El Estímulo

Unas líneas sobre el cambio en el Fútbol Venezolano

No hay mayor elemento de consenso entre quienes tienen algo que ver con el fútbol criollo que la necesidad de un cambio. Y no hay mayor denominador común que la ausencia de ideas a la hora de proponer estas modificaciones. Todos pedimos y exigimos, pero, ¿sabemos qué queremos?

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Foto de la Federación Venezolana de Fútbol

Esta semana termina con otra pobre actuación de los equipos venezolanos en Copa Libertadores. Como ya son seis años sin nada que celebrar, le confieso que me importan muy poco y me aburren demasiado las excusas de entrenadores o dirigentes; si estos no se abocan a buscar una solución que realmente provoque algún cambio en esta horrorosa dinámica, esto que hoy estamos viviendo será moneda común. ¿Qué pueden hacer aquellos que tienen el poder de promover innovaciones?

Lo primero es definir qué significa cambiar. Si nos atenemos al pensamiento de Heráclito, todos nosotros, hasta nuestro pobre torneo de primera división, vivimos en una etapa permanente de cambios. Ahora bien, si nos trasladamos al campo de la física –Heráclito y sus reflexiones están más cercanas a la filosofía- encontraremos una definición más ajustada al caso del fútbol venezolano: cambio no es más que “el concepto que denota la transición que ocurre de un estado a otro”. En el asunto que ocupa este artículo, estas modificaciones serían aquellas que promoverían la transición de un estado de catástrofe a uno de normalidad.

Usted seguramente pensará que exagero en mi definición, pero, ¿es que acaso una catástrofe no puede ser causada por la intervención del hombre? En el fútbol venezolano hasta se han perdido vidas, así que no nos detengamos en tecnicismos que nada ayudan y llamemos las cosas por su nombre.

Reitero un dato: desde el año 2009, ningún equipo del patio ha superado la etapa de grupos en Copa Libertadores. No puede uno exagerar y hacerle creer a quienes apenas se acercan a esta actividad que llegar a octavos de final era una costumbre, pero, y tampoco me extralimito con esta afirmación, en tiempos no muy lejanos, anteriores a la bendita expansión de 2007 -tan defendida por César Farías y hoy atacada por el mismo protagonista-, nuestros clubes peleaban sus partidos con algo más que la simple voluntad, eso que ahora llaman “huevos”. Por ello es tan importante que, luego de conocer el concepto de cambio, los directivos del fútbol venezolano –no Rafael Esquivel, sino los presidentes de equipos- se cuestionen si realmente están a favor de variaciones en pro de esta actividad, o si sencillamente están más que contentos en este esquema que tanto los favorece a ellos, a los dirigentes..

Supongamos, por el bien de nuestra salud mental, que estos señores se levantan mañana y deciden que ha llegado la hora de hacer algo distinto. ¿Por dónde empezar? Permítame que en unas pocas líneas haga un par de recomendaciones. Ya usted me conoce, no es que me guste quejarme, es que disfruto de la queja y de la utopía, esa que hace creerme en condiciones de aportar algo más que un puñado de letras.

El fútbol criollo no puede tener dieciocho equipos en primera división, mucho menos veinte como algunos sugieren. Es una ecuación muy sencilla: la ampliación de opciones ha disminuido las exigencias, lo que empobrece el espectáculo y por ello ahora se arriba a primera división con mucha más facilidad que antes. Así como a la selección nacional no llega ni debe llegar cualquier futbolista –a pesar de que en la etapa anterior cualquier jugador de medio pelo era convocado-, a la primera división sólo deben optar aquellos que posean la excelencia necesaria para hacer vida en ella y mejorarla, ya sabe usted, por aquello de que el individuo condiciona y modifica al colectivo y el colectivo modifica y condiciona al individuo. Por ende, si no se hace énfasis en la correcta formación de futbolistas desde las edades más tempranas, y se abren las puertas a cualquiera que no posea las herramientas básicas para hacer carrera en primera división, este esperpento de torneo seguirá creciendo y creciendo, mientras que el nivel de nuestro fútbol irá en camino contrario.

Otro ítem a tener en cuenta tiene que ver con las garantías de pago. No es necesario que ahondemos en la complicada situación económica que vive el país, pero esta realidad hace que sea aún más necesario que quienes decidan adquirir o manejar equipos de primera división ofrezcan algún tipo de seguridad, y que episodios como los del actual Deportivo Petare (con propietarios que hace tiempo no invierten en la evolución del equipo) o los otros muchos que dependen exclusivamente de gobernaciones y alcaldías, no constituyan la normalidad de esta actividad. Ahí sí debe aparecer la Federación Venezolana de Fútbol, como ente regulador de los torneos, para exigir la presentación de documentos probatorios de solvencia económica.

Otro aspecto a solucionar tiene que ver con la transmisión en TV y el mercadeo del torneo. Si los presidentes y dueños de equipos han aprendido algo en estos años –uno espera que así haya sido- es que aquello de otorgar derechos de transmisión con exclusividad no es más que un estímulo a la clandestinidad, No importa si se trata de Sport Plus(+) o DIRECTV, el hecho es que lo que no se muestra no se vende, y en el caso de este fútbol, aún estamos a la espera de cifras que demuestren que este deporte llega a más del 75% de los hogares venezolanos, un porcentaje conservador pero que significaría una garantía para empresas y negocios que, en caso de anunciar dentro del fútbol criollo, su producto llamaría la atención de una alta cantidad de venezolanos.

Mire cuan rápido es encontrar soluciones para esta actividad, lo que inmediátamente nos lleva a reflexionar acerca el estado –paupérrimo en mi opinión- de nuestro fútbol. Pero más preocupante aún es la tendencia al gatopardismo que se observa en los dirigentes criollos. No les ha bastado afincarse en confirmar que aquello que comienza mal no puede sino terminar peor; es que con todas sus reuniones, tanto para crear una Liga que no existe comopara proponer cambios en el formato del torneo, dan la impresión de ser alumnos aventajados de esa corriente que invita a cambiarlo todo para que nada cambie.

Usted ,que ha llegado hasta aquí, puede pensar que mi pesimismo no tiene remedio. Pero antes de enfrascarse en una estéril discusión con este cronista que no presume de saber, porque sabe que no sabe nada, paséese por el escenario de cambios que aquí describo, sume todas las variantes de desee y observará –porque en los sueños también se ve y se siente- que el cambio es posible. Sólo es necesario que se bajen del autobús los traficantes y negociantes de siempre.

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