Opinión

El 6-D parirá un nuevo sujeto político

El capitalismo rentístico y el neorrentismo socialista son expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista. El neorrentismo socialista funcionó a la perfección mientras los ingresos petroleros crecieron sostenidamente y resultaron más que suficientes para financiar la inversión social y productiva.

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Obreros, campesinos, clase media y empresarios han sido moldeados al calor de la cultura rentista, de la entrega de casas, artefactos electrodomésticos, vehículos, becas, dólares preferenciales, bajos impuestos, cupos electrónicos y de tarjeta de crédito para poder viajar.

La distribución de la renta no se limitó a un asunto de justicia social, sino que derivó en un instrumento para obtener y mantener el apoyo político que permita a los repartidores de la renta perpetuarse en el poder. Para disfrutar de los beneficios, quienes quieran su gotica de petróleo deben votar por los candidatos del oficialismo. Se trata de asignaciones que no son fruto del trabajo ni de la inversión, sino del reparto clientelar de la renta.

De allí que les aterra la crítica de la oposición al excesivo gasto público, a los subsidios, a las misiones y rechazan el discurso opositor que amenaza la continuidad del Estado paternalista. Para la cultura rentista siempre será preferible un gobierno que siga repartiendo la renta a cambio de lealtades políticas, a otro que a nombre de la austeridad lo llame a encarar tiempos de sacrificio y esfuerzo productivo.

-Expresiones distintas del mismo modelo extractivista- 

Al igual que el Plan de la Patria, el programa de la MUD plantea duplicar la extracción de petróleo de 3 a 6 millones de barriles diarios para obtener más renta que alimente el gasto público, sin tener que aplicar nuevos impuestos. La inversión social y productiva de la renta se desnaturaliza y termina siendo un premio a las lealtades políticas. La dominación se logra a través de un sistema de premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos, comprar la simpatía de grupos ambivalentes y castigar o disuadir a los adversarios.

Al igual que el capitalismo rentístico, el neorrentismo socialista se sustenta en el extraordinario poder político, económico y social que confiere el control de la renta petrolera. Este modelo confunde la sociedad con el Estado. Asume que desde el entramado burocrático se representa el interés social, a pesar de las enormes contradicciones que la sociedad tiene no solo con el mercado, sino también con el Estado.

El descontento popular es muy grande, el gobierno no ha podido derrotar ni la inflación, ni la escasez, ni el acaparamiento ni la especulación. Para justificar su ineficiencia se empeña en un desgastado discurso de la guerra económica cada vez menos creíble.

Las cosas elementales de la vida cotidiana como conseguir un rollo de papel higiénico, un jabón, una pasta dental, un paquete de harina de maíz, un cartón de huevos se convierten en una proeza de supervivencia, en una hazaña cotidiana y la gente no quiere resignarse a semejante calamidad.

La MUD sustenta su opción electoral en explotar las ineficiencias del gobierno, sin delinear una alternativa que sea realmente percibida como algo nuevo, diferente y superior. Es el mismo modelo extractivista del gobierno, aunque en las parlamentarias del 6-D aparezca como opción de triunfo. La MUD crítica al modelo chavista, pero ha sido incapaz de hilvanar una propuesta que supere la tesis de la inclusión social en la que se basa el oficialismo.

Por eso en las bases populares el chavismo corre con ventaja, toda vez que es ser percibido como una fuerza que prioriza lo social por encima del capital. En un país donde el auge inflacionario devora la capacidad adquisitiva de los salarios y crece la pobreza medida por ingresos, la oposición se identifica más con el movimiento empresarial que crítica con razón el ruinoso control de precios -pero no sabe explicar su nocivo impacto social.

El gobierno aprovecha su incoherencia para proyectarlos como los capitalistas insensibles a quienes solo les importan sus ganancias, sin detenerse a pensar en las necesidades del pueblo humilde. Así, el chavismo monopoliza la causa de la justicia social y en su discurso prioriza las necesidades de los pobres que necesitan quien los defienda del capitalismo salvaje.

El nuevo sujeto político

Pero hay un elector más consciente que no ve las cosas en blanco y negro y, por lo tanto, no cae en esta manipulación. Un sector que no se considera chavista, pero tampoco de oposición. Este sector ha dado origen a la conformación de un nuevo actor sociopolítico que crece a expensas del chavismo y la oposición descontentas. Se trata de una marcha silenciosa que critica la violencia de las guarimbas como instrumento político, pero también se opone a la violencia que pretende criminalizar y silenciar, no solo a los opositores, sino también al pensamiento crítico que intenta revitalizar una fatigada y desgastada Revolución.

No son tan ingenuos como para creer que un cambio en la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional automáticamente va a erradicar los problemas de escasez, acaparamiento y especulación que azotan a la población. Saben que es mucho lo que hay que reconstruir y que no será tarea fácil ni rápida. La reconstrucción nacional requerirá mucho esfuerzo, diálogo y capacidad para lograr grandes acuerdos entre gobierno y oposición. Entre las creencias limitantes que impiden construir estos consensos podemos subrayar los siguientes:

-Creer que estatizar es socializar
-Confundir mercado con capitalismo
-Pensar que al distribuir la renta se está erradicando la pobreza
-Afirmar que por definición los pobres son chavistas y los ricos opositores.
-Las medidas económicas son antipopulares
-Generan un alto costo político
-Pueden originar una crisis de gobernabilidad

Lo cierto es que las empresas expropiadas y estatizadas terminaron quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción. La prolongación de los controles de cambio y de precios -que en un determinado fueron necesarios-, generan incentivos perversos a la especulación y la corrupción.

Con el colapso de los precios del petróleo, la renta petrolera se desplomó y ha castigado severamente la capacidad financiera del gobierno para mantener las misiones sociales. Dentro de los sectores más pudientes de la sociedad venezolana se multiplican los exponentes de la boliburguesía que no ha tenido escrúpulos a la hora de medrar y enriquecerse sacando provecho a las desviaciones y errores de la política económica. Y muchas de las medidas que el gobierno pudiera tomar para superar los problemas de escasez, acaparamiento y especulación, las descarta por atribuirles un impacto antipopular que puede generar un alto costo político en la antesala de las elecciones a la Asamblea Nacional.

El cansancio de la ciudadanía con un gobierno ineficiente y el rechazo a una oposición que no hace sino meterle palos a las ruedas de la carreta para que el país no avance, se expresará en la conformación de un nuevo actor político como fenómeno electoral que tendrá dos formas fundamentales de expresión. En primer lugar, los votos que no irán a las tarjetas del oficialismo y la oposición; y, en segundo lugar, el potencial de crecimiento futuro que para esa opción representa la abstención.

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