Si algo quedará como evidencia de la fulana revolución chavista es su marcada mediocridad. La apología del “patensuelismo” (en vez de ayudar a los autodenominados “pata en el suelo” a dejar de serlo), la ranchificación del país en todo sentido, el hacer las cosas a medias, a cuartas, a décimas, el encomio a la vulgaridad, entre otros, son síntomas de la involución sufrida por Venezuela durante los últimos veinte años. El lunes 26 de marzo, la joven ancla de Globovisión Sasha López, aparentemente en una falla del teleprompter, dijo que se cumplían “dos días del duelo nacional por la muerte de “José de Abreu” porque… porque… se murió”. El video se hizo viral de inmediato. No era para menos. Que alguien en Venezuela no supiera quién era el Maestro Abreu era raro, pero que una profesional que supuestamente pasó por una universidad no supiera quién fue el creador de la obra más importante de su país, es espeluznante. Pero lo peor no fue eso, que ya en sí mismo es terrible. Lo peor fue la reacción de algunos en las redes sociales, defendiendo lo indefendible. Y eso es “pobrecitismo”: la perpetuación de la mediocridad. “Pobrecita la muchacha, se puso nerviosa”. Una cosa son nervios y otra, la falta de conocimientos y profesionalismo. Quedó en evidencia que ni siquiera leyó la pauta antes de comenzar el programa, rutina que siguen las anclas responsables en todo el mundo, hasta para algo tan simple como saber cómo se pronuncia un apellido en otro idioma. La joven no tuvo tiempo para eso, pero sí lo encuentra para grabarse en el carro cantando reguetón. Otros se quejaron de que “mujeres con presencia en las redes sociales (yo) “atacaran” de forma despiadada a otras mujeres”. La verdad es que mis críticas no tuvieron que ver con que fuera hombre o mujer. Lo hubiera criticado de la misma manera si hubiera sido un hombre. Pero no ir al fondo de las cosas es otro indicio de que estamos peor de lo que pensamos. “No es para tanto”, se quejó otra señora. ¿Cómo que no es para tanto? La carrera de Comunicación Social ha sido banalizada por dueños de medios, cuando consideran que lo más importante es el físico y no la inteligencia y la cultura general de un periodista. Yo estoy en varios chats con periodistas jóvenes y día a día me asombra su capacidad de trabajo, su brillantez, su conocimiento de la realidad del país pasada y presente. Y casi ninguno de ellos, por no decir ninguno, está en televisión. Lástima por lo que se pierden los televidentes. “Sus colegas y sus amigos debemos apoyarla y no hacer leña del árbol caído” fue otro comentario. Mi respuesta fue que ni soy su colega, ni soy su amiga y que ese árbol se cayó solito. Por cierto, esa joven que no sabe quién fue José Antonio Abreu, se autodefine en Instagram como “figura pública”. ¡Figura pública fue el Maestro Abreu! Estoy segurísima de que si se les pregunta a los niños de un barrio quién fue José Antonio Abreu, la gran mayoría lo sabe. Si en Venezuela seguimos de perdonavidas, de “pobrecito fulano”, de sentir lástima por la persona en vez de reclamarle sus pifias y su medianía, seguiremos cuesta abajo por la pendiente empinadísima del subdesarrollo. En los países de primer mundo se exige y la gente da. La excelencia es su norte. La cultura y la inteligencia, un requerimiento a la hora de buscar un trabajo. Los méritos se adquieren con trabajo, no en un quirófano. No estoy en contra de las cirugías plásticas, pero sí de que la imagen prive sobre los conocimientos o que en sí misma baste para que alguien sea considerado “profesional”. En lo personal, no tengo nada en contra de la señorita Sasha López y espero que de ahora en adelante se pula y entienda que no basta una cara bonita y un cuerpazo para hacer carrera. Al menos eso espero para la Venezuela que viene. Y para los demás, que entiendan que aplaudir mediocridades es puro pobrecitismo… ¡pobrecita Venezuela!]]>
