Opinión

Covid-19 en Venezuela: vienen semanas cruciales

Todo indica que lo proyectado por la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales en mayo, respecto de la propagación masiva de covid-19 en el país, está por cumplirse. El analista Andrés Cañizález destaca que lo peor de este flagelo llega cuando la población ya está abatida emocionalmente y la inmensa mayoría de los ciudadanos no puede permitirse continuar bajo encierro

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Escribo estas líneas como lo que soy en cuanto a temas sanitarios: un neófito medianamente informado. Escribo como venezolano que vive en Venezuela y, sin hacerme eco de noticias tremendistas, he vuelto sobre la declaración que hicieron los académicos en mayo pasado.

Debe recordarse que Diosdado Cabello, desde su espacio en Venezolana de Televisión (VTV), cuando aún él no era parte de las cifras de contagio de covid-19 en Venezuela, fustigó duramente las proyecciones hechas por la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, divulgadas en el referido mes.

A mediados de mayo, estábamos a dos meses de haberse iniciado la cuarentena en Venezuela y gran parte del país se hallaba sencillamente paralizado por la falta de combustible. El discurso oficial insistía en aquello de que la curva estaba aplanada. «Aquello», lamentablemente, no era cierto.

Un escenario previsible

El 12 de mayo, el gobierno reportó un solo contagio. Al día siguiente, notificó de 17. La academia, haciendo básicamente una proyección y partiendo de dos factores no debatidos a profundidad, alertaba que un escenario previsible era pensar que en septiembre (es decir, el mes próximo) estaremos en la fase más cruda de la pandemia por el coronavirus en Venezuela.

Lo que proyectaban los científicos era que para septiembre tendríamos unos mil casos por día. Este 1° de agosto nos aproximamos peligrosamente a esa cifra.

Hay dos factores que el gobierno ha colocado, como se dice, debajo de la alfombra, y sobre los cuales ya en mayo los académicos advertían: en Venezuela se estaba aplicando un número bajo de pruebas PCR (que son las más fiables) y, en general, en toda América del Sur. Incluso en los países con mejores controles sanitarios hay un subregistro de entre 18 y 50%.

Seguimiento incompleto y dusoso

Hasta el 23 de abril, por ejemplo, en Venezuela se practicaban, en promedio, 150 pruebas PCR diarias, mientras que en Colombia, para ese momento, la cifra era del orden de 2.500 por día. La academia solo nos advirtió de que, con relación a covid-19, aún no había llegado lo peor al país. Básicamente, porque no se estaba haciendo un monitoreo completo y confiable de la propagación de la enfermedad.

Bastante agua ha corrido desde entonces. El principal personaje cuestionador de la academia ha estado, literalmente, fuera de la pantalla de VTV por prácticamente un mes, y en este tiempo el Poliedro de Caracas fue transformado en hospital de campaña, dirigido por una persona sin experiencia en materia sanitaria.

El número de casos diarios en el país se ha elevado de forma dramática. Poco a poco, cada uno de nosotros va sabiendo de un amigo o familiar contagiado. Y, como ha sido el drama en otras tantas naciones, la prevención obliga también al distanciamiento de aquellos que están enfermos.

Etapa crítica

Agosto se inició con el número más alto de casos: cerca de 900 en un solo día. Esta cifra corrobora que la realidad se parece más a la que científicamente nos proyectaron los académicos que a la presentada por la propaganda oficial.

La pandemia no está controlada, ni la curva ha sido aplanada. Las semanas de agosto y el venidero septiembre serán cruciales para determinar la capacidad sanitaria efectiva que tenga el país para hacer frente a centenares de contagios en cuestión de horas (miles en varios días).

Lo peor del coronavirus llega, conviene no olvidarlo, cuando ya la sociedad venezolana ha cumplido un largo confinamiento entre marzo y junio. Aquellas semanas de encierro, que parecían inexplicables, dado que se reportaban pocos casos, han agotado a no pocos para esta etapa en la que sí será necesario un riguroso confinamiento.

A unos venezolanos los agotó emocionalmente, a otros ya se les acabó lo poco que tenían ahorrado. Lo peor, si lo medimos por el aumento del número de casos, está sucediendo –y se desarrollará en los días por venir- cuando muy pocos pueden continuar encerrados.

El dilema que se vive en muchos hogares pobres es o morir de mengua y hambre, o salir y exponerse a fallecer por contraer el virus. Estamos en medio de un período que será crucial para calibrar el verdadero impacto de la covid-19 en su paso por Venezuela.

@infocracia

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