Opinión

En Nicaragua el rol de la comunidad internacional es clave, pero debe replantearse

Dos años después de las masivas protestas contra el régimen de Daniel Ortega, no se perciben indicios de rectificación y recrudecen los ataques contra la disidencia. La Iglesia y los medios de comunicación continúan siendo objeto de agresiones y acoso. El politólogo Andrés Cañizález plantea que las acciones internacionales encabezadas por Estados Unidos y la Unión Europea han sido poco efectivas y demandan un giro estratégico

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A dos años de la ola de protestas y represión que tuvo lugar en Nicaragua, persiste un estancamiento en la crisis, sin perspectivas de cambio. A juicio de activistas de ese país centroamericano, es necesario un rol más activo de la comunidad internacional. En particular, de Estados Unidos, mediante acciones que contribuyan a destrancar la situación.

La escritora y activista social María López Vigil sostiene que la crisis se ha complicado por la empecinada voluntad de Daniel Ortega de permanecer en el poder a toda costa. “Nicaragua no va a salir sola de este embrollo”, señala la directora de la emblemática revista Envío, fundada en 1981 al calor de los inicios de la revolución sandinista.

El compromiso internacional

López Vigil participó en un foro virtual dedicado al análisis de la coyuntura nicaragüense, organizado por la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina. En ese espacio de discusión, López Vigil enfatizó en la necesidad de que haya un renovado compromiso de la comunidad internacional para hacer frente a la deriva autoritaria que caracteriza a Nicaragua.

“Las sanciones de Estados Unidos no han funcionado. Las sanciones no han doblegado al régimen”, destacó López Vigil, quien llegó a Nicaragua en pleno fervor de la revolución Sandinista. Estados Unidos ha sancionado a 22 altos funcionarios, incluyendo a la esposa de Ortega y vicepresidenta, Rosario Murillo, y a dos hijos del gobernante.

Igualmente, han sido sancionados los jefes del ejército y de la policía. Los uniformados han sido clave en el sostenimiento del régimen de Ortega, luego de lo que fue un punto de inflexión en abril de 2018, con la ola de protestas y la consecuente represión.

Cruenta represión

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), 325 personas murieron y más de 2000 resultaron heridas por participar en protestas, en su mayoría jóvenes alcanzados por impactos de bala. El gobierno reconoce 198 fallecidos, mientras algunas ONG de derechos humanos elevan la cifra hasta 545.

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“Desde abril de 2018, no tenemos ninguna señal de rectificación del gobierno. Lo que vemos son indicios de que se quedarán en el poder. No tienen límites ni escrúpulos”, precisa la editora de Envío, publicación que es promovida por la Universidad Centroamericana.

Sumándose a la política de sanciones de Washington, en mayo de este año la Unión Europea (UE) aprobó sanciones contra seis altos cargos del gobierno de Daniel Ortega, incluidas cuatro figuras clave en la cadena de mando de la Policía Nacional.

Según López Vigil, el régimen de Managua está postergando cualquier decisión que pueda implicar un cambio interno, en espera de los resultados electorales de Estados Unidos. La administración de Donald Trump ha apuntado, hasta ahora, a la política de sanciones. Se requiere, a su juicio, un cambio de estrategia por parte de Washington, que históricamente ha jugado un papel clave en el país centroamericano.

Los medios y la Iglesia

A juicio de la activista pro derechos humanos, la estrategia del régimen de Ortega en este tiempo se ha basado en atacar de forma selectiva a la prensa crítica y en debilitar a la Iglesia católica. Ello, en virtud del papel protagónico que han tenido los prelados al cuestionar la represión y la masiva violación de derechos humanos.

“Las iglesias se han convertido en centros de ayuda, en hospitales, los sacerdotes han visitado a los presos. La jerarquía eclesiástica estuvo presente en todo momento junto al pueblo”, asegura López Vigil.

En respuesta, el gobierno de Ortega ha lanzado una estrategia sostenida que incluye ataques, hechos violentos, profanaciones y robos. “El pueblo de Nicaragua es muy creyente, el régimen busca quebrar su fe”.

Cristo entre llamas

Un hecho emblemático de estos ataques a la Iglesia ocurrió el pasado 31 de julio. Ese día, un sujeto no identificado ingresó a la capilla de la Sangre de Cristo de la catedral Metropolitana de Managua y arrojó una bomba que produjo un incendio. La conflagración produjo graves daños en la capilla en la que se encuentra la venerada imagen de la Sangre de Cristo, de más de 300 años de antigüedad. La imagen de Jesús perdió el rostro.

Ha sido muy simbólico, según López Vigil, que se haya atacado justamente la imagen de la Sangre de Cristo en la catedral de Managua, el templo católico más importante del país.

“Pese a la bomba, la imagen no cayó de la cruz. El rostro de cristo cayó calcinado. Es el rostro de todas las víctimas de violaciones a los derechos humanos, de todos los exiliados”.

Las autoridades policiales y judiciales no han establecido responsabilidades en este hecho, como tampoco en otros ataques contra templos católicos.

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