Es la antítesis del silencio impuesto por Néstor Pékerman y su desafortunado séquito que lidera Pascual Lezcano.

Pero en lo que no se ha podido diferenciar, con respecto a Pékerman (y podríamos ir mucho más atrás) es en el recambio generacional. Si bien pareciera que el espectro de jugadores disponibles es más amplio, Batista sigue usando una base ya conocida, encabezada por Salomón Rondón y que incluye a Tomás Rincón. El técnico ha pedido que «la ansiedad» no nos supere, debido a la cantidad de personas que piden minutos para jóvenes como Telasco Segovia, Matías Lacava o David Martínez .

Y tiene sentido. Parece ya tan lejano, pero hace 15 años Venezuela clasificaba por primera vez a un Mundial. Fue de la mano de César Farías y una selección Sub-20. De esa plantilla, que se esperaba mucho, solo «sobreviven» actualmente Rafa Romo y Salomón Rondón. Ambos criticados posteriormente y con altibajos en sus carreras. Con esto se deja sentado que las transiciones en el fútbol no son lineales. El jugador que brilló en una categoría menor no necesariamente evoluciona como se espera. De eso hemos escrito muchas veces en ese espacio. De hecho deberíamos estar curtidos por el abuso de la frase «la generación que nos llevará al Mundial (de mayores)».

Uno de los problemas que enfrentamos al momento de opinar de la Vinotinto es que nos cuesta abrazar la incertidumbre. Nos rebanamos el cerebro tratando de entender/explicar si Venezuela es mejor con una «línea de 5» o «de 4»; con «carrileros», efectivos «por dentro» o «extremos». Todo esto, amigo lector, lo debe haber leído o escuchado en análisis televisivos, posts en redes sociales o artículos (cada vez menos). No obstante, la realidad es que en la selección venezolana, históricamente, la regularidad cuesta mucho. Esto pasa por la capacidad o no para relacionarse y tomar las mejores decisiones en el campo, cuando llega el momento de competir.

Al jugador que hoy se le aclama, mañana se le liquida. Todos han pasado por ahí. Nahuel Ferraresi, Yordan Osorio, Wilker Ángel, sobresalientes en estos amistosos han tenido sus lunares. Incluso Joel Graterol y Darwin Machís, que también brillaron. Eso para no entrar con la eterna discusión sobre Salomón y su sustituto natural. También ha pasado con Yeferson Soteldo, probablemente el único indiscutible hoy por hoy al lado de Yangel Herrera. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿por qué pasa esto? ¿Realmente tiene que ver con un esquema?

Hasta ahora, el juego colectivo de la selección venezolana es intermitente. Se han dado los resultados en Conmebol y eso es para celebrar. No quiere decir que Batista y su equipo de trabajo no lo estén buscando. Los amistosos son prueba de ello. Sin embargo, por ahora solo tenemos incertidumbre. En la Copa América veremos si lo planificado rinde frutos. Por ahora solo nos queda abrazar esa incertidumbre y aceptar que al final de la historia el fútbol es de los jugadores. Si no toman las mejores decisiones en el campo, poco se puede hacer desde fuera de allí.

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